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La Xunta impone controles a granjas de visones que prohíben otros países

Medio Ambiente autoriza una instalación para 50.000 ejemplares en Forcarei El recinto deberá tener cámaras, sensores y perros para evitar fugas

La progresiva prohibición de la cría de visones para la peletería de lujo en el norte de Europa ha ido desplazando a los productores hacia el sur y Galicia, por su clima, se adapta bien a las condiciones del pequeño mamífero. Pero el visón es bravo, carnívoro e implacable, y si se le deja suelto, lo mata todo y se propaga rápidamente. Apremiada por los ecologistas, la Xunta empieza a endurecer las medidas de seguridad que exige a las nuevas granjas para evitar tanto las fugas como los rescates de algunos activistas mal asesorados.

“Nosotros los llamamos ecoterroristas”, dice Fins Eirexas, del grupo ecologista Adega, que alerta sobre lo peligroso que es soltar en un ecosistema delicado a una especie foránea agresiva. “Es un animal que puede causar graves daños. Como además nada, ha llegado hasta las Cíes, donde es responsable del 50% de la mortalidad del cuervo marino”. Con todo, de vez en cuando algún comando entra en una granja y “libera” al mustélido, que arrambla con todo y además desplaza a especies autóctonas como la lontra.

Tampoco es que las condiciones de vida en cautividad sean una delicia. Se les cría en jaulas y después se les gasea con dióxido de carbono “para conseguir la privación total de sensibilidad, como paso previo a su sacrificio”, según prevé la Consellería de Medio Ambiente en la Declaración de Impacto Ambiental para una nueva granja con capacidad para 50.000 ejemplares que se instalará en Grañas de Umia, en Forcarei. “Es para que no sufran”, dice una voz al teléfono de la Asociación Galega de Criadores de Visón.

En Reino Unido, Austria, Suiza y Croacia no acabaron de verlo claro y prohibieron la práctica. En Holanda una ley de 2012 previó ir eliminando la cría, pero la industria pleiteó y la norma está en suspenso. Los jueces entendieron que para decretar el cierre de un sector había que proponer compensaciones económicas. Pero en general se extiende la idea de que no es lo mismo criar cerdos o pollos para el consumo de carne que hacinar a especies salvajes para poder presumir en las galas de invierno. En Galicia el clima es de despreocupación, como revela que el decreto que regula las granjas sea de 1987. Hoy hay unas 40 instalaciones, responsables del 80% de la producción estatal, que ronda las 700.000 pieles.

Adega, junto a la Sociedade Galega de Historia Natural, se centró en la afección al ecosistema en sus reclamaciones a la Xunta. "No queremos desviar el debate, así que partimos de que el proceso de cría es correcto", cuenta Eirexas. Se propuso una moratoria de la cría hasta que se redacte un estudio sobre la población en libertad. También plantearon que se castrase a los ejemplares que no se dediquen a la reproducción o que se les implantase un chip. La Xunta no accedió a tanto, pero sí prescribió para la granja de Forcarei medidas de seguridad. Desde un perímetro doble, a cortafuegos con puertas que no pueden estar abiertas al mismo tiempo, cámaras de seguridad, sensores de movimiento y “un mínimo de cuatro perros, especialmente entrenados para la localización de visones huidos”. La Declaración de Impacto Ambiental prevé planes de vigilancia, que deberá desarrollar el Ayuntamiento. Con trampas en un radio de tres kilómetros. También, ante el riesgo de “actos vandálicos”, se manda “aplicar medidas para diferencias a los animales huidos de los presentes en el medio, con el fin de identificar los agentes causantes de posibles daños biológicos”.

“Estamos detectando un incremento de solicitudes por parte de empresas que son filiales de multinacionales en Sobrado, Agolada, A Estrada, Oza dos Ríos, o Silleda”, enumera Eirexas. “Son multinacionales que huyen de Europa porque prohíben estas instalaciones y desembarcan en Galicia, con un clima húmedo que les conviene y una legislación laxa”.

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