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LA CRÓNICA

El Paralelo bajo la lluvia

Una vieja foto que contiene todo un mundo olvidado

Un tren a la altura del Teatro Victoria, en el Paralelo barcelonés, en 1929.
Un tren a la altura del Teatro Victoria, en el Paralelo barcelonés, en 1929.

Hay imágenes que tienen la capacidad de evocar instantáneamente una época, un lugar o una historia, imágenes que se quedan grabadas en la retina y nos acompañan en distintos momentos de nuestras vidas. A mí me ocurre con esta fotografía, recuerdo haberla visto hace muchos años en un coleccionable que sacó El Periódico.Y en fechas más recientes he dado con ella (y con otras tres que la acompañan formando una serie) en diversas páginas de Internet, y en una revista gratuita que se distribuye por el barrio de Poble Sec. En ningún caso figura el autor de la foto, ni dato alguno sobre el paisaje que muestra. Aunque el paso de un tren de mercancías por en medio del Paralelo no es algo que ocurra todos los días.

Vemos la vía férrea que se construyó provisionalmente con motivo de la Exposición Internacional inaugurada en mayo de 1929, que se extendía desde el muelle de Barcelona y la estación del Morrot hasta el recinto de la exposición a los pies de Montjuïc. Con este ferrocarril se transportó todo el material pesado que se iba a exhibir en el Palacio de Comunicaciones y Transportes, que era uno de los dos recintos que daban la bienvenida a los espectadores en la plaza España, y donde estaban instaladas las taquillas. Este pabellón acogía modelos y prototipos industriales llegados de Alemania, Francia, Italia, Austria y Suiza, aparte de una amplia representación de la industria local. Se podían ver maquetas de barcos a vapor y transatlánticos, aviones, hidroaviones, trenes, funiculares aéreos, automóviles, autobuses, motores navales y terrestres, tractores, motocicletas, bicicletas, carritos para transportar enfermos, incluso la primera locomotora que en 1848 cubrió la línea entre Barcelona y Mataró. De alguna manera, el Palacio de Comunicaciones y Transportes era el espacio masculino de la muestra, acompañado del vecino Palacio del Vestido donde las señoras pudieron contemplar las últimas creaciones de la moda femenina.

Esta fotografía tiene algo de bodegón, reúne en una misma imagen los diversos medios de transporte que en esos años comenzaban a desarrollarse. Además del ferrocarril vemos uno de los primeros autobuses que circularon por la ciudad, son de dos pisos y los importaron de la Gran Bretaña, con su típico color rojo. También se distinguen los raíles del tranvía, que entonces era un vehículo muy popular. Y a la izquierda aparece una berlina, un automóvil de varias plazas que podría ser un taxi. En 1929 hacía sólo unos años que se había regulado este servicio, unificando el color negro para todos los coches y reduciendo la multiplicidad de tarifas a sólo dos tipos (0'60 o 0'80 céntimos el kilómetro), identificados con una franja de color amarillo o azul respectivamente. Incluso vemos a un viandante que arrastra una bicicleta, un vehículo que también era muy común.

Se ve a un soldado de los últimos años de la monarquía de Alfonso XIII

Si nos fijamos bien, al fondo de la imagen se ve el teatro Nuevo, en la esquina con Nou de la Rambla, donde había actuado hacía poco Maurice Chevalier, y en cuyo escenario triunfaba por aquellas fechas Emilio Vendrell con Los Gavilanes, y Marcos Redondo con La Parranda. Al lado, en el teatro Victoria se podía ver uno de los éxitos musicales de aquellos años, el espectáculo La Copla Andaluza de Antonio Quintero y Pascual Guillen, donde actuaban figuras como Angelillo, Guerrita, Custodia Romero (alias la Venus de Bronce), Antonio Biruta o el Chato de Valencia. Una de aquellas funciones se dedicó al escritor Santiago Rusiñol, al que habían distinguido como flamenco honorario con el sobrenombre de El Niño de Barcelona en el primer Concurso Nacional de Cante Jondo celebrado hacía pocas fechas en Granada, bajo los auspicios de Manuel de Falla. A su lado se distingue el toldo del café Victoria, y por entre las columnas se pueden intuir las letras del bar La Tranquilidad, que con su flamante nuevo propietario —Martí Cisteró— se había convertido en centro de reunión para bohemios, anarquistas y espías de todo pelaje, donde se hacían rifas a favor de los presos con una pistola Star de premio. En el extremo derecho se ven unas columnas cuadradas, de cuando esta casa que hace esquina con la calle Fontrodona todavía estaba porticada. En ese edificio rojizo nació el gran compositor Frederic Mompou, y según el cronista Lluís Capdevila bajo sus arcadas existía un bar cuyo propietario —un tal Cisco—, acogía a actores en horas bajas. El edificio corrió la misma suerte que otros en la avenida, con sus arcadas tapiadas y aprovechadas para el comercio. Mientras las fincas vecinas adelantaron sus fachadas, aprovechando el fin de la ley que pretendía hacer del Paralelo una vía ininterrumpida de pórticos a semejanza de la parisina Rue de Rivoli.

A la izquierda de la fotografía se ve a un soldado con el uniforme de los últimos años de la monarquía de Alfonso XIII, según el reglamento de 1926. Viste guerrera, pantalón polaina abotonado desde la rodilla, boina grande caqui y capote-manta impermeable. También se advierte un agente de la Guardia Urbana, con pantalón y levita azul oscuro, ribetes encarnados y gorra de plato. No hacía ni un año que se había aprobado el primer reglamento de circulación, que obligaba a circular por la derecha o prohibía circular por la calle con ganado suelto. Por lo que se refiere a los transeúntes, resulta obvio que estamos en una barriada popular. Obreros ataviados con americana sin corbata, que llevan sus cosas en un pañuelo de nudos y calzan gorra blanda. Caminan indistintamente por la acera y por la calzada (el reglamento aún no se había interiorizado por parte del ciudadano), algunos con paraguas. Los adoquines se ven mojados, posiblemente la foto se hizo a principios de abril pues en la primera mitad de aquel mes llovió varios días. En el momento de hacer esta instantánea, hacía apenas una semana que había nacido mi padre.

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