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La verdadera verdad del caso Savolta

Eduardo Mendoza celebra el 40 aniversario de su primera novela recuperando el título original, ‘Los soldados de Cataluña’, eliminado por el franquismo

Pere Gimferrer y Eduardo Mendoza, ayer en la librería Laie
Pere Gimferrer y Eduardo Mendoza, ayer en la librería LaieCarles Ribas

“Novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza”. Así definió en 1973 un censor del Ministerio de Información y Turismo la novela Los soldados de Cataluña. Era la primera obra de un joven barcelonés llamado Eduardo Mendoza y versaba sobre los problemas en torno a una empresa catalana de fabricación de armas, con los conflictos laborales como telón de fondo, entre los años 1917 y 1919, durante la época del pistolerismo. El censor concluyó que el título debía cambiarse porque no guardaba “relación alguna con el contenido” del texto, en el cual afirmaba que había “casamientos, cuernos, asesinatos y todo lo típico de las novelas pésimas escritas por escritores que no saben escribir”. Tras este juicio demoledor de alguien que como mínimo era “miope”, bromeó ayer el editor de Seix Barral Pere Gimferrer, él y Mendoza buscaron un nuevo título. La novela, por fin, se publicó el día de Sant Jordi de 1975 rebautizada como La verdad sobre el caso Savolta.Habían vuelto a presentarla ante el franquismo sin cambiar nada del texto. Y pasó. De esta anécdota han transcurrido ya 40 años. Para celebrar el aniversario de su salida a la venta, Seix Barral publica ahora una edición con el título original censurado y con la portada de entonces, presidida por una pistola. “Es una recuperación casi nostálgica”, relató ayer Mendoza.

La edición incluye las valoraciones que en su día hicieron Juan García Hortelano o Manuel Vázquez Montalbán, además de los dos informes de la censura. El último alaba la “rica descripción de los personajes”, la “trama detectivesca” y la “buena dosis de humor e ironía” de la obra. Este cambio de criterio de los censores refleja que La verdad sobre el caso Savolta marcó un nuevo estilo literario, el final del franquismo y el inicio de la democracia, opinó Elena Ramírez, editora de Seix Barral, quien avanzó que en los próximos meses Austral también publicará una edición para los institutos. Mendoza no ha tocado ni una coma del argumento de la tragicomedia, de manera que las aventuras y desventuras de los protagonistas — el ingenuo Javier Miranda, el quijotesco Nemesio Cabra Gómez, o el malo Lepprince— siguen intactas.

Los soldados de Cataluña hace referencia a una copla popular que infantilizaba la historia y que aludía a una Cataluña de traficantes, bombas y gánsteres. “El censor pensó que estaba haciendo un llamamiento al separatismo, a las barricadas”, afirmó el autor. Mendoza asegura que empezó a escribir la obra para contradecir la historia oficial. “La imagen de Cataluña entonces era la de pueblo laborioso, apegado a sus tradiciones de panellets y fiestas, y un poco tacaño. Quería hablar de una Cataluña muy violenta, poco legal”, enfatizó ayer en el que fue su primer acto ante la prensa tras la muerte de su compañera, la actriz Rosa Novell. También había pensado bautizar la novela como Puños y Besos, o Tiros y Besos. “Me cuesta muchísimo poner títulos”, reconoció. El autor de Sin noticias de Gurb había entregado el texto a Seix Barral después de dar vueltas por editoriales “con una maleta” porque en un principio la obra era mucho más larga.

Después, Mendoza, se fue a vivir a Nueva York y de regreso acudió a una entidad bancaria para cobrar los derechos de autor. Pensaba que el dinero ganado sería tan poco, “mil pesetas, para tomar las copas de esa noche”, que quería salir de la oficina con el dinero el bolsillo. “¡Pero no pude, al final me parece que era un millón! Me cambió la vida”, recordó divertido.

La novela obtuvo el Premio de la Crítica. “Seix Barral hizo una apuesta muy importante por un desconocido local. El día de Sant Jordi, y hoy sería impensable que una novela saliese a la venta en esa fecha, se vendieron 16 ó 17 ejemplares. El aparato publicitario fue cero”, rememoró Mendoza. También evocó su primera Diada como escritor. “Fue en una mesita redonda, y yo solo con cuatro o cinco libros, en medio de la Diagonal”. “Antes era todo muy diferente; un libro se pasaba un año en la estantería de las novedades de las librerías…Ahora hay un par de escritores y muchos cocineros...”, concluyó con añoranza.

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