_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Jugando sin papeles

El ensueño nacionalista de una catalanización del Islam relativiza la posible aparición de un banderín de enganche de soldados para el Estado Islámico

Con la detención de Alí el peluquero como presunto organizador de un intento de atentado yihadista en Barcelona ha ocurrido al igual que en otras tantas veces desde aquellos tiempos épicos en que la causa de los inmigrantes sin papeles pasó a ser una asunción simbólica de la Barcelona más progresista que nadie. Siempre preferimos mirar para otro lado. No es que exista una relación causal entre la presencia de inmigrantes sin papeles y el yihadismo, ni entre los enrolamientos yihadistas y unas políticas inmigratorias tan incoherentes como laxas, ni tan siquiera entre el sermón de un imán salafista y la conversión al radicalismo islamista hasta el punto de enrolarse en las filas del Nuevo Califato. No, no son relaciones de causa y efecto, pero sí ilustran un proceso de interacciones por el que factores inicialmente inconexos acaban haciendo saltar algún fusible. Y mientras tanto la opinión pública no expresa abiertamente sus recelos porque el peso de lo políticamente correcto —un arcaísmo manifiesto— sigue identificando recelo con xenofobia, temor a la concentración yihadista en Cataluña con islamofobia, sospecha y prevención con linchamiento.

De una parte el buenismo de la izquierda —o más bien del progresismo— y por otra el ensueño nacionalista de una catalanización del Islam relativizan las circunstancias en las que puede aparecer un banderín de enganche de soldados para el ejército del nuevo Estado Islámico. Ocurre en otros países europeos, y por causas equiparables. No todos los salafistas son yihadistas, cierto, pero la gran mayoría de yihadistas son salafistas. Según el Departamento de Interior, el nuevo converso Alí —habitual de la mezquita de Terrassa— había constituido una célula operativa con voluntad de atentar en Cataluña. La gestión de la diversidad solo es posible en el cauce de la ley.

El multiculturalismo se perfila equívocamente como un extraño compañero de cama del fundamentalismo islamista de modo fácilmente constatable en aquellas zonas en las que el efecto de saturación inmigratoria de origen musulmán lleva tiempo generando una reacción social. El multiculturalismo ha fracasado en el Reino Unido o en Holanda, por ejemplo, del mismo modo que al asimilacionismo francés le están reventando las costuras. De forma específica, en Cataluña se ha producido una concentración de detenciones de yihadistas, por no cuantificar las actuaciones policiales que han sido efectivas y se mantienen en la confidencialidad. Cataluña encabeza la franja de Levante, al tiempo que en Andalucía el Nuevo Califato llevaba tiempo echando raíces. Mientras tanto, sigue siendo tabú el impacto de la inmigración en el sistema educativo o en la sanidad pública, tanto como en el censo penitenciario, tal vez porque el multiculturalismo todavía ampara ese doble lenguaje que como hemos podido ir constatando acaba por alterar los estados de opinión pública y las tendencias electorales.

Tras el multiculturalismo de 'prêt à porter' , el angelismo ha conocido el tacto áspero de un cierto Islam que se opone a las leyes y usos del país de acogida

Un puñado de ayuntamientos fueron los precursores del multiculturalismo que, indefectiblemente, acaba generando guetos desafectos al sistema jurídico y hostiles al mínimo consenso de la sociedad que acoge al inmigrante. ¿Existen otros métodos de integración factible mientras sectores de la inmigración musulmana sean totalmente refractarios a integrarse? Comenzamos jugando sin papeles, luego se creyó que el multiculturalismo era la solución y ahora no podemos entender que Alí el peluquero estuviera ahí, durmiente y dispuesto a cometer atentados. Tras el multiculturalismo de prêt à porter, el angelismo ha conocido el tacto áspero de un cierto Islam que se opone a las leyes y usos del país de acogida. Es posible que pronto necesitemos de nuevo mano de obra pero seguimos en la imprevisión y en la falta de un sistema de control efectivo de los flujos de inmigración y de si su cualificación profesional encaja o no con lo que aquí se necesita.

Los guetos de inmigración son fragmentadores y es esa fragmentación la que hace posible que, en una sociedad tan desvinculada como relativista, personajes como el peluquero Alí busquen la certeza delirante de un fanatismo que puede llevar incluso a tomar las armas para luchar en Siria o almacenar explosivos para atentar en Barcelona. La existencia de cuarenta mezquitas salafistas en Cataluña da más valor a la distinción que Sartori hizo entre el multiculturalismo relativista y fragmentador y el pluralismo que, a pesar de las crisis morales de nuestro tiempo, es unificador y cohesivo. En el caso del derecho de asilo, por ejemplo, existe un factor humanitario que es parte de lo que entendemos como una sociedad civilizada, pero al mismo tiempo tanto los guetos del multiculturalismo como la masa de la inmigración ilegal de los sin papeles pueden acabar representando un menoscabo de la ley, en fin, de las normas mínimas de convivencia. Significa la erosión de una idea de ciudadanía que es una de las grandes conquistas de la humanidad. Desde luego, hay un Islam moderado y un Islam radical pero precisamente por eso, ¿no tiene su lógica que nos inquiete la versión salafista que no asume hechos tan fundamentales como la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad religiosa, el valor de la individualidad o los derechos de la mujer? En realidad, ¿quién segrega?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Valentí Puig es escritor.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_