_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La cucaña electoral

El autor reflexiona sobre "la fidelidad del voto o su trasvase" en un año con varias convocatorias electorales

No hay que ser muy tiquismiquis para sugerir que la decisión de Pablo Iglesias y Tania Sánchez de anunciar su ruptura sentimental en las redes sociales tiene tanto de cursilería como de exhibicionismo. Lo segundo ya lo sabíamos, pero lo primero todavía no. O no del todo. A fin de cuentas, todavía no son Isabel Pantoja y Julián Muñoz. Así que tal vez han decidido comunicarlo al mundo entero debido a que se sienten protagonistas de grandes acontecimientos, un tanto a la manera de quienes se permiten participar en un programa televisivo como Gran Hermano para alardear de sus tediosas intimidades contrariadas. ¿Les importa algo todo esto a los ciudadanos, sean de la casta o de los de abajo? Cabe suponer, por el bien de todos, que no demasiado. Esos asuntos, salvo que la pareja se crea famosa por derecho propio, se resuelven en la intimidad y se comunican a familiares y amigos, de modo que el círculo más inmediato también se entere de lo que ocurre, pues que se trata de un asunto privado. ¿Imagina el lector a Lenin, tan ocupado en Las tesis de Abril, matándose a telegramas para anunciar que se separa de la Krupskaya? Más curioso que la manera de comunicar tan gran suceso es lo que se dice en el mensaje compartido. Los dos son estupendos para el otro, se admiran, se adoran, ella sugiere que él viene a ser el héroe de nuestro tiempo (sin que él proteste por semejante atribución, ojo), y ella sería el no va más (sin que la chica se oponga), en un intercambio presencial de elogios que ni los protagonistas de Casablanca, vaya. Es posible que haya que hacerse muchas más preguntas ante este vodevil tan emotivo como entusiasta, y tal vez algo oxidado.

Viene todo esto a cuenta de una cuestión más delicada y de mayor enjundia: la fidelidad del voto o su trasvase. Hace unos días, cenando en una pizzería de extrarradio muy frecuentada por personas de precarios recursos económicos, la tele estaba echando el triunfo de Belén Esteban en Gran Hermano y resultaba inquietante ver a buena parte de la clientela aplaudiendo a la ganadora como si ella fuera Cristiano Ronaldo. Regocijo cutre por delegación, que viene a ser la más desdichada de las alegrías. Es posible que buena parte de esos entusiastas de bareto haya votado hasta ahora, si lo ha hecho, al PP valenciano, y que a partir de ahora consideren la eventualidad de votar a Podemos, por ejemplo, en las próximas elecciones, por aquello de la casta, el casto y la caspa. La tal Belén Esteban, ¿no pertenece a la casta, lo mismo que el impresentable presentador Jordi González? Y, para estos espectadores entusiasmados con la miseria televisiva, ¿no va a pertenecer a su casta particular un danzarín tan bien dispuesto como Pablo Iglesias, abrazado sin cesar en cuanto da un paso por sus amigos Errejón y Monedero, mientras entonan con el consabido entusiasmo verbenero un cuplé como L´estaca, de LLuis Llach, que los millones de admiradores de una Belén Esteban cualquiera –los de abajo, se supone—no conocen ni de oídas?

Fidelidad del voto, decíamos. Es posible, aunque no seguro, que cada formación política obtenga el voto que se merece, si bien parece difícil determinar un perfil preciso del votante. Si un sujeto como Rafael Blasco diera su voto a Podemos (no olviden que ya ejerció como cabecilla del FRAP) o a cualquier otra formación política con serios afanes de cambio, ¿sería aceptado como si nada? ¿Y si hicieran lo mismo miles y miles de admiradores de Belén Esteban, con ella a la cabeza? Y si, en resumen, a los cientos de miles de conciudadanos que aquí han votado una y otra vez a la derecha que nos ha llevado a la más ridícula agonía les diera la volada de votar a Podemos, algo totalmente imposible de cuantificar de antemano, ¿serían aceptados? Si tantos políticos han resultado ser unos simuladores empedernidos, por aquello de la fascinación de la ignominia, ¿qué se podría decir de miles de sus votantes? Un resumen de todo este bacalao es que Dios hizo un pésimo trabajo. Lástima que el Creador no haya tenido la humildad de pedir consejo a Podemos. De ese temerario desaire se alimenta la voluntad de asaltar los cielos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_