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El oficio de componer canciones

Mazoni cerró su residencia de un mes en el Arts Santa Mónica presentando los siete temas compuestos allí

Con toda la mística y la lírica aplicada a los compositores musicales, olvidamos en muchas ocasiones que este trabajo es eso, un oficio. No en vano los artistas fueron considerados “simples” artesanos hasta que el consumo los convirtió en estrellas alimentadas por musas intangibles y adinerados de carne y hueso. De ahí el interés del mini concierto con el que Mazoni (Jaume Pla) concluía su encierro en Arts Santa Mónica, de donde se comprometió a salir con siete canciones compuestas durante este mes que ha permanecido trabajando allí. Sometido a condiciones autoimpuestas, en suma plazos de realización de obra que le afectan tanto a él como a un canastero, Mazoni explicó cómo habían ido surgiendo las composiciones que inmediatamente cantaba frente a su audiencia.

Y las siete piezas fueron interpretadas cada una de ellas con un instrumento distinto. Desde el piano que usó para acompañarse en Quan temps que fa que no plores? hasta el ukelele de Vol 714 a Sidney pasando por armónium, guitarra eléctrica y acústica y maquinaria electrónica para generar bases, por cierto tomadas de CaboSanRoque y de la maquinaria musical de sonidos analógicos que exponen en el mismo centro bajo el paraguas que acoge a Mazoni y a la exposición Pop Cèntric. Cada canción tenía una historia, historias que en general hablaban por boca de Mazoni de los recursos, dificultades y gratificaciones propias del oficio de compositor e intérprete.

Curiosa la historia por ejemplo de Sempre que te’n vas a l’Índia pieza hecha a base de coser entre sí frases de los 35 temas e ideas enviados por los seguidores de Mazoni en un momento de sequía creativa de éste. El resultado es una balada que hizo contrapeso con un tema pespunteado con bajo, Desig Imbècil, en el que Mazoni dijo imitar la forma no narrativa de escribir de Kurt Cobain, a base de imágenes verbales y frases cortas. El azar también fue convocado, ya que las ocho notas que tramaron la última pieza, de la que olvidó indicar el título, fueron escogidas al azar, lanzando papeles al aire. En cualquier caso, y tras dos bises —Purgatori y El riu—, lo sustancial de la noche fue evidenciar que la composición es un trabajo exigente que además Mazoni delimitó al afirmar “al componer una canción cuenta más tu determinación para hacerla, las ganas o la fe que pones que la propia inspiración”. Componer, un oficio donde manda el tesón.

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