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Las sonatas guerreras

Perla Batalla, excorista de Leonard Cohen, presenta en el Círculo de Bellas Artes 'Canciones de Batalla', un repertorio de modernas canciones denuncia que ha concebido el poeta Alberto Manzano

Diego A. Manrique
La cantante Perla Batalla junto al compositor Leonard Cohen.
La cantante Perla Batalla junto al compositor Leonard Cohen.archivo perla batalla

Perla Batalla está realizando una gira atípica por España. Son varias fechas espaciadas —hoy sábado actúa en el madrileño Círculo de Bellas Artes— que permiten que vaya creciendo su repertorio. Protagoniza un espectáculo, Canciones de Batalla contra el imperio, concebido por el poeta y traductor Alberto Manzano, con un cancionero que cubre desde Bob Dylan a Robert Wyatt; se está grabando para su posible edición.

Manzano es el embajador oficioso de Leonard Cohen en España. Y Perla se dio a conocer como corista del mismo, en las giras que siguieron a I'm your man y The future, los discos más politizados del canadiense. “Fue como un flechazo”, recuerda. “Me presenté a las pruebas vestida de blanco y él estaba de negro riguroso. Encajé perfectamente en su música pero le encantó que además fuera hispanoparlante: adora el sonido del español”.

Perla creció rodeada de música. Su padre era cantante y la familia regentaba una tienda de discos en Los Ángeles, de nombre retumbante: Discoteca Batalla. En los años que han seguido, Perla ha publicado siete álbumes eclécticos, en inglés y en español. Una lucha: “Cuando vi ese documental sobre las coristas, A 20 pasos de la fama, no me creí sus lamentos. En realidad, vivían demasiado bien como para lanzarse a una carrera como solistas”.

Aparte de la inspiración personal, Perla siente que la marca de Cohen es indeleble: “Puedo hacer un concierto donde se anuncia que voy a cantar repertorio latino, pero si veo entre el público fans de Leonard, sé que habrá que añadir temas de Cohen”.

Aquellos años con Leonard fueron excitantes: “Recuperó el público estadounidense, después de tanto tiempo centrado en Europa. Se encontraba tan a gusto, que sus conciertos se alargaban hasta las tres horas. Además, llevábamos tres mandatos presidenciales republicanos, Reagan y luego Bush padre. Leonard no toma partido, pero aquellas letras conectaban con sus oyentes. Cuando decía que la democracia iba a llegar a Estados Unidos,‘la cuna de lo mejor y lo peor’, notabas un escalofrío general”.

Sonríe evocando a un Cohen ensimismado. “En un hotel se nos acercó un inglés. Estuvimos hablando y, cuando se marchó, Leonard me dice: ‘un joven muy agradable, lástima que no haya dicho su nombre‘. Y yo: ‘Leonard, no me lo puedo creer: ¡es Sting!‘. Vivía ajeno a las celebridades”. Ya estaba masticando su retiro a un monasterio budista en 1994: “fue una necesidad espiritual, pero esencialmente quería atender a Roshi, el monje que era su mejor amigo y estaba envejeciendo. Roshi murió en 2014, con 107 años”. A la vuelta, en 1999, Cohen mantuvo una vida monacal: “su casa es muy modesta”.

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En ella grabó uno de sus discos más discutidos, Ten new songs (2001), con unos arreglos simplones: “Estaba hecho con máquinas, pero era ese el sonido que buscaba; algo que él mismo pudiera crear y manejar. Quería evitarse los estudios profesionales”. Y, seguramente, habría continuado así, grabando ocasionalmente discos de andar por casa, de no descubrirse que sus ahorros, incluyendo su jubilación, habían sido saqueados por su representante, Kelley Lynch.

Una paradoja perversa: el renacimiento creativo de Cohen, que le ha colocado en cotas de popularidad que nunca había conocido, es el resultado de un latrocinio. Según Perla, “él siempre dice que tú no escoges la música, que es la música la que te elige. Coincidió su urgencia económica y la posibilidad de llegar a un público nuevo, con el fenómeno de las versiones de Hallelujah. Leonard ha ido sembrando arte y poesía; de repente, esas semillas han brotado. Y todos somos más ricos por ello”.

Perla Batalla agradece la oportunidad de hablar sobre Cohen o, como hace durante su gira, interpretar canciones críticas. “Lo considero un relajo de mi trabajo principal. Estoy preparando The blue house, con el compositor David Batteau, un ciclo de canciones sobre Frida y Diego Rivera. ¡Esas sí que fueron vidas atormentadas!”

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