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“La bala chocó primero contra el bus y luego rebotó en mi cara”

Galina y Victoria, madre e hija, fueron testigos directos del ataque terrorista en Túnez

Foto: atlas | Vídeo: VIDEO: ATLAS

Muy despacio, con los ojos vidriosos y un moratón en el párpado inferior derecho, Galina Vronskayb sale del coche que la acaba de recoger en la terminal de cruceros del puerto de Barcelona. Una nube de cámaras y micrófonos la rodean a ella y a su hija Victoria. Acaban de llegar a Barcelona en el crucero MSC Splendida, el barco en el que viajaban dos de las víctimas mortales del atentado del pasado miércoles en Túnez. Ambas estaban en el autobús de turistas que salió de excursión al Museo Nacional del Bardo de la capital tunecina justo en el momento en que se perpetró el ataque. Madre e hija fueron testigos directos del ataque. El hematoma que tiene Galina en el ojo es producto del rebote de una bala que dispararon los terroristas hacia el autobús en el que se encontraban. “Estoy feliz porque por fin estamos aquí, en casa. Estamos vivas de milagro”, acierta a decir la mujer.

El MSC Splendida ha llegado esta mañana a Barcelona alrededor de las ocho de la mañana. Un fuerte dispositivo de seguridad, con miembros de la policía portuaria y la guardia civil custodiando los accesos al puerto, cubría la llegada de los más de 3.700 cruceristas que viajan en el barco y, especialmente, la de las 16 personas que iban a en ese autobús de excursión al museo del Bardo el pasado miércoles y presenciaron el ataque terrorista en primera persona.

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Galina apenas puede contener los llantos de emoción. “Habíamos salido del museo y justo en el momento que empezaban a disparar nos encontrábamos en el bus bebiendo y comiendo algo”, recuerda la mujer. Su hija acompaña su relato mientras la abraza suavemente. “Primero no te lo crees. Oímos disparos pero pensábamos que eran petardos. Cuando nos giramos, vimos a dos personas disparando y nos tiramos al suelo”, añade Victoria con voz firme.

Las dos mujeres, originarias de Bielorrusia y residentes en Barcelona desde hace 13 años, repiten, una y otra vez, lo afortunadas que se sienten “por estar vivas”. “Vimos cómo a dos personas que querían entrar en el bus les dispararon por la espalda. De hecho, los que estaban con las ametralladoras no entraron al autobús porque estaban esas dos personas muertas en la escalera”, explica Galina, esta vez sí, sin poder reprimir la emoción de recordar esos momentos.

Galina muestra desde su teléfono móvil la gran mancha de sangre de otra de las víctimas en el pantalón de Victoria. “Yo estaba toda llena de sangre”, recuerda. Y vuelve a tocarse, con cuidado, el moratón de su ojo derecho, empapado en lágrimas. “Gracias a Dios que la bala no entró directamente. Chocó primero con la pared del bus y luego rebotó en mi cara”, apostilla.

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Madre e hija aseguran que los militares tunecinos llegaron “bastante rápido” al lugar del atentado. Los sacaron del autobús y los llevaron a dentro del museo durante cuatro horas. “Nos trataron bien, ofreciéndonos agua, algo de comer…”, explican con calma. Pero un llanto emocionado vuelve a brotar de los ojos de Galina cuando recuerda su salida del museo. “Miles de personas, gente humilde de Túnez, nos estaba esperando a las puertas del museo, aplaudiendo y pidiendo perdón. De la gente de Túnez no podemos decir nada malo, sino todo lo contrario”.

Más amarga fue, sin embargo, la llegada de nuevo al barco. “Nos sentimos solos. Quizás nos hubiese gustado que lo primero que hiciesen fuese darnos un abrazo”, señala Victoria en referencia a la organización y a los responsables del crucero. Coinciden las víctimas y muchos de los otros cruceristas, que la actitud de algunos de los encargados de la nave fue bastante pasiva. Mientras los turistas que no habían salido del barco se quejan de la falta de información sobre el atentado y el estado de los otros pasajeros en los momentos de caos, Galina y Victoria subrayan que, desde el primer momento, sintieron la ausencia de la organización. “Teníamos que ir nosotras a preguntar por el médico, a pedir todo. Son tonterías como, por ejemplo, que queríamos llamar por teléfono y en ningún momento nos ofrecieron llamar desde cabina. Son cosas que empiezas a valorar después de lo que te ha pasado”, critica Victoria, y añade: “La gente del barco, camareros, gente de limpieza, eran los que estaban de verdad más atentos. Cuando todo el grupo, 16 personas, de México, Miami… pedimos hablar con alguien, la chica que nos atendió fue muy prepotente y eso es lo que nos duele. No queríamos dinero, solo sentirnos arropados por ellos. Y nunca lo hemos sentido”, concluye.

Las dos mujeres reconocieron a la pareja de jóvenes valencianos —ella estaba embarazada— que se quedó 24 horas escondida en un almacén del museo y consiguieron localizarlos sanos y salvos. “La pareja iba con nosotros en el bus. Y también un señor colombiano que perdió a su hijo y a su mujer. Es muy duro”, explica la madre. Su hija revela que los primeros días estaban “con fuerza” pero ahora, “cada día es peor”. “Supongo que es normal, lo vas asimilando…”

No quieren conceder más entrevistas ni hablar con más medios de comunicación, solo irse a casa, “por fin”. “Cuando hablo de esto, recuerdo lo que pasó con mucha intensidad y no quiero”, se justifica Galina mientras vuelve a subir al coche. Saluda y vuelve a dar las gracias, una y otra vez, con los ojos todavía empapados en lágrimas.

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