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El DJ que no quería serlo

El inglés Daniel Avery, que pincha esta noche en Madrid, es con 29 años una de las estrellas de la electrónica, a pesar de que nunca lo pretendió

Abraham Rivera
Daniel Avery actúa esta noche en el club Mondo Disko.
Daniel Avery actúa esta noche en el club Mondo Disko.

Pocos artistas electrónicos consiguen con su primera obra el revuelo que Daniel Avery causó con Drone Logic hace año y medio. Un disco que invocaba el sonido de clubes míticos donde la mezcla de géneros era la nota distintiva. “Optimo o Andrew Weatherall fueron los primeros DJ con los que sentí una conexión; era como si compartiéramos referencias similares. Se aproximaban a la música electrónica como si fueran algo ajeno que inmediatamente la hacían suyo”, recuerda el joven inglés que será esta noche la estrella en el club madrileño Mondo Disko.

 A pesar de tener una carrera envidiable sin haber cumplido 30 años, asegura que nunca pensó en ser DJ. A él le gustaban las guitarras y se metió en la electrónica poco a poco. Nacido en Bornemouth, una pequeña localidad costera del sur de Inglaterra, pasó de mezclar rock y techno en un club de su ciudad, a pinchar en un club de Candem, en Londres.

Allí conocería a su mentor, Erol Alkan. Entre 1997 y 2007 Alkan, ahora detras del sello Phantasy, rompió las barreras en su club Trash de lo que se podía entender por un club de música electrónica en aquellos años mezclando géneros y formatos. “Trash fue el primer club donde sentí que estaba viajando a otro mundo. Sentí lo mismo en Fabric. Y es ahora cuando me siento capaz de transmitir todo esto”, argumenta Avery.

Su siguiente paso fue recalar en Fabric; en 2007 pincharía por primera vez en uno de los estandartes de la noche inglesa. Tenía 22 años, pero mantenía un trabajo de día cuando ya su nombre corría como una de las revelaciones a seguir.

Su sesión en Fabric le ha permitido ir adaptando sus conocimientos a la pista de baile, sin perder ni un ápice de pureza y originalidad, mezclando rarezas de pospunk con psicodelia. Recientemente, la macrosala inglesa le invitó a gestionar su propia noche, a la que llamó Divided Love: “Es una oportunidad para poder llevar mis gustos mas allá de una sesión. De esta manera puedo invitar a artistas que están haciendo algo especial”, comenta sobre su mutación de DJ a la versión musical de un comisario artístico.

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Pero, sin duda, ha sido Drone Logic el trabajo que le ha situado en la memoria colectiva de muchos oyentes alejados de la electrónica. Un disco que utilizaba recursos propios del pop y el techno indistintamente. Ha sido tal su buen hacer que no resulta extraño el uso de tempos ralentizados, con un marcado instinto melancólico, en un formato ideado para la pista de baile. “Utilizo una mezcla de instrumentos analógicos y digitales en el estudio, no me considero un purista. Amo los viejos sintetizadores, pero, al mismo tiempo, la música de baile se ha caracterizado siempre por hacer uso de lo nuevo”, destaca Avery sobre la creación de este disco.

Si uno toma como referencia la última sesión que realizó para Boiler Room, la plataforma que ha democratizado la fiesta vía streaming, se puede ver que todavía prevalece la densidad y aroma de sus primeros trabajos, acompañada por la virulencia del techno poco preciosista. Música para bailar con movimientos lentos y los brazos en alto. Cerrando los ojos.

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Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.

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