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Un conseguidor con alma de político

Retrato de Jordi Pujol Ferrusola, el hombre de abrumadora personalidad que pudo suceder al expresidente catalán pero acabó gestionando la herencia del abuelo

Jordi Pujol Ferrusola, en la comisión de investigación del Parlament.
Jordi Pujol Ferrusola, en la comisión de investigación del Parlament.Albert Garcia

Un trueno estremeció el lunes el Parlamento de Cataluña. Jordi Pujol Ferrusola, el oscuro, el hombre que encarna los vicios atribuidos a la familia, emergió a la luz con una energía arrolladora y un ímpetu desconocido, en un intento por deconstruir lo que llamó “el mito”. Sus cuatro horas de comparecencia en la comisión de investigación sobre el fraude noquearon a los diputados y revelaron lo que Júnior no es pero pudo haber sido: un animal político astuto, voraz y a ratos brillante.

El primogénito, de 56 años, se definió como un “dinamizador económico”, un tipo hecho a sí mismo, “independiente” y volcado en negocios privados por medio mundo, siempre lejos del barrizal de la administración y las adjudicaciones públicas. Pero lleva la pasión del padre en la sangre y no lo ocultó: “A mí me gusta mucho la política”. Ése no fue, sin embargo, el camino que el expresidente de la Generalitat había trazado para él.

“Jordi tiene una frustración con ese tema. Él se veía en política, le encantaría ser diputado, o senador”, explica un amigo con el que comparte tiempo y aficiones. “Josep [Pujol Ferrusola, tercero de los siete hermanos] me contó que un día el padre les reunió y les dijo que Oriol [exdiputado de CiU y quinto de la saga] era el que se iba a dedicar a la política”, añade. “Hay un hecho que marca su vida, y no sé si es que le encargan ocuparse del dinero de la familia, pero le hace pasarse al lado oscuro”, explica una persona con la que ha mantenido un trato muy cercano, y que también pide el anonimato.

Júnior fue militante de base de Convergència Democràtica de Catalunya, el partido fundado por su padre. Pero su cursus honorum se quedó ahí. Su misión iba a ser tutelar los intereses, especialmente los económicos, del clan, y para ese se le formó. Estudió Económicas en la Universitat Autònoma de Barcelona y, durante la carrera, su padre le “envió” al Banco de Girona “para aprender la mecánica bancaria”. Al terminar, con 25 años, entró a trabajar en una empresa de curtido de pieles. Ahí empezó su vocación internacional, vendiendo pieles en mercados emergentes, como el asiático.

El hecho que marca su vida es el encargo de gestionar la fortuna de la familia

A principios de los años 90, con Pujol padre en el apogeo de su poder en Cataluña, se hizo cargo del secreto mejor guardado de la familia, el que a la postre la ha conducido al precipicio: gestionó el supuesto legado del abuelo Florenci en Andorra, que los Pujol han mantenido más de 30 años oculto a Hacienda. El primogénito también está imputado por la Audiencia Nacional por blanqueo de capitales y fraude fiscal. La Policía sospecha de sus negocios millonarios -los que detalló prolijamente en el Parlament- y cree que, en realidad, eran mordidas a cambio de la adjudicación de obra pública de la Generalitat.

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La relación entre el padre y su hereu ha sido peculiar, marcada por cierta tensión competitiva: “Cuando los he visto juntos, me ha dado la impresión de que quien llevaba la voz cantante era el hijo”, detalla una persona cercana a él. Su amigo coincide: “Es el único de la familia que le levanta la voz al padre”. Él mismo detalló episodios de su infancia y juventud en la cámara catalana, como cuando Florenci le llevaba de excursión por Barcelona y le explicaba “los hechos económicos” y “quién era quién”. “Tenía con mi abuelo una relación muy especial, la que mi padre no tuvo con él y seguramente yo tampoco tuve con mi padre”.

Con sus seis hermanos, “la relación es pobre, no se ve que hagan vida en común”, afirma una mujer de su entorno. “Es una figura de autoridad, pero contestada”. Fue Jordi, añade, quien impuso la idea de que su padre debía confesar el pasado 25 de julio de 2014, pese a que “algunos hermanos no estaban de acuerdo”, detalla esa misma fuente. Tiene tres hijos de su exmujer, todos mayores de edad, a los que “tampoco ve demasiado”: Mercè, Jordi y Núria. La mayor está casada en México y le ha dado su primer nieto; el mediano es también economista. Su exesposa, Mercè Gironès (también imputada) viaja a menudo a verles sin él. No tienen demasiado trato. “Es muy de ir a la suya”, confiesa su amigo.

Los diputados interpretaron el despliegue dialéctico de Júnior -con sus declamaciones y silencios, mostrando un gran dominio escénico- como un ejercicio de comunicación política y lavado de imagen. Quienes le conocen, tanto partidarios como detractores, discrepan: “Estaba natural, como es él”; dice una fuente. “Si no lo explica todo no se queda tranquilo”, insiste un amigo que le animó a hablar en la comisión convencido de que iba a “merendarse” a los políticos con su elocuencia y su presencia abrumadora.

Su entorno sostiene que en la comisión de investigación “estaba natural, como es él”

Apasionado, a ratos visceral, el hijo mayor de Jordi Pujol y Marta Ferrusola tiene “una personalidad que no deja indiferente a nadie”. Una persona de su entorno le describe como “un tipo solitario” y un hombre “duro, difícil, desconfiado” pero que a la vez “sabe tener un comportamiento exquisito cuando hace falta”. Su impulsividad la vivió en carnes Jordi Puig, hermano del consejero catalán Felip Puig, con el que compartió despacho. Un día, sin previo aviso, Júnior le dijo que no quería a nadie en la oficina y le invitó a recoger sus cosas. De esos arrebatos son testigos sus amigos: “Es un poco impulsivo, pero fiel con sus amigos”.

Entre su círculo de íntimos, Júnior citó sin rubor al presidente de la Generalitat, Artur Mas. Dijo de él que lo considera un “muy buen amigo” porque comparten una “intimidad intelectual y espiritual”. Y añadió que sabe que, cuando le necesite, “se pondrá al teléfono”. Mas había negado esa química, y las fuentes cercanas avalan tal tesis. “Si son amigos, son amigos muy extraños. Siempre le he oído hablar de Mas como de un gestor gris, con el que Cataluña no va a ningún sitio”. Un amigo del primogénito sostiene que incluso le ha oído llamar “tonto” al presidente catalán.

Leal o interesado, el caso es que Pujol Ferrusola sabe utilizar los cuchillos cuando conviene. En el Parlament tiró de ironía: “Todos somos hombres del Renacimiento”, espetó a los diputados que cuestionaban su capacidad para emprender negocios de toda índole sin tener idea de ninguno. Les reprochó, indirectamente, que no hubieran leído su declaración ante el juez Ruz. E incluso se comparó con la televisiva Belén Esteban para afirmar que, como ella, no tiene cuentas en paraísos fiscales, sino que es su banco (el BBVA) el que opera allí con su dinero (unos ocho millones de euros). “Es otro rasgo de su carácter, usar el 'pues anda que tú' ante las cosas que le pasan”.

“Genera empatía, pero si alguien se le atraganta puede elevar el tono. Es como un pero ladrador, lo hace sin mala fe... Luego se le pasa”, resalta un compañero de fatigas. Otra fuente cercana interpreta su temperamento como una vía de escape la “la presión de tener que hacer el trabajo sucio” de la familia. Victoria Álvarez, su célebre examante, le acusó de ser un “obseso” y un hombre “agresivo” en la entrevista con la líder del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho. Le alabó, en cambio, como compañero de cama. Álvarez es la espita que halló la policía para actuar contra los Pujol y su denuncia -citó bolsas con billetes de 500 euros que, supuestamente, traía de Andorra- provocó el inicio de la investigación sobre el primogénito. “Pese a todo, nunca le he oído decir una mala palabra de ella”.

Pujol considera que Mas "gestor gris", con el que Cataluña "no va a ningún sitio", según sus allegados

Esa faceta, la de sus relaciones personales, es de las más controvertidas. “No es un playboy, como se dice”, afirma un amigo. Otras fuentes señalan que las mujeres son su perdición. Pero todos coinciden en que, cuando inicia una relación, hace a su pareja “partícipe de sus cosas, de sus viajes... de todo”. Una de las leyendas que se le atribuyen es que lleva una vida loca, desenfrenada. Sus conocidos, para bien o para mal, lo niegan. “Por la noche, lo encuentras en el sofá de su casa. Es un tío súper discreto. Tiene la misma scooter desde hace diez años”.

Frente a la etiqueta de sibarita, sus amigos defienden que es un “hombre austero”. “Le gustan los coches de lujo y tener una casa de puta madre en la Cerdanya, pero es capaz de dormir en un refugio de montaña incómodo”. Júnior posee una casa rústica en el pueblo de Bolvir -en el Pirineo catalán, a menos de hora en coche de Andorra- una mansión de 1.000 metros cuadrados en Pedralbes -el barrio de Messi o Urdangarin, entre otros- y coches antiguos -Ferrari, Jaguar, Mercedes- que desgranó con deleite en el Parlament. “Le encantan los coches, puede estar hablando horas, los persigue por medio mundo y tiene a un mecánico que le ayuda a encontrar piezas”. “Es un hombre de acción: le gusta esquiar, escalar...”, insisten esas fuentes. Va al gimnasio a menudo y conserva un buen estado físico y una robustez que le ayudan a transmitir energía. “Cuesta quedar con él, porque viaja mucho” y prefiere, dicen sus conocidos, “el contacto en persona”.

Júnior no es ajeno a las cacareadas raíces cristianas de la familia. A los 24 años afirmó, en una entrevista a EL PAÍS -una de las pocas, si no la única, que consta en hemerotecas- que iba cada domingo a misa. “Ahora no creo que lo haga”, sonríe una fuente, “pero sigue haciendo obras de caridad y filantropía; donó dinero, por ejemplo, para restaurar el campanario de la basílica de la Mercè”, en la Barceloneta, el barrio marinero de Barcelona. También ha ayudado, a través del deporte, a afianzar el concepto de Països Catalans. “Ponía a gente en contacto y buscaba financiación para el USAP”, el equipo de rugby de Perpiñán, en la llamada Catalunya Nord.

El rugby fue su gran pasión juvenil. “No era un jugador brillante, pero sí concienzudo y buen compañero. En el campo era valiente”, rememora un compañero de la categoría absoluta del Barça con el que ganó, en 1983, la Copa del Rey. “Por ser hijo de quien era, los otros equipos iban a por él. Un día, contra la Santboiana, le abrieron la cabeza de la frente a la coronilla”, recuerda entre risas. Al mayor de los Pujol le dieron 75 puntos de sutura. “No se arrugó. Estoy seguro de que, si se corta el pelo al cero, aún se le ve la cremallera”.

Jordi y Marta, sus padres, “no iban casi nunca a verle”. En el campo, solía ocupar la posición de medio melé; o sea, dirigía la masa de hombres que arremeten unos contra otros, abrazados, pero sin entrar en ella. Pese a todo, el excompañero no cree que tuviera dotes de liderazgo. “Es la típica persona a la que nadie le había contradicho nunca. No era tanto un líder como una persona acostumbrada a mandar”. En el Parlament, acentuó su imagen de lobo solitario: “No soy capaz de dirigir a gente”.

Aunque se apuntaba con normalidad al llamado “tercer partido” -el momento de compartir bromas y cervezas con los otros jugadores- Júnior“tenía su grupito, donde mandaba”. “A los que le bailaban el agua, los menospreciaba”, recuerda. Algunos de esos “pelotas”, recuerda, empezaron como mossos y acabaron teniendo cargos de responsabilidad en la Generalitat y en importantes empresas privadas. Hace tres años, se reencontraron casi todos en un pub irlandés de Barcelona.

Como Àngel Guimerà en Terra Baixa, Jordi Pujol Ferrusola distingue con claridad los conceptos “arriba” y “abajo”. Y, sobre todo, sabe en qué lugar se encuentra él. En el Parlament, dijo que fue destinado por Convergència “allí abajo” -en alusión al casco antiguo de Barcelona- y afirmó que es importante crear industria en África para que “no suban” y “se ganen la vida allí”. Ese clasismo casi innato, propio de quien ha visto la vida desde la zona alta de Barcelona y se ha movido en sus círculos de poder, lo percibió también el periodista que le entrevistó en 1983. Es vecino de Singuerlín, un barrio del extrarradio de una ciudad del extrarradio: “Me dijo: 'tú eres de Santa Coloma, ¿no? Pues allí es donde tendrían que construirse campos de rugby. Así todos los quinquis canalizarían la agresividad en el deporte y habría menos delincuencia”.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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