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TEATRO

Bombas de racimo bajo el mantel

'Vilafranca' se ha estrenado en el marco de la Capital Cultural Catalana 2015

Una escena de 'Vilafranca, dinar de festa major', de Jordi Casanovas.
Una escena de 'Vilafranca, dinar de festa major', de Jordi Casanovas. JORDI GARCIA MONTE

Jordi Casanovas no tiene la culpa de que los seres humanos sean limitados incluso en sus contiendas domésticas. Con siete pecados es suficiente para llamar al Armagedón. Lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbia; todo se intensifica alrededor de una mesa preparada para celebrar una reunión familiar. La situación perfecta para una guerra de frentes múltiples y cambiantes: padres contra hijos, nueras contra suegras, cuñados con cuñados. Los clásicos tenían suficiente con someter a sus personajes al tira y afloja de Eros y Tánatos, pero desde que la burguesía, sus ritos y moral ocuparon la centralidad dramática, hay que recurrir a la infinita combinatoria de los vicios capitales de la cristiandad para hablar sobre algo tan común como la familia.

VILAFRANCA

De Jordi Casanovas. Dirección: Jordi Casanovas. Intérpretes: Marta Angelat, David Bagès, Manel Barceló, Lluïsa Castell, Georgina Latre, Vicky Luengo, Àurea Márquez, Marc Rius, Manuel Veiga, David Vert, Anna Ycobalzeta. Auditori Municipal. Vilafranca, 19 de febrero.

Jordi Casanovas no tiene la culpa de que Vilafranca suene a historias conocidas, con sus variables y matices, pero en su matriz única y repetida. Crónicas de una misma guerra relatada en Festen de Thomas Vinterberg, Osage County de Tracey Letts, Sabato, domenica e lunedi de Eduardo De Filippo o Mamá cumple cien años de Rafael Azcona. Las diferencias son mínimas. En el tono, en la densidad de los personajes y en la intensidad del conflicto que se quiere presentar. En el tercer título de la trilogía de la identidad (después de Pàtria y las dos versiones de Una història catalana) la oferta en bombas de racimo es innecesariamente generosa, como si al autor le costara dejar algún pecado pendiente de uso para aumentar aún más los daños materiales e humanos. Cuando todo parece encarrilado hacia el desenlace siempre se puede introducir un poco de lujuria e infligir una última herida a cualquiera de los personajes. ¿Era necesario? Quizá no, pero la tentación es grande de ampliar el listado de bajas. ¿Es necesario que aparezca el Alzheimer? Depende de cuanta verdad o cuanta utilidad trágica aporte.

Jordi Casanovas no tiene la culpa que la televisión haya vulgarizado este escenario cruento, que la gran crisis de la familia entre cada día en nuestros hogares para hacerse muy familiar. Ya no nos sorprende la violencia de esas situaciones explosivas pasadas por el cedazo de la ficción. Sólo la calidad del autor marca la diferencia entre un capítulo de La Riera y el gran drama. Vilafranca está muy bien escrita y cuando se hayan ajustado algunos tiempos (situaciones demasiado explicativas, finales forzados sólo para tocar la fibra) y controladas algunas interpretaciones, estaremos ante un excelente drama que conectará como un enchufe sentimental con el público que se siente cómodo con textos que plantean experiencias reconocibles. Ha superado al maestro Benet i Jornet en su propio campo y lo hace con un título que por ahora ya nos regala las estupendas actuaciones de Lluïsa Castell, Marta Angelat y Manel Barceló.

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