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Jueces del buen gusto

Durante dos siglos la Academia de Pintura y Escultura de París decidió qué era bueno y qué era malo

'Tamar', 1875, de Alexandre Cabanel.
'Tamar', 1875, de Alexandre Cabanel.

Eduard Manet, Claude Monet, Frédéric Bazille, Pierre-Auguste Renoir, Camille Pissarro, Alfred Sisley, Paul Cézanne o Edgar Degas son algunos de los nombres imprescindibles que jalonan la historia del arte. Además de su indiscutible maestría, todos tienen en común el haber sido rechazados en el Salón de París, la institución ligada a la Academia de Pintura y Escultura en la que durante dos siglos se decidía lo que era bueno y lo que era malo. Lo “malo” para ellos ya lo conocemos y, como ejemplo, ahí están los artistas mencionados.

Sobre lo “bueno”, sobre el arte oficial, hace mucho que no se sabía nada y solo el espectador puede decidir si valía la pena el descubrimiento. La exposición El canto del cisne. Pinturas académicas del Salón de París, que hasta el 3 de mayo se puede ver en las Salas de Exposiciones Recoletos de la Fundación Mapfre, es una oportunidad única para acercarse a ese mundo casi desconocido.

Procedentes de los fondos del Museo de Orsay, hacía 30 años que las obras no habían sido expuestas en museos extranjeros, según aseguró durante la presentación de la exposición A. Guy Cogeval, presidente del museo parisino. Las 80 obras que recorren las salas, casi todas de gran formato, son todas aquellas que presumían de ser lo opuesto a las vanguardias y, sobre todo, del impresionismo, el movimiento francés por excelencia.

Decorativas para el gusto de la época, su contemplación actual deja la retina saturada de escenas orientales, acumulación de desnudos de cuerpos perfectos o retratos más que complacientes.

La exposición renuncia al orden cronológico para centrarse en los grandes géneros académicos y en el diálogo entre sus protagonistas. Así, el primer espacio está dedicado a la importancia que estos artistas daban a la antigüedad. Los comisarios, Pablo Jiménez Burillo y Guy Cogeval, señalan que durante todo el siglo XIX el ideal clásico se utilizó con una lectura más libre y crítica de la que existía en la tradición. Como herederos de un concepto de belleza inamovible, los artistas del Salón presentaron un modelo carente del contenido revolucionario y moral que caracterizaba a los modelos originales. Como ejemplo, señalan que la libertad alegórica de Ingres en un desnudo como El manantial evoluciona hacia obras como La pelea de gallos, donde Gérome elimina todo discurso político o filosófico, sustituyéndolo por los placeres sencillos de una escena en apariencia cotidiana, donde dos jóvenes asisten a una pelea de gallos en algún lugar de Grecia. Esta obra encarna el abandono de uno de los principios fundamentales de la pintura de historia tal y como la habían entendido los pintores neoclásicos, pues ahora las escenas heroicas y moralizantes de la antigüedad griega y romana quedan en un segundo plano, reforzando la idea de un exotismo despreocupado o lejano.

El desnudo, tema esencial en historia de toda academia, se convirtió en París en el tema principal. Fue la seña de identidad más clara de los artistas académicos. Al igual que en el Renacimiento, el cuerpo era la medida ideal a partir de la cual explicar el mundo. Una de las piezas principales de este exitoso género es El nacimiento de Venus o Ninfa raptada por un fauno, de Cabanel, donde el paso de ballet que parece simular la ninfa genera una escena clásica y ordenada, alejada de cualquier tensión.

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La pintura histórica y los paisajes orientalizados consumen una buena parte de la muestra. Como en ningún otro tema, se comprueba aquí el interés decorativo de todas estas pinturas. La mirada hacia el pasado no es hacia un episodio concreto ni se buscan episodios ejemplificadores o morales. Se buscan los episodios más novelescos y con decorados más aparatosos. Los fondos de cartón piedra aparecen de manera teatral en muchas pinturas. Un ejemplo perfecto es el desmesurado cuadro titulado Campaña de Francia, 1814, de Ernest Meissonier; una obra centrada en un Napoleón en retirada, aunque no vencido, mostrando una versión del emperador casi humana.

El canto del cisne. Pinturas académicas del Salón de París. Salas de Exposiciones Recoletos de la Fundación Mapfre. Hasta el 3 de mayo.

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