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Juego de tronos en la Gran Vía

La coincidencia estratégica de Kutxabank y BBK de procurar ya una mayor eficiencia al banco crea tensiones bajo la inquietante sombra del ‘caso Cabieces’

Gregorio Villalabeitia, a la derecha, el pasado mes de noviembre acompañado por los presidentes de las tres cajas vascas.
Gregorio Villalabeitia, a la derecha, el pasado mes de noviembre acompañado por los presidentes de las tres cajas vascas. FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Una diagonal separa en plena Gran Vía de Bilbao los dos edificios donde se asiste desde hace más de cuatro meses a un auténtico Juego de tronos sobre el futuro inmediato de Kutxabank. Pero es una distancia infinitamente corta comparada con el hondo alejamiento estratégico al que se ha asistido durante todo un año entre Mario Fernández y Xabier Sagredo, los presidentes del banco vasco y de su máximo accionista, la BBK, respectivamente. 

Todo un ejercicio plagado de reiteradas situaciones demasiado hilarantes que afloraron primero con la abrupta renuncia de Fernández y, después, con el insólito estallido del caso Cabieces. Eso sí, nadie con criterio en cada uno de los dos edificios se atreve a asegurar que las sorpresas se hayan acabado. Vaya, que el ventilador se detenga mientras continúan las auditorias internas, se desatan los nervios por el previsible cambio de equipo directivo en Kutxabank y la juez inicia sus primeras pesquisas sobre la petición de imputaciones.

¿Por qué se encendió la mecha del pago irregular al político socialista recién llegado Gregorio Villalabeitia al poder?

Asiain nunca contó para Fernández y ahora tampoco entra en los planes

Con el paso de los días y pese a la superposición de versiones muy interesadas, se descarta el exclusivo ánimo de vendetta del presidente de Kutxabank sobre su antecesor, aunque su falta de tacto en la resolución de la “irregularidad” le acabe señalando con el dedo y aliente, de paso, las sospechas de Fernández y el malestar de empresarios y políticos afectados por los daños colaterales. “A Villalabetia le ponen en un brete cuando le cuentan lo del pago y como cree que es una trampa para comprometerle recién llegado corta por lo sano”, resumen personas próximas a los principales protagonistas que son, fundamentalmente, Fernando López de Eguilaz, director de Recursos Humanos, e Ignacio Sánchez Asiain, director general de Negocio del banco vasco. Según las versiones más coincidentes, ambos entienden que Villalabeitia debe ser informado del pago ordenado por Fernández en favor de Cabieces y que éste recibe no todos los meses desde marzo de 2012. Eguilaz había sido una persona fiel al anterior presidente y en su círculo más íntimo cunde la sensación de que “no le quedó otro remedio que desvelar el pago”.

Sánchez Asiain, en cambio, nunca gozó de la confianza de Fernández. Le ocurre lo mismo ahora con el nuevo patrón. Curiosamente los tres han formado parte de la familia del BBV y es ahí donde algunos directivos de segundo rango creen que anidan las diferencias y los recelos.

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Xabier de Irala aceptó una alta recomendación en Madrid para incorporar a Sánchez Asiain como mano derecha. La enfermedad de Irala y su relevo por Fernández trastocaron los planes. El nuevo presidente “entretuvo” a Asiain con algunos cometidos, pero nunca le confió el auténtico mando. El negocio nunca se ha impuesto a la solvencia bajo el mandato de Fernández. Además, el presidente no se recataba en cuestionar las capacidades del directivo, recordando con cierta ironía sus pasos poco firmes en su aprendizaje por el BBVA. Por si fuera poco, cuando Asiain se incomodó por su situación, Fernández atribuyó al PNV el freno a su ascenso. El EBB nunca ha recibido una propuesta sobre el futuro profesional sobre Asiain. Y, desde luego, tampoco es previsible que Villalabeitia lo haga ahora, además sin consultar.

Ocurre que el negocio de Kutxabank no da los ratios de eficiencia mínimamente aceptables y en la nueva etapa se va procurar voltear la situación. Así las cosas, Asiain tendría los días contados para seguir al frente del negocio generándose una tensa situación de expectativa en su entorno, de donde podrían filtrarse incómodas situaciones para el nuevo orden jerárquico. El sueldo de Villalabeitia es todo un aviso a navegantes.

En cambio, con el nuevo presidente Sagredo no se sentirá marginado para defender sus planteamientos bancarios aunque ambos permanezcan en edificios diferentes. El presidente de BBK, muy afectado personalmente por los impactos mediáticos que le atribuyen una intermediación decisiva en esta guerra interna pero que niegan sus más próximos, activará, por fin, su hoja de ruta que jamás pudo aplicar con Fernández. Quedarán atrás los vacíos sufridos en silencio pero rodeado de un puñado de fieles, así como su aislamiento, que comenzó el mismo día en que se encontró sin despacho ni ordenador recién estrenado su cargo.

BBK desea potenciar el triángulo Obra Social, participadas y negocio bancario

Villalabeitia comparte con Sagredo que es insostenible el raquítico dato de eficiencia de Kutxabank, maquillado en más de un ejercicio por la venta de participadas que resultaron en ocasiones tan dolorosas como ocurrió con Enagás. Más allá de las intrigas previas de una convulsa situación interna, ambos presidentes comparten la necesidad de procurar en el margen de dos años un mayor dividendo que en el caso de BBK le permita engrasar, con una visión de país, el triángulo conformado por Obra Social, participadas y negocio bancario.

Quienes le conocen aseguran que Sagredo nunca entendió las lecturas personalistas sobre la entrada de inversores que Fernández estrenó en aquel desayuno que amargó la mañana al presidente del EBB, Andoni Ortuzar, atónito al escuchar una apuesta societaria que el PNV jamás compartirá. Una barrera generacional, distintas cualificaciones profesionales y la falta de empatía impedían día a día la puesta en común entre las dos entidades.

Ahora, el escenario es otro aunque nazca ensombrecido por el caso Cabieces. Villalabeitia ha relativizado sus efectos en una respuesta que más de uno cree temeraria y no deja de sorprender por simple. En el edificio de enfrente se han limitado a observar, sabedores de que les sopla el viento de cara. El Juego de tronos no va con ellos. Solo hablan de cómo mejorar la eficiencia y encima tienen un plan.

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