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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El linchamiento de Monedero

Los defensores del 'statu quo' pretenden mostrar que no hay políticos honestos ni esperanza de que surjan

Enric Company

En una primera impresión puede parecer que el linchamiento mediático al que en las últimas semanas ha sido sometido el dirigente de Podemos Juan Carlos Monedero está directamente relacionado con el fraude fiscal. Un político que no cumplía sus obligaciones fiscales, uno más, hay que decir, ha sido pillado en falta. Pues denuncia al canto, que pague, y asunto concluido.

Pero no, desde luego que no. Lo relevante del caso es que no se trataba de un político más. Monedero es uno de los principales impulsores de un partido político que ha tenido la osadía de lanzar un desafío en regla, una enmienda a la totalidad, al sistema de partidos imperante en España desde 1982, con la declarada pretensión de lanzarlo al basurero de la historia como un modelo inservible, un estorbo para el progreso del país desde el momento en que ha quedado reducido a mero comedero para sus usufructuarios directos: las burocracias del bipartidismo y sus entornos.

Monedero, Íñigo Errejón, Pablo Iglesias y sus compañeros han tenido habilidad política suficiente como para que en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014, la amenaza de desestabilización del todavía vigente sistema de partidos resultara de pronto muy verosímil. Con un PP carcomido por la corrupción hasta límites insostenibles, con un partido socialista arruinado por la insalvable contradicción de haberse convertido en sumiso y eficaz agente local de las recetas económicas del neoliberalismo dictado desde Bruselas y Berlín, en España ha sucedido de pronto algo lógico y elemental: la necesidad de liberarse del dogal ha creado el órgano adecuado para ello. Es decir, las amplias capas de población conscientes de ser víctimas de unas políticas económicas y fiscales ideadas para extraerles sin escrúpulo alguno los recursos con que pagar una deuda desorbitada —que como recuerdan los economistas es sobre todo deuda de las empresas y del sector financiero— parecen decididas a poner su voto a disposición de un partido que rechaza en bloque el modelo causante de su ruina creciente. Es decir, a dar la espalda tanto al PP de Bankia, Gürtel y las mil y una corrupciones asociadas a su gestión del poder, como a un partido socialista desnaturalizado por el sometimiento a una idea del realismo político que ha dejado de lado su primitiva razón de ser: la representación de los de abajo.

Hubo un momento, cuando el desafío contra el modelo se vislumbró con toda la potencialidad del apoyo electoral ya recibido, ese casi 8% de votos, con tendencia a subir, en que tanto el PP como el PSOE y en general el universo mediático español adaptado al bipartidismo tuvo un espasmo de desconcierto. ¿Será posible? ¿Caerá el esquema que ha dado más de tres décadas de estabilidad? Aquel momento duró poco. Los defensores del statu quo empezaron a buscar y rebuscar, no entre los defectos del propio modelo en vías de impugnación, no entre sus propias debilidades y contradicciones, sino en los eventuales pecados del adversario. Así fue como, hurgando, se descubrió que Íñigo Errejón era un profesor becario que no cumplía su horario o sus deberes presenciales en la universidad de Málaga.

Los defensores del 'statu quo' buscaron, no entre los defectos del modelo en vías de impugnación, no entre sus contradicciones, sino en los eventuales pecados del adversario

El asunto en sí, sin embargo, tenía tan poca entidad que estaba fatalmente destinado a resultar insuficiente. Era no obstante un indicio claro de por dónde iban a ir las cosas, de mostrar a qué están dispuestos a recurrir los partidos del statu quo cuando se sienten seriamente amenazados. Era el primer aviso: preparaos, porque quien ha tenido la desvergüenza de retar a los grandes va a tener que mostrar sus vergüenzas en público. Era el anticipo del striptease fiscal a que se ha obligado a Monedero. Este episodio no tenía, ni de lejos, una finalidad recaudatoria, ni económica, ni ejemplarizante, ni nada parecido. Era, es, sobre todo, un canto a la inmoralidad. La exhibición desvergonzada del gran argumento de los corruptos y los corruptores. “Mirad, estos que os habían prometido limpieza en la gestión pública y honestidad en el manejo del dinero de todos, honradez ciudadana y responsabilidad republicana, son como todos: también defraudan a la Agencia Tributaria”. O, dicho de otra forma: “Abandonad vuestras ilusorias esperanzas de regeneración democrática, vuestras ilusiones de un tiempo nuevo para una moralidad pública nueva”.

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El mismo ministro Montoro, que figura en la lista de dirigentes del PP que presuntamente cobraron sobresueldos en negro, el mismo que se reúne en esa sede del partido de la calle Génova presuntamente pagada con dinero negro, tiene la osadía de proclamar que los ciudadanos no tienen por qué confiar menos en él y en el PP que en el Podemos de Monedero. Os engaña: es como nosotros, como todos, viene a decir triunfante. Lo que el linchamiento de Monedero proclama es que esa nueva fuerza política que ha tenido la insensatez de pretenderse nueva y distinta está hecha con el mismo material que las demás. Y lo que quiere reforzar es la idea reaccionaria en su más pura acepción: no hay esperanza de verdadera mejora, no hay otra política posible. Abandonad vuestras ilusiones de cambio, dejad que sigamos gobernándoos.

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