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CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Testamentos musicales

Un recital del pianista Sir András Schiff con lo mejor de Mozart, Beethoven, Haydn y Schubert

Un recital de pianista con lo mejor de Mozart, Beethoven, Haydn y Schubert, por este orden. Interpretados por un hombre maduro (1953) pero en plena capacidad, sereno, en las antípodas del exhibicionismo o de cualquier demostración de habilidades virtuosísticas. ¿Se puede pedir más?

Así fue el concierto de Sir András Schiff en el Palau dentro del ciclo Palau 100. Un concierto redondo, enorme. Un concierto, además, de inteligente programación, una sesión fabulosa de “testamentos musicales” integrada por las penúltimas sonatas de cada uno de los autores citados y que forma parte de un proyecto de tres años de duración que presentará las tres últimas sonatas de cada compositor, obras quintaesenciadas, finales, definitivas en donde cada uno dio lo mejor de sí mismo.

Schiff vive en paz con las obras, son sus amigas de toda la vida y su relación con ellas es fundamentalmente de amor y respeto.

La Sonata núm.17 K.570 de Mozart fluyó fácil con un fraseo elegante, bien dibujado, sin amaneramiento y con un divertido y travieso juego de preguntas y respuestas. A la Sonata núm. 31 Op.110 de Beethoven quizá se le podrían haber apretado un poco más las tuercas, al viejo sordo gruñón le va la brega, la opción tranquila de Schiff, sin embargo, también estuvo bien. Bien, la Sonata núm. 61 Hob. XVI:51 de Haydn y superior, fantástica la extensa Sonata en La Mayor D.959 de Schubert perfectamente expuesta y explicada en sus sorprendentes contrastes, tensiones. Un regalo añadido vino con el instrumento. András Schiff interpretó el programa citado en un piano vintage, un antiguo y hermoso Bechstein de concierto construido en 1921 que el legendario Wilhelm Backhaus utilizó en algunas de sus grabaciones. Un instrumento dulce, de sonido aterciopelado que no tiene nada que ver con la sonoridad brillante y un punto agresiva de los Steinway o Yamaha de concierto actuales, una sonoridad que encajaba perfectamente con el tocar sereno, sabio y amoroso de András Schiff.

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