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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Podemos y el laberinto catalán

El hecho de que CiU forme parte de la casta impide alianzas rupturistas en Cataluña

Enric Company

A tres meses y medio de las elecciones municipales y autonómicas ¿cuántos partidos están en España suficientemente movilizados como para llenar el centro de Madrid de manifestantes? El sábado se comprobó que el más joven de todos, Podemos, sí ha sido capaz de hacerlo. El nuevo partido se ha convertido en el portaestandarte de las protestas contra la política de austeridad aplicada en España por el Gobierno actual y el anterior y a la vista está que ganas de protestar hay muchas.

Una de las condiciones que ha facilitado que Podemos se alce en menos de un año y tan fácilmente con el liderazgo y el protagonismo de la protesta es su airada denuncia de la asunción acrítica por los partidos hasta ahora gobernantes (PP, PSOE y CiU) de una política económica diseñada para los intereses de economías como la alemana y otras de su área inmediata, si acaso, pero no para las del sur de Europa. La denuncia del acomodo de los dos grandes partidos españoles a las conveniencias del sector financiero y de las grandes empresas por él controladas ha convertido a Podemos en el catalizador de un malestar que está ahí, sacudiendo España. Es el mismo que recorre las banlieues de media Europa.

Conviene recordar. El programa económico neoliberal defendido en su momento en Francia por Nicolas Sarkozy fue derrotado en las urnas. Que luego el socialista François Hollande se haya visto obligado a acomodarse a él habla, sobre todo, de su aislamiento en la Unión Europea dirigida por Angela Merkel. Y de la confusión en que se mueve la socialdemocracia europea. Pero el programa económico de la troika acaba de ser sonoramente derrotado también en Grecia. Y todos los observadores vaticinan que lo más probable es que sea derrotado también en España en las elecciones de otoño. En realidad, el PP ascendió al Gobierno en 2011, recuérdese, prometiendo cínicamente que no aplicaría ese programa. Prometió que no subiría los impuestos, y los subió a las pocas semanas de ganar las elecciones. Prometió que no recortaría las prestaciones de la sanidad, la educación pública y los servicios sociales y los recortó. Prometió que crearía empleo y ahora hay más paro que cuando llegó al Gobierno. Ha recortado los derechos laborales al dictado de la patronal a pesar de que prometió que no lo haría. Prometió que no bajaría las pensiones y eso ha consistido en subir siete u ocho euros al mes las pensiones altas y uno o dos euros las pensiones bajas y medias. Una burla infringida al mismo tiempo que se instauraba el copago de las medicinas de la Seguridad Social.

Los españoles pueden sentir legítimamente que han sido engañados y mal gobernados por las élites financieras y políticas Martin Wolf

A la vista de todos está que la desigualdad económica ha crecido desde que estalló la crisis y, si acaso, lo sorprendente es la moderación con que el desastre social ha sido encajado. De esto hablaba la semana pasada en su paso por Barcelona un analista liberal tan reputado como Martin Wolf, del Financial Times. “Me sorprende cuán estables están las cosas por aquí. Desde su pico, en España la demanda interna ha caído un 20%; el PIB ha bajado un 10%, los salarios se han reducido enormemente, el paro está en unos niveles increíblemente altos. Si yo fuera español sentiría que los dos grandes partidos han fallado. Permitieron el boom inmobiliario. Los españoles pueden sentir legítimamente que han sido engañados y mal gobernados por las élites financieras y políticas”.

Y entre los españoles, los catalanes, claro. La casta política que Podemos denuncia en el Madrid capital de España es menos bipartita pero no menos casta en la Cataluña configurada por las décadas de pujolismo. Los juzgados van llenos estos días de asuntos que hablan, sobre todo, de hasta qué punto destacadísimos dirigentes de CiU creyeron vivir en la impunidad, hasta qué extremo creyeron que podían obtener beneficios privados de la gestión de los asuntos públicos. Quizá haber incluido a la casta catalana en la denuncia de la española sea el dato que ha provocado el rechazo de Podemos por tantos portavoces del independentismo.

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Este es un aspecto llamativo de la actualidad política catalana. Podemos e Izquierda Unida son las fuerzas políticas españolas que han adoptado posiciones más positivas y comprensivas respecto del malestar catalán que alimenta al independentismo. Estas dos fuerzas tienen un interés común con el independentismo, pues persiguen también la ruptura del statu quo político y eso debería llevarles objetivamente a converger. Sin embargo, el hecho de que el movimiento independentista esté codirigido por la derecha nacionalista y Podemos identifique a CiU como parte de la casta política a echar del poder les impide tenderse la mano y ayudarse o apoyarse. Tal como están las cosas, es ilusorio pensar que el proceso catalán pueda ser dirigido en solitario con éxito por la izquierda. Y sin embargo, ¿con quién piensa Esquerra Republicana que podría negociar una eventual independencia? ¿Con quién cree Podemos que puede contar para emprender una reforma a fondo del modelo político español, un proceso constituyente o algo que se le parezca?

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