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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Prohibido hablar de santos y mártires?

El veto del cardenal Martínez Sistach a un teólogo para hablar de santos y mártires católicos en un espacio cristiano, ¿no es contradictorio?

Mi año nuevo comenzó con una generosa invitación para hablar de santos y mártires latinoamericanos en Casa Amèrica de Catalunya y en la parroquia barcelonesa de Sant Medir: monseñor Romero, arzobispo de San Salvador (El Salvador), asesinado en 1980, próximo a la canonización por el Vaticano y ya canonizado por el pueblo, e Ignacio Ellacuría, teólogo y filósofo asesinado por el sanguinario batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño en 1989. Santidad y martirio: temas muy cristianos, teológicos y en sintonía con el contexto: en un distrito llamado Sants, en un lugar religioso con nombre de santo, Sant Medir y bajo la imagen del mártir Jesús de Nazaret. Sin embargo, para sorpresa de propios y extraños, el arzobispo de Barcelona, cardenal Lluís Martínez Sistach, ordenó “taxativamente”, afirma el párroco Enric Subirá, prohibir la conferencia.

Al final, terminó celebrándose en un local de Esquerra Republicana, bajo el emblema del partido independentista y con participación de un público numeroso, convocado por la figura de Ellacuría, que días antes de su asesinato recibió en Barcelona el Premio Alfonso Carlos Comín concedido a la UCA, y quizá también al reclamo de la prohibición episcopal.

Prohibir a un teólogo hablar de santos y mártires en un espacio católico, ¿no resulta contradictorio? En este caso parece que no. No es que al arzobispo de Barcelona no le gustara que se hablara de santos y de mártires, sino de estos santos y mártires, Romero y Ellacuría, asesinados por haber optado por los excluidos, haber condenado la represión militar del Ejército salvadoreño contra el pueblo, haber denunciado la acumulación de la riqueza en muy pocas familias y haber defendido la paz y la justicia por la vía de la negociación. Por eso los mataron, ¡no por recitar el credo niceno-constatinopolitano! “No conozco a nadie”, decía Albert Camus, “que haya dado su vida por defender el argumento ontológico de San Anselmo”. Yo tampoco.

Para Sistach, esos santos y mártires quizá sean incómodos, porque hoy criticarían su modo autoritario de gobernar la iglesia de Barcelona, su alejamiento del pueblo y su sumisión, en este caso al menos, a la organización Germinans germinabit, que le exigió la prohibición de la conferencia. Es posible que a él le gusten más los santos de postín, conforme a su condición de Príncipe de la Iglesia como cardenal que es.

Quizá le hubiera resultado menos incómodo que yo hubiera hablado de “política catalana”

Quizá le hubiera resultado menos incómodo que yo hubiera hablado de “política catalana”. Pero no eso lo que pidieron. ¡Normal! Un castellano viejo —soy palentino— hablando de política catalana sin ser experto en la materia resultaría, cuanto menos, pintoresco Se lo dejo al cardenal que, como buen eclesiástico en ejercicio, puede hacerlo con mayor competencia.

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Sucede, además, que a quien prohibió la conferencia sobre Ellacuría fue al director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, editor y coautor de tres libros sobre Ignacio Ellacuría, el último Ignacio Ellacuría. Utopía y teoría crítica, editado junto con L. Alvarenga, en el que colaboran profesores de la Universidad Centroamericana (UCA), de la que fue rector, y de otras universidades. ¿Es incompatible para el arzobispo de Barcelona el trabajo pastoral con el saber universitario? ¿Un profesor universitario no puede hablar en un espacio sagrado? ¿Vuelve a declarar reñidas la Academia y la Iglesia, como hiciera el teólogo Tertuliano (ca. 160-ca 220)?

A mi juicio, con la prohibición, el arzobispo ha cometido al menos cuatro “agresiones”, no cruentas ciertamente, pero no por ello menos graves: contra Ignacio Ellacuría, prestigioso universitario e intelectual reconocido internacionalmente, que además fue asesinado por defender la democracia, la justicia y la libertad en El Salvador; contra la Universidad Carlos III al vetarme como profesor de la misma; contra la Cátedra de Teología y de las Religiones que lleva el nombre de Ignacio Ellacuría, y, quizá la más importante, contra la libertad de expresión.

Según mis informaciones, Sistach es uno de los hombres de confianza del papa Francisco para llevar a cabo la reforma de la Iglesia en España. Pero flaco servicio está prestando a dicha causa con actitudes represivas de la libertad de expresión y del pluralismo religioso como esta. Ahora entiendo un poco mejor su actitud anclada en el modelo eclesiástico de Juan Pablo II y Benedicto XVI. La reforma de la Iglesia de Francisco no ha pasado los Pirineos.

Acabo de recibir un whatsApp que dice: “Juanjo, el obispo no te quiere, pero los catalanes tú sabes que sí. Un abrazo”. Me quedo con ese mensaje.

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría de la Universidad Carlos III de Madrid y editor, con Luis Alvarenga, de Ignacio Ellacuría. Utopía y teoría crítica (Tirant lo Blanch, 2014)

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