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El contable cifra en un 10% al año el agujero en la catedral

La Iglesia no informó a la policía de que faltaba dinero

Pedro Ceán, excontable de la catedral de Santiago.
Pedro Ceán, excontable de la catedral de Santiago.ÓSCAR CORRAL

“Había un silenciamiento discreto” de las cuestiones económicas en las reuniones del cabildo de la catedral de Santiago. “La información no se daba en su globalidad”, aunque “en 2007 se trasladó a los canónigos un informe de la situación económica general en el que se recogía que la caja no cuadraba”, “sin concretar” cantidades. Era un proceder “histórico”, “todos los administradores actuaban de forma similar”. El contable del Arzobispado de Santiago, al servicio también del gobierno de la basílica entre 2002 y 2012, confirmó ayer de esta manera, en la cuarta sesión del juicio por el robo del Códice, que su superior, el administrador, no alertó al resto de los canónigos del agujero detectado en las cuentas del templo, una situación que se prolongó hasta después de la detención del supuesto ladrón, Manuel Fernández Castiñeiras, en julio de 2012. Tal y como justificó la semana pasada el que por las fechas en que desapareció el manuscrito era deán, José María Díaz, la discreción era obligada porque en “un grupo formado por 19 personas” como el cabildo había que tomar cautelas contra las posibles filtraciones. Tantas, que ni él mismo fue informado seriamente.

Pero la cantidad que desaparecía no era precisamente menor: Pedro Ceán, el laico que ejercía de contable, calculó ayer que el dinero que cada año se esfumaba de la caja fuerte podía llegar a “un 10%” de la recaudación de la catedral, y que en 10 años, con dos jacobeos de por medio, esta pudo haber alcanzado los “20 millones”.

Según el informe que difundió el cabildo cuando, con el caso Códice, estalló el escándalo del dinero sin control que igual que entraba se escapaba de la basílica, la media anual de ingresos del templo es de 1.618.123 euros (2.228.938 en Año Santo y 1.465.420 en ejercicios ordinarios). Los investigadores calculan que Castiñeiras, el exelectricista de la catedral acusado de los robos, se llevó al menos 2,3 millones desde verano de 2000. En sus domicilios se hallaron 1,7 y el resto presuntamente lo invirtió en ladrillo. Ayer también declaró el responsable de una inmobiliaria en la que el acusado compró por 150.000 euros en metálico un ático en A Revolta (A Lanzada).

A lo largo del año que duró la investigación del robo hasta el arresto de Castiñeiras, su esposa y su hijo, también acusados en este proceso, ni el juez Taín ni los policías de la Brigada de Delitos contra el Patrimonio fueron informados por ningún miembro del cabildo de que también faltaba dinero. “No había ninguna denuncia ni nadie lo refirió”, dijo ayer el jefe del equipo, Antonio Tenorio. La sorpresa llegó después de la detención, cuando registraron sus viviendas. Había cantidades “ingentes” de billetes, y acabaron mandándolas al banco para contar. Tras el registro de su coche, además, se le incautaron 105 llaves. Y todavía tres días después apareció en el patio de luces de Milladoiro una maleta con 600.000 euros.

El contable describió en su declaración ese descontrol que se topó cuando fue contratado para informatizar los balances. Según dijo, le insistió al administrador, Manuel Iglesias, en que era necesario hacer arqueos de caja “al menos mensualmente”, pero “no se hizo”. El subalterno propuso otras medidas para “encauzar” el problema, como reducir el efectivo en la caja fuerte, realizar más ingresos de los fajos del cepillo en el banco, pagar menos al contado y acostumbrarse a hacerlo por transferencia. También nombrar una comisión delegada de cuatro canónigos y una oficina de gestión económica con auténticos técnicos en la materia que asistieran a esa comisión. Eran una serie de “mejoras”, pero eso “exigía reformar los estatutos” del cabildo, remover sus resortes seculares, y “no prosperó”. Quizás era demasiado revolucionaria la propuesta para una parte del cabildo, y las cosas no salieron “como se planteaban”: “Cuando se empezaron a implementar las medidas, la organización empezó a crujir por diversos sitios y hubo una marcha atrás”, recordó este empleado. Otro contable laico que coincidió con él en el tiempo marchó supuestamente frustrado después de ver durante dos años cómo no se escucharon sus ideas de renovación. Por decisión del arzobispo, en 2012, el año de la recuperación del Códice y del dinero, se traspasaron los poderes a la Fundación Catedral y hoy ya no es un canónigo, sino un economista procedente de la banca, el administrador de las cuentas.

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