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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El chantaje de los ricos

Se amenaza a los ciudadanos que están dispuestos a dar una oportunidad a quienes plantean alternativas a para contrarrestar la receta ya fracasada

Josep Maria Vallès

La mitad de la política actual consiste en el chantaje que los ricos hacen a la gente común”. No es la frase de un populista radical. La pronuncia el padre Brown, un sacerdote bajito y conservador que G. K. Chesterton inventó como detective de éxito en decenas de ingeniosas aventuras. Esta descarnada concepción sobre “la mitad de la política” formulada por el novelesco clérigo inglés encaja con lo que ocurre hoy en la política europea. Lo revela el debate suscitado por las elecciones griegas del 25 de enero. Como si quisieran confirmar el comentario del padre Brown, son los ricos —los mercadosy sus portavoces políticos— los que intentan atemorizar al electorado de un país empobrecido para exigirle que siga retribuyendo a sus prestamistas.

La campaña electoral griega es en realidad una campaña europea. Arranca ahora lo que se repetirá cuando se vayan convocando elecciones en otros países de la UE. Entre ellas, las diversas convocatorias a las urnas que 2015 deparará a los ciudadanos españoles. En esta campaña continental, los electores son más conscientes de que en la UE se toman decisiones con impacto sobre su vida cotidiana. Han abierto los ojos a datos incontrovertibles que se les quisieron escamotear. Por ejemplo, que el volumen de la deuda contraída por Estado, empresas y familias de un creciente número de países es impagable. Que —con el argumento de corregir déficits presupuestarios— se están vulnerando principios de la vigente constitución por parte de quienes se desgañitan aludiendo a ella cuando les conviene. Que todo ello comporta un progresivo desguace del Estado de bienestar y la conversión de los derechos humanos en mercancía que unos pocos venden en régimen de cuasi monopolio. Que las condiciones de trabajo se deterioran gravemente. Que aumentan la pobreza y la desigualdad según organismos internacionales que no hace mucho consideraban aquella desigualdad como incentivo para la competitividad.

Resonará en esta campaña por etapas una persistente amenaza dirigida a los eventuales votantes de formaciones políticas menos dóciles al chantaje de quienes afirman que no existe alternativa al dictado de los mercados. Se amenazará a los ciudadanos dispuestos a dar una oportunidad a quienes tantean propuestas alternativas a una receta fracasada. Se amenaza además con la calificación de populista, que quiere tener el mismo efecto deslegitimador que en otros momentos tuvo la de terrorista. Se basan en ella para seguir promoviendo la misma medicina de reformas que ha llevado al enfermo a un estado catatónico. Como si esta medicina elitista —para contraponerla a la populista— hubiera conseguido el milagro de una recuperación vigorosa.

Aquellos a quienes el padre Brown tacharía de chantajistas se movilizaron al comprobar que su hegemonía ideológica se debilitaba. Ya no era creíble la utopía irrealizable del mercado ante la aplastante presencia de las grandes corporaciones que la desmienten. Ya no era admisible la reducción del ciudadano al papel pasivo de consumidor cautivo de presuntas soluciones únicas. Ha sido impugnada la mercantilización de los derechos fundamentales producida por la privatización directa o indirecta de tantos servicios públicos.

Pero la batería de amenazas se ha intensificado cuando lo que era un combate de ideas se ha trasladado a la escena de la competición política en la que han aparecido actores dispuestos a pasar de la discusión intelectual al impulso de un proyecto político y a someterlo al veredicto democrático de las urnas. Syriza es este actor en el escenario griego donde tiene lugar la primera ronda del nuevo ciclo electoral europeo.

Desde Bruselas, el presidente Juncker preferiría ver “caras familiares” en un futuro Gobierno helénico, y anuncia efectos funestos si los griegos rechazan democráticamente aquellas “caras familiares” que tanto sufrimiento les han infligido. Merkel y Schauble han irrumpido también en campaña como garantes de los acreedores financieros. Parecen olvidar que la quita y espera en el pago de la deuda propuesta por Syriza sería bastante menos drástica que la reducción y el aplazamiento concedidos a los alemanes cuando los mercados modificaron a la baja y de manera sustancial las obligaciones contraídas por Alemania entre 1914 y 1945 y que solo parcialmente fueran satisfechas décadas después.

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En España circulan también los primeros mensajes-amenaza. Llamó la atención la llamada a salvaguardar el bipartidismo lanzada por tres dirigentes de grandes empresas del Ibex, poco inclinados en otros tiempos a pronunciamientos públicos tan explícitos. Son parte del empeño por confundir a un sector del electorado que se plantea corregir de modo democrático unas políticas socioeconómicas con efectos tan nocivos para el futuro del país.

Cuando un compañero del padre Brown le señala que le parece absurdo imaginar que los ricos quieran chantajear a la gente común para ganar más dinero, el sacerdote le replica que lo absurdo es creer que los ricos nunca desean serlo más de lo que ya lo son. Sospecho que el clérigo-detective de Chesterton no modificaría su juicio a la vista de la política que algunos practican en Europa.

Josep M. Vallès es profesor emérito de Ciencia Política (UAB).

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