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El museo de Figueres compra un Dalí sobre la Guerra Civil

La Fundación Dalí adquiere 'Violetas Imperiales', de 1938, donde el genio ampurdanés muestra su preocupación por el conflicto bélico

'Violetas Imperiales',  obra de Salvador Dalí de 1938.
'Violetas Imperiales', obra de Salvador Dalí de 1938.

Violetas Imperiales, un cuadro descrito como “prodigioso y lleno de misterio” por el director del Teatro-Museo Gala Salvador Dalí, Antoni Pitxot, es la última adquisición de la Fundación Dalí. Con la compra de esta obra de 1938, la Fundación clausura los actos del 40 aniversario de la inauguración del Teatro-Museo y a la vez incorpora a unos fondos que se han ido ampliando desde 1991 con más de 300 piezas, la primera de esta época surrealista que muestra la preocupación de Dalí por la guerra. Oscurece la gama cromática de sus pinturas en las que el protagonista pasa a ser un teléfono, “símbolo de incomunicación”.

El genio ampurdanés pintó este óleo sobre tela de gran formato en un momento convulso. España está inmersa en la Guerra Civil y se avecina la segunda  Guerra Mundial. Para huir de este conflicto, los Dalí dejan Portlligat y visitan a amigos entre Italia, Inglaterra y Francia. Completan su periplo instalándose en la casa de Coco Chanel en la Costa Azul. Allí Dalí bautizó esta obra “oscura y nostálgica” con el título de una película de Henri Russell. Así, se puede decir que Violetas imperiales se creó en una serie de residencias provisionales que, de manera esporádica, fueron también talleres efímeros del artista.

Violetas imperiales contrasta con la luminosidad de las creaciones anteriores inspiradas en el Mediterráneo. Predomina un cromatismo lúgubre poco frecuente. Es una pintura en tonos sepia y azul Prusia, poco esperanzadora y de difícil interpretación. “No es una pintura sencillamente oscurecida, detalla Pitxot. "Dalí consigue este tono oscuro a base de acumulación de capas que se sedimentan de una pintura muy diluida, casi sin pigmento, con los médiums que él usaba, mezcla de óleo con resina de ámbar que se hacía traer de Holanda”, añade. También es poco frecuente, aunque usual en la época, la incorporación en su firma del nombre de Gala.

En el fondo de la imagen aparecen unas montañas esquematizadas que podrían ser la Sierra de Verdera. Abajo, una barraca de pescadores y el esqueleto de una barca. A mano izquierda, un adulto de la mano de un niño, un detalle que según la directora del Centro de Estudios Dalinianos, Montse Aguer, sería “autobiográfico”. También aparece una sombra negra que recuerda a la tapa del piano que Dalí reproduce en muchas de sus obras, mezcla “de paisaje y objeto”.

Los protagonistas indiscutibles son un teléfono en un plato de cerámica y tres sardinas fritas. “Dalí juega a deconstruir la realidad para sorprender”, asegura Pitxot. Usó en esta época al teléfono, lleno de melancolía, como elemento central del discurso de estas obras tiene que ver con el Pacto de Múnich, acuerdo firmado en 1938 con el objetivo de conseguir una paz que no llegó. “Dalí parodia este moderno aparato del momento que no aportó ninguna resolución efectiva”, detalla Pitxot. En seis cuadros aparece con su función informativa invalidad, entre ellos El momento sublime o El Enigma de Hitler. Según los expertos, es también “una anticipación del Pop Art”.

Las sardinas fritas, en primer plano, están presentes por un doble motivo “le gustaban como nutrición y plásticamente admiraba su gran belleza tanto por su riqueza cromática como plástica”, asegura el Director del Museo.

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El primer propietario de Violetas Imperiales fue el coleccionista Edward James, quien en 1941 lo donó al MoMA de Nueva York. Años más tarde fue subastado y adquirido por un coleccionista a quien lo ha comprado la Fundación. A partir de este martes y hasta pasado el verano podrá verse en el Teatro-Museo Dalí.

 

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