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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Cataluña profunda de los imanes

La presencia jihadista ha requerido un esfuerzo de los servicios de inteligencia, con la ayuda de Francia

La fábula política que supone un Islam plenamente integrado como parte de Cataluña ya chocó con la percepción social de fricciones en proceso acumulativo y ha constatado su incidencia oculta en desplazamientos electorales recientes. Llegan los imanes a la Cataluña profunda y se produce una disociación que contradice espectacularmente las dichas de un multi-culturalismo made in Barcelonay configurado como consenso más allá del cual —según tal doctrina— solo existen el racismo y la islamofobia. De una parte, esperamos del Islam la necesaria actitud de respeto por la ley del país que le acoge; por otra, son manifiestos los fervores bélicos de las mezquitas salafistas salmodiando un mensaje de intolerancia guerrera.

Entre los daños colaterales de las políticas multi-culturalistas está no distinguir entre dimensiones tan distintas, aplicar la ley sin rigor creíble o provocar la insatisfacción en zonas urbanas con elevada presencia inmigratoria reacia a la integración. Ese bloque inmigratorio inmune a la integración es en su mayoría de origen musulmán, pero sigue siendo políticamente incorrecto cualquier intento de que eso ya no sea innombrable. Ante la agresión islamista, es una gran peculiaridad la autoinculpación por parte de las sociedades abiertas y pluralistas. O mejor dicho, por parte de sus élites más progresivas, con lo que se produce una distanciación continua con la vida pululante de los barrios con más inmigración.

No es lo mismo una zona urbana en la que se ha superado el umbral de absorción inmigratoria que un vivero de terror islamista. Pero también hay que tener en cuenta que la penetración islamista —jihadista— en Cataluña no es insignificante. Las detenciones han sido numerosas, como en todo el Levante. La presencia jihadista en Cataluña ha requerido un esfuerzo especial de los servicios de inteligencia, en colaboración especialmente con Francia, lo que llevó a otro delirio victimista de los partidarios de la secesión, un delirio que fue atajado en su día por el consejero Ramon Espadaler. En realidad, la efectividad de los servicios de inteligencia en Cataluña es lo que ha provocado un desplazamiento parcial del jihadismo hacia Murcia y Valencia, a dos pasos del ferry Alicante-Argel.

¿En qué les ha podido defraudar el modo de vida europeo para que decidan luchar en las filas del Nuevo Califato para luego regresar a Francia, España o Italia con la idea de matar para poner fin al poder de Occidente?

En no pocas ocasiones, los efectos de reagrupación familiar sobrecargan la sanidad pública o alteran las dinámicas escolares. Ha habido un exceso de improvisación en las políticas de discriminación positiva en aspectos como la vivienda protegida o las becas comedor. Al igual, existen núcleos de inmigrantes sin papeles a los que incluso se ha concedido el voto en una consulta virtual sobre la independencia de Cataluña. Es posible que la Generalitat se ocupe más de catalanizar a los inmigrantes musulmanes que de contribuir a paliar un dilema que Cataluña comparte con el conjunto de España y de casi toda Europa.

El atentado contra el semanario Charlie Hebdo ha catalizado todo un vértigo que ya se define como generación 2.0 de alianzas terroristas. Volvemos a sopesar el difícil equilibrio entre libertad y seguridad. Fueron muy superficiales las críticas a la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Algo parecido ocurre con el angelismo en materia inmigratoria y, sin embargo, la sombra de la inmigración que rechaza integrarse —especialmente la musulmana— ha cambiado el mapa electoral de Europa. Un tema tan conflictivo fue tabú durante demasiado tiempo mientras se generaba una insatisfacción social que temporalmente tiene su contento en la demagogia.

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La calidad cívica de una sociedad puede medirse cómo reacciona ante imprevistos o, en el caso del islamismo, ante procesos de larga incubación. Para la conciencia europea es profundamente turbador que jóvenes ciudadanos cuya familia era originaria de países musulmanes estén dispuestos a ir a Siria o Irak a matar y morir, para regresar a Europa con el propósito de seguir matando en nombre de un Estado islamista. Nacieron en un hospital de la Seguridad Social, fueron educados en escuelas públicas de todas las naciones de Europa, sus familias estaban integradas en la red protectora del Estado del Bienestar. ¿En qué les ha podido defraudar el modo de vida europeo para que decidan luchar en las filas del Nuevo Califato para luego regresar a Francia, España o Italia con la idea de matar para poner fin al poder de Occidente? Es algo que va mucho más allá de una cuestión de pobreza o de resentimiento social porque en realidad tiene los ecos siempre indeseados de una declaración de guerra del Islam contra Occidente.

La existencia del jihadismo en España está más allá de toda duda, de tal modo que aunque en dimensión numérica inferior a Francia, su capacidad de reclutamiento en el mundo del fundamentalismo musulmán puede significar que, tras un período activo en el frente del Estado Islámico, el regreso a España constituya una misión destructora. Sabemos de las detenciones que efectúan la fuerzas de seguridad pero, lógicamente, ni tenemos información sobre las operaciones en curso ni sobre otras actuaciones que han atajado un acto terrorista. Mientras tanto hay quien prosigue culpando a Occidente de lo que hoy es un fanatismo específico del Islam radical.[PIEPAG]

Valentí Puig es escritor.

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