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“Verdaguer fue un cometa, y pasan muy pocos cometas...”

Andreu Carranza justifica su admiración por el literato catalán y universal en la novela ‘El poeta del poble’, premio Josep Pla 2015

Toni Polo Bettonica
Andreu Carranza ayer en Barcelona.
Andreu Carranza ayer en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI

Andreu Carranza (Ascó, 1957) novela una vida de novela, la de Jacinto Verdaguer (1845-1902), en El poeta del poble. Ayer le valió el premio Josep Pla. El escritor tarraconense no ha escondido nunca su admiración por el literato de la Renaixença y ahora le rinde homenaje "con pasión y sentimiento".

“El germen de la novela es un recuerdo nebuloso que yo tengo de mi abuela Maria, de la Fatarella, en la Terra Alta”, explica. “Yo debía de tener tres o cuatro años y ella me recitaba de memoria a Verdaguer. Por lo tanto, lo primero que escuché en catalán fue Verdaguer”. La figura del literato catalán no ha dejado de dar tumbos dentro de la cabeza de Carranza, galardonado en 2000 con el premio Sant Joan por Anjub. Confessions d'un bandoler, hasta que se propuso investigar y documentarse. “¿Quién es este poeta, que mi abuela, en pleno franquismo, en los años 60, recita de memoria?”, se preguntó. Y su admiración se vio justificada: “Se me abrió un personaje de novela, porque es el poeta en estado puro y mucho más, es un hombre excesivo en todos los aspectos”.

“¿Quién es este poeta, que mi abuela, en pleno franquismo, en sesenta, recita de memoria?”

“Verdaguer nació en Osona, en una una familia muy ortodoxa y no tenía de nada”, explica Carranza. “Pero acabó convirtiéndose en el capellán doméstico de la familia más influyente y poderosa del país, los marqueses de Comillas, durante 17 años en los cuales conoció a nobles, reyes, la reina Isabel, que se lo quiso llevar a la corte, Alfonso XII, el rey del Brasil (no sabía ni que hubiera reyes, en Brasil). Era como un diamante en el fastuoso palacio Moja, de Barcelona”. Pero había una contradicción. Si no, no habría sido una vida de novela, más bien de cuento de hadas, quizás. “Verdaguer era el poeta y era el cura, conoció el lujo excesivo pero siempre estuvo cerca de la pobreza. Fue un gran admirador de los místicos castellanos y de San Francisco”, sentencia el autor del libro.

"En la novela intento meterme dentro de la complejidad tan excesiva de Verdaguer, desde la pasión. Un hombre que tiene lo salvaje de la montaña y de la llanura de Vic y lo sensible y lo tierno de la madre”. Y este dilema Carranza lo encuentra en el viaje a Terra Santa. Conocedor de Cataluña, de América (fue capellán de la flota del marqués de Comillas, su mecenas) y de Europa, Verdaguer fue a Palestina y allá “vio la luz”, dice Andreu Carranza. “Como si toda su vida hubiera perseguido un milagro, una revelación, un camino de Damasco que él cree encontrar en Terra Santa. Y entiende que su misión en la vida es la caridad”.

Hasta aquí, todo coherente. Pero Verdaguer “fue un hombre excesivo en todos los aspectos que la sociedad catalana nos escondió”. Y los excesos lo llevaron a convencerse de que el diablo, Satanás, había entrado a la sociedad. “Las bombas del Liceu, los anarquistas, el liberalismo... todo ello lo tortura hasta convertirlo en exorcista”. No son los mismos tiempos que vivimos hoy, obviamente. “El Papa, entonces, ordenaba exorcismos”, aclara Carranza, “pero de todas maneras, la alta burguesía y la nobleza no los veían con buenos ojos". Entonces Verdaguer, el gran poeta, el gran literato, el autor de L' Atlàntida y de Canigó, empezó a estorbar en el palacio Moja. Carranza se documenta, entusiasmado, entre los diarios de los exorcismos que deja el poeta: "Entrar en los cuadernos de exorcismo es brutal. Es cómo si hubiera una voz que habla del más allá...".

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"En sus escritos en defensa propia, Verdaguer plasma el primer periodismo moderno"

Lo echaron de la ciudad y se recluyó al santuario de la Gleva, en La Plana de Vic. "De golpe, se encontró perseguido por el poder eclesiástico, que vivía, también, de las limosnas del marqués de Comillas, y por sus antiguos amigos, los ricos”.

A raíz de esta contradicción Carranza se adentra en la vertiente periodística del poeta. "Porque él se rebela ante esta exclusión y descubrimos al Verdaguer vibrante que escribe artículos en defensa propia en un caso similar al de Dreyfuss y al famoso J'accuse de Émile Zola. En estos escritos, Verdaguer plasma el primer periodismo moderno". En el enfrentamiento social tan fuerte que hay entre los conservadores y los liberales lo adoptan, para decirlo de alguna manera, los liberales. Y lo utilizan contra sus antiguos amigos. El conflicto interno que sufre Verdaguer es brutal".

El libro, documentado sobre todo a partir de la obra del poeta, no tiene una estructura lineal, según avanza el autor. La vida de Verdaguer no es exactamente el guion de la narración. "A mí la vida de Verdaguer me sirve como referencia para después meterme dentro del personaje y novelar ciertos episodios, como la relación con Gaudí en el Park Güell", explica Carranza, coautor de la novela La clave Gaudí, donde sumergió al arquitecto en una trama detectivesca. "El poeta del pueblo es fiel a la realidad y yo ficciono aquello que me permiten las emociones, los sentimientos...".

Carranza no osa comparar a Verdaguer con ningún autor actual. "Pasan pocos cometas. Él fue uno que pasó y ahora habrá que esperar todavía unas cuántas generaciones más. Disfrutemos, mientras, del polvo que ha dejado: sus versos y sus escritos".

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Sobre la firma

Toni Polo Bettonica
Es periodista de Cultura en la redacción de Cataluña y ha formado parte del equipo de Elpais.cat. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la sección de Cultura de Público en Barcelona, entre otros medios. Es fundador de la web de contenido teatral Recomana.cat. Es licenciado en Historia Contemporánea y Máster de Periodismo El País.

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