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Crónica parlamentaria

Memorias de África (y del Oasis)

La comisión ha durado porque Jose María Mena daba tanto de sí que lo ha dado todo: emoción, análisis y biografía

No se habla ante la puerta de la Sala 1 sobre asuntos de la Comissió d'Investigació sobre el Frau i l'Evasió Fiscals i les Pràctiques de Corrupció Política, que ya está a punto de empezar, sino de lo que Pablo Iglesias soltó este domingo en el mitin de Podemos. ¿Y qué dijo? Qué él no iba a abrazar a Mas. Lo comenta un corro de periodistas con el protagonista de la cita y presidente de la Comisión, el diputado de la CUP David Fernández, enfadado y dolido porque considera que la ética de la política tiene su razón de ser en los sentimientos. Sostiene que la política no es así por naturaleza, es decir, fría y calculadora, sino como cada cual decide hacerla. Hay, en el corro, quien lo considera un golpe de casta político, y también quien opina que la izquierda no debe tener por enemiga a otra izquierda.

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La Comisión se ha trasladado de la Sala de Grupos, donde siempre se había reunido hasta esta vez, a una sala más pequeña pero en la que entra la luz del día. Eso es lo que toda investigación necesita: salir a luz del día. Y quizá por ello nunca como hoy había estado esta Comisión tan viva, tan dialéctica y tan al cabo de la calle, pues todo lo que ocurría dentro tenía un correlato y una antítesis fuera de sus puertas. Al tiempo que, nada más empezar, ERC salvaba por tercera vez con su voto al president Mas de comparecer ante los comisionados (que no los comisionistas), a un puñado de metros del Parlament el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña admitía a trámite la querella contra Artur Mas por el 9N.

También antes de entrar en la sala en calidad de experto, el catedrático de Derecho penal de la UPF Jesús María Silva Sánchez tuvo que hacer un alto en el pasillo para dar a la prensa su parecer sobre la imputación de su defendida, la infanta Cristina, a la que el juez Castro acababa de hacerle un hueco en el banquillo, acusada de fraude fiscal. Y mientras se desarrollaba la sesión más larga celebrada hasta ahora, cerca de cinco horas y media de hablar de corrupción y evasión de capitales, la gente en la calle estaba pendiente de los millones que iba repartiendo la lotería de navidad. (A quien este lunes CiU no ha podido salvar de comparecer ante la Comisión ha sido a Mireia Pujol Ferrusola, y ahí se han quedado solos los convergentes votando en contra y con cierto gesto becqueriano. Ya lo dijo el poeta, pero con otras palabras: ¡qué solos se quedan los nuestros!).

La charla del ex fiscal Mena se va llenando entonces de memoria precisa. Fechas, impresiones, detalles

La comisión ha durado tanto tiempo porque el primero de los comparecientes daba tanto de sí que lo ha dado todo: emoción, análisis y biografía. José María Mena, ex jefe de la fiscalía del TSJC. El hombre al que el franquismo confinó a Barcelona a modo de castigo y el pujolismo lo castigó desterrándolo al lúgubre y despoblado país de Ahora No Toca por haberse tomado en serio el caso Banca Catalana. Ha cumplido este mes de diciembre 78 años. Barba blanca de jubilado presocrático. Las manchas del tiempo le salpican la cabeza. Voz anciana y cautivadora. Habla con frases largas porque piensa largo. Su sintaxis es la de un jurista y así concatena (no encadena, porque es un hombre libre) las palabras elaborando desde el principio el sentido final de la oración igual que un fiscal conecta unos hechos con otros intentando averiguar qué finalidad los ha motivado. Dicen que pasea mucho y que probablemente esta mañana haya recorrido a pie media Barcelona para venir al Parlament. El caso es que ha llegado puntualísimo. Mientras Mena habla, un silencio litúrgico se apodera de la sala. Explica que ha venido a esta “institución que encarna la soberanía nacional de Cataluña” no sólo por mandato sino por deseo formal y explícito de su leal colaboración.

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Cuando Mena escucha las preguntas de los diputados, se lleva el índice junto a la boca y se quita las gafas. Él dice que ya no tiene plena memoria de aquellas cosas que pasaron hace más de treinta años. ¿Podría refrescarla con documentación? Todos sus papeles los trituró hastiado. La charla del ex fiscal se va llenando entonces de memoria precisa. Fechas, impresiones, detalles. Y se llena también de biografía, porque acompaña sus reflexiones morales con lo que le iba pasando, como cuando alguien disparó con una escopeta contra la ventana de su dormitorio en la casita de Montnegre. O cuando decidió atravesar la manifestación en defensa de Pujol llevando en la cartera el borrador de la querella de Banca Catalana y nadie le reconoció. Pero lo hizo para demostrarse que no tenía miedo. “Disculpen esta jactancia de anciano”, termina. Añade que la presión política no existe para los funcionarios públicos. Hay rendición incondicional, cobardía, falta de ética; pero no hay presión política. De este modo, va hilvanando un discurso de dignidad democrática. “Éramos [el fiscal Villarejo y él] unos leales servidores del pueblo de Cataluña, pero eso nadie lo pensaba. El nivel de vacío [al que se vieron sometidos] era impresionante”. Al preguntarle el portavoz de ERC en castellano, Mena le replica sin abandonar su viejo acento burgalés: “en català si us plau”. A Isabel Vallet, diputada de la CUP, le confiesa: “Yo no sé muy bien qué es una comisión de investigación y no sé si ustedes lo saben. ¿Para qué está una comisión de investigación? No lo sé. He mirado el reglamento del Parlament y no lo pone”.

La diputada convergente Meritxell Borràs le acusa de tener una memoria selectiva y de sentirse orgulloso de ser un fiscal rojo, y le recuerda que ha sido de la izquierda radical. “Estoy acostumbrado a jugar en bando perdedor y espero pasar mis días sin pasarme a bando ganador”, es lo que repone; pero también ha contado que abandonó su militancia en el PSUC el día que se aprobó la Constitución, pues consideró esa militancia incompatible con su cargo. Mena ha negado la existencia del oasis catalán y de la omertà. “No había omertà porque era clamoroso lo que estaban haciendo. Nunca hubo ni oasis ni omertà. Ha habido impunidad”. Ha conminado a los diputados de la Comisión a rescatar la documentación sobre Banca Catalana de los sótanos del Palacio de Justicia. Empezó en tono solemne y ha acabado concediéndose alguna sonrisa a medida que se tomaba confianza a sí mismo. “Actualmente gozo de una actividad crítica y descreída de todo lo humano y lo divino y hasta de mí mismo”. Y tras decir esto, se ha ido con su edad y con su memoria y ha dejado a la comisión llena de sentido.

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