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El trono cambia de manos

Irujo supera por su buen momento a Olaizola II (22-17) en una final con demasiados fallos y consigue el segundo triplete en una temporada

Juan Martínez de Irujo, por delante de Olaizola II en la final del torneo del Cuatro y Medio.
Juan Martínez de Irujo, por delante de Olaizola II en la final del torneo del Cuatro y Medio.Miguel Toña (EFE)

La pelota a mano asiste a un cambio de su orden jerárquico. Juan Martínez de Irujo acaba de destronar a Aimar Olaizola. Es verdad que el relevo se venía acercando en cada uno de los campeonatos, pero ha tenido que llegar la final del Cuatro y Medio para que se certifique, en un abarrotado frontón Bizkaia siempre majestuoso, el traspaso de poderes entre los dos mejores jugadores desde la retirada de Julián Retegui.

No ha sido un partido brillante por la acumulación de demasiados fallos en una pelea de élite, aunque muchos de los tropiezos hayan sido consecuencia de las virtudes del contrario. Olaizola se ha visto atropellado más de una ocasión y por ahí se ha encendido la señal de alarma de su suerte. Todo era consecuencia de la velocidad que Irujo, en forma y centrado, ha imprimido a cada uno de sus sonoros pelotazos en una especialidad que siempre asfixia.

Irujo tiene ahora mismo mucho más juego y piernas más frescas que Olaizola. Ha quedado patente en varias fases del partido y, sobre todo, en algunos tantos que dejan el sello de un poderío incontestable en una temporada pletórica. El nuevo campeón, con sus trece títulos, ha conseguido este domingo su segundo triplete en la misma temporada. El premio de la regularidad bien entendida.

Con esta diferencia de nivel dentro de la acotada y exclusiva zona VIP, resulta fácil de entender los parciales holgados durante un partido poco dado a las sorpresas, aunque se tratara de una final. Tras el simbólico empate con el tanto inicial de cada uno, solo ha habido emoción con la igualada a nueve. Fue el resultado inmediato del orgullo herido de un Olaizola II menos seguro que nunca, atropellado con pelotas a sus pies sin capacidad de respuesta.

El ganador decidió muy pronto la suerte de la final, aunque Olaizola II nunca se entregó

Para entonces, Irujo ya había dado más de un golpe sobre la cancha para ensanchar la ventaja hasta un 1-7 indicativo. Tras el segundo y último empate, nadie se pudo llamar a engaño. Claro que Olaizola II cuando aprieta los dientes sus rivales le temen, pero Irujo le ha perdido el respeto como se demostró en el 11-9 donde exhibió una zancada de pantera hambrienta cruzando a tanto una pelota desde la contracancha a donde llegó exhausto desde el cuadro seis con un recado de su rival enfurecido.

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Con la caída de los tantos en el lado contrario, a Olaizola II se le escapaba la chispa como ya le ha ocurrido en más de un partido de este torneo. Así se explica que más allá de algunos cruces de errores poco propicios de semejantes manistas el marcador se disparara hasta el 20-10. Un parcial hiriente, propicio, sin duda, para dar por resuelta la ecuación. Pero es que jugaba Olaizola.

Sin perder el ánimo ni el control mental, el delantero de Asegarce ha ido subiendo escalones consciente de que estaba todo perdido. Han sido las gotas de picante a una final encarrilada demasiado pronto dentro y fuera de la cancha. El margen suficiente para que Olaizola II maquillara el marcador y alentara las últimas esperanzas de su multitudinaria afición. Era imposible llegar a la orilla, sobre todo porque le seguía faltando la chispa y tenía enfrente al mejor Irujo de hace tiempo. El nuevo rey.

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