_
_
_
_
_

Un gueto en el interior de una urbanización

Los vecinos de la calle Carracedo de Madrid reclaman una servidumbre de paso para que las ambulancias puedan acceder hasta sus viviendas

La calle Carracedo, a unos pasos de Colonia Jardín, en la capital, se ha convertido en un “gueto”. Así definen los vecinos la situación de “aislamiento” que llevan sufriendo desde hace unos 30 años. La vía sin asfaltar, que engloba cuatro bloques, está delimitada por un jardín privado, una valla de metal y un centro de transformación que impiden el paso de servicios de emergencias y protección civil. Esta coyuntura, que afecta a 72 viviendas, ha dado lugar a situaciones tan bizarras como tener que sacar a un anciano de su casa en carretilla porque la ambulancia no podía acceder a la vivienda.

Los vecinos llevan reclamando una solución desde hace años. Han protestado física y virtualmente tanto en el Ayuntamiento de Madrid, como en la Junta Municipal del distrito de Latina, al que pertenece esta zona. “Solo pedimos una servidumbre de paso de cinco metros”, explica el recién nombrado “responsable de accesos” del bloque 21, José Antonio Rincón. “Todos pagamos nuestros impuestos y lo único que reclamamos es que se respeten nuestros derechos y dignidad. No puede ser que tuviéramos que sacar a mi padre en carretilla para llevarlo al hospital cuando se estaba muriendo”, lamenta.

La zona arbolada que impide el acceso a vehículos por el extremo norte de la calle pertenece a los residentes del edificio número 27. Es un jardín de unos cinco metros de ancho por 12 de largo, según Rincón, que se construyó en los años setenta del siglo pasado. Su función es únicamente ornamental, apunta, por lo que no entiende que sus vecinos se nieguen “rotundamente” a quitarlo.

En el extremo opuesto de la calle, un centro de transformación de energía y una valla de metal bloquean el paso de los vehículos, dejando un pequeño espacio por el que no pueden entrar ni dos personas a la vez. La valla separa los cuatro bloques afectados de la mancomunidad formada por los edificios del siete al 19, que se encuentran a una altura inferior. “Primero se colocó un muro de piedra y luego la valla para evitar que los niños que jugaban en la calle se cayeran al otro lado”, dice el presidente de la mancomunidad, Juan Luis Pastor.

Esta valla se derrumbó hace unos 20 días por la riada que provocó la rotura de una tubería. La inclinación de las calles aledañas condujo el agua hasta Carracedo y el jardín hizo de muro de contención, provocando la rotura del suelo que sujetaba el cercado. Así sigue. Los vecinos de los bloques 21, 23 y 25 han pedido a sus vecinos que, cuando la reconstruyan, se acorte la longitud de la verja cinco metros para poder tener la servidumbre de paso. Lo han hecho por carta, dando 91 días de plazo.

“Al principio nos lo pidieron de manera amistosa y luego casi coercitiva”, comenta el presidente de la mancomunidad propietaria de la valla. La decisión de acortar la verja deben tomarla los presidentes de los 13 edificios de manera unánime. Todavía no se han reunido, pero Pastor pronostica que la respuesta no será favorable: “Lo veo difícil, aunque solo sea por estética. Yo votaría que se quedara como estaba antes del hundimiento. Entiendo que cuando se trazó el plan urbanístico, la salida natural de la calle era por el otro lado”. Es decir, el del jardín. Sus propietarios también han recibido la carta que les da de plazo 91 días. Si ninguna de las dos comunidades permite abrir la servidumbre de paso, los denunciantes estudiarán “acciones legales”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_