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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ambulatorio o farmacia

Me parece que el no a la independencia tendría mucho futuro si se convocara un referéndum acordado con el Gobierno

J. Ernesto Ayala-Dip

No salgo de mi asombro por la taxativa seguridad que airean los directores de este apasionante drama político llamado proceso. A los que están a un lado y al otro del mismo. Me asustan las conclusiones que extraen de los resultados del “referéndum simbólico” (dando por sentado que en unas elecciones ganará el sí a la independencia, que se declararía unilateralmente al día siguiente), como alguna prensa extranjera llama con aceptable eufemismo a la concentración de los que se sumaron votando el domingo 9 a la campaña del derecho a decidir. Y me asusta hasta el pánico la respuesta de algunos miembros de la alta Administración del Estado, exhortando al colectivo judicial a tomar parte activa y correctiva respecto a lo que denomina, sin la más mínima vacilación: incumplimiento de la ley (una ley que cada vez me recuerda más a la ominosa y omnipresente ley que Franz Kafka resaltó como nadie en su siempre actual El proceso). Ya no me asustan (aunque me preocupa su falta de imaginación para la ofensa) los diagnósticos viscerales de los jefes de filas de Ciutadans y del Partido Popular de Cataluña.

Me acerqué a las urnas el domingo como quien se acerca a la farmacia de su barrio a hacerse una analítica del colesterol. Ya se sabe que esas pruebas son solo indicativas. Nunca se pueden comparar con las exhaustivas que te haces en tu ambulatorio. Esas pruebas de la farmacia lo son a bulto, pero te dicen con un relativo grado de certeza si puedes seguir visitando tu habitual Burger King o tomarte muy en serio hacer como que nunca existieron. Con la misma actitud saqué mis conclusiones. En primer lugar me pareció que el movimiento independentista tiene un techo. En segundo lugar me parece que el no a la independencia tendría mucho futuro si se convocara un referéndum acordado con el Gobierno (donde este echaría toda la carne en el asador con sus medios de comunicación y descomunicación).

Una tercera conclusión es que los votantes del no a la independencia (que sumaron 230.000) quieren un referéndum legal, es decir un referéndum no simbólico. (Quieren la analítica del ambulatorio prescrita por su médico de cabecera y no la de la farmacia, pero necesitan hacerse la analítica). En un referéndum acordado el porcentaje de participación podría rondar el 67% (67,76% fue el porcentaje exacto de participación de las elecciones autonómicas del 2012, sobre un censo de 5,5 millones de potenciales votantes) pero dada la trascendencia del invite, este porcentaje podría subir, favoreciendo con ello el no a la independencia.

El PP es una máquina infalible de sacar independentismo hasta de debajo de las piedras. No lo es en absoluto para urdir acuerdos

Hablemos ahora del techo independentista. Este no es fijo. Según cómo actúe Mariano Rajoy, este techo puede subir. Ya sabemos que el PP es una máquina infalible de sacar independentismo hasta de debajo de las piedras. No lo es en absoluto para urdir acuerdos, complicidades, promesas verosímiles tendientes a enfilar soluciones entre la Generalitat y el Gobierno central. Si a ello se suma su llamada a filas del cuerpo judicial para darle su merecido al díscolo, tenemos asegurado un incremento de la altura del techo independentista. Y no sería nada improbable que entre los muchos cientos de noes a la independencia de Cataluña en el 9-N, pueda haber cambio de opinión y transformarse en síes. (Un dato que el señor Rajoy no debería ignorar: sé de muchos votantes que optaron por el sí-sí este domingo no porque estén absolutamente convencidos de las bondades de una Cataluña independiente, sino para presionar al Gobierno central a tomar cartas en el asunto con criterio político y amplia generosidad).

Hablemos ahora de Artur Mas. Ayer al mediodía, en una rueda de prensa, expresó su voluntad de acordar con Rajoy una consulta para preguntar a la ciudadanía de Cataluña sobre su futuro político, dejando como último recurso unas elecciones plebiscitarias. Mas insiste en esta fórmula, creyendo que así él también colabora al diálogo, en lugar de agotar el plazo que se dieron hasta diciembre y mientras tanto seguir gobernando. Ordenen lo que le ordenen Junqueras y Forcadell. Es decir, seguir buscando soluciones para contrarrestar con urgencia el aumento de la pobreza y la desigualdad de los ciudadanos de Cataluña a los que se debe.

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Artur Mas debe pensar no solo en los dos millones de personas que votaron la independendencia, entre los cuales no dudo que hayan muchos que no lleguen a fin de mes. Pero, no sé por qué, me parece que hay muchísimas más personas, en esas penosas circunstancias, entre los que se abstuvieron, pero que en un futuro podrían inclinarse por la independencia sí se les diera argumentos convincentes.

Para acabar no quisiera dejar de señalar dos sintomáticas declaraciones de dos miembros del PP. Una (el lunes 10) del presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, en cuanto a la necesidad de escuchar a los dos millones y pico de catalanes que se expresaron en las urnas. Y la otra, ayer al mediodía, del presidente de la cámara baja, Jesús Posadas, según el cual no habría delito en las actuaciones de la Generalitat en el 9-N.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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