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Josefa, hoy, no tiene razón

Una anciana pierde la propiedad de la casa que habitó durante 73 años y debe asistir, ahora, al desahucio de su hijo, la pareja de esta y su nieta de seis años

Josefa Martí, en la cocina de la vivienda que habitó durante 73 años.
Josefa Martí, en la cocina de la vivienda que habitó durante 73 años.Tania Castro

Josefa —muchos la llaman Pepita— ha vivido durante los últimos 73 de sus 82 años de vida en la misma casa, el número 25 de la calle Major de Mislata (Valencia). Durante este tiempo, Josefa se casó, tuvo cuatro hijos y envejeció. Además, dividió la propiedad en cuatro unidades —tres viviendas y un local comercial— y, finalmente, consiguió que la justicia le reconociera la propiedad de todas ellas. 17 años después, Josefa lucha para que una fundación vinculada al Arzobispado de Valencia no deje a su hijo —con incapacidad permanente—, a la pareja de este y a la hija de ambos, de seis años de edad, en la calle. La misma fundación que le ha arrebatado la propiedad de la finca, que ha intentado desahuciarla dos veces y que, en última instancia, le permite vivir en una sola de las subdivisiones.

La historia empieza con la muerte de Francisco Balbastre Arnau en 1924. Este rico mislatero dejó sus propiedades en herencia para crear un hospital para pobres. La Junta de Gobierno del que debía ser —y nunca fue— hospital venía designada en el testamento en dos albaceas. Hasta nueve casas administraron estas dos personas. A una de ellas se mudó Josefa Martí con su familia en 1941, y no ha dejado de ocuparla y mantenerla junto a su marido, con el que se casó en 1956, y sus hijos. Pagando, asegura, las contribuciones, efectuando la división en cuatro aún vigente y hasta endeudándose para reformar el inmueble y arreglar los desperfectos que se generan en una casa durante más de 70 años (incendio incluido). "Me he dejado mis millones", apunta con contundencia.

La historia empieza con la muerte de Francisco Balbastre Arnau en 1924 y la herencia que dejó

Así, Josefa inicia en 1993 el proceso que, cuatro años más tarde, desemboca en el registro de la finca entera como legítima propiedad suya, en virtud de la figura jurídica de la usucapión (a saber, la adquisición de una propiedad mediante su ejercicio, en las condiciones y durante el tiempo previsto por la ley).

Cambio de propietario

Un año después de esto —83 después de la muerte de Balbastre—, en 1998, se constituía una fundación que, invocando el viejo testamento, reclama ser legítima heredera de esa casa y de las otras que, de acuerdo a lo explicitado por el propietario en sus últimas disposiciones, debían haber sido administradas para un hospital —hospital que jamás ha sido creado—. Se trata de la Fundación Francisco Balbastre Arnau, que ha sido y sigue siendo defendida, en los tribunales y ante las preguntas de este medio, por el Arzobispado de Valencia. Salvador García de la Mota, concejal de Esquerra Unida en Mislata, que ha acompañado a la familia en los litigios de los últimos años, asegura que su grupo ha reclamado al gabinete jurídico del Ayuntamiento de Mislata que reivindique como de titularidad pública todas estas propiedades. Más tarde, acuidó con Josefa a la Abogacía del Estado. "El silencio administrativo ha sido la única respuesta", aclara.

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Josefina Martí y su marido, Juan Cuesta.
Josefina Martí y su marido, Juan Cuesta.Tania Castro

Las versiones de la familia y el Arzobispado de Valencia difieren en los diferentes hitos de esta historia. Desde el Palacio Episcopal aseguran que nunca han querido perjudicar a Josefa y que siempre han querido permitir que habite la vivienda de arriba.

Lo cierto es que en marzo de 2013, ya con la propiedad de la casa efectivamente perdida, Josefa firmó —"in extremis y a las 9 de la noche, me iban a desahuciar. Si no, no lo firmo"— un contrato, en virtud del cual ella se podía quedar con su marido —que a duras penas se mueve de la cama al sillón y del sillón a la cama— en las dos viviendas de arriba (una de las cuales, técnicamente, es trastero. Aunque cuenta con varias y espaciosas estancias, no reúne las condiciones de habitabilidad, mientras que la vivienda de arriba está en bastante mejor estado). El local comercial y la vivienda del bajo (en la que ahora vive su hijo José junto a su familia) deben ser desalojadas.

Centenares de papeles, una única solución

Tanto Josefa como el concejal García de la Mota intentaron conseguir, en aquella firma apresurada a las 9 de la noche, garantías de que uno de los hijos del anciano matrimonio, José —de baja permanente por enfermedad—, su pareja y la hija de ambos, de seis años de edad, tendrán un techo en la que fue propiedad de Josefa. Al menos hasta que la pequeña alcance la mayoría de edad. También buscaron acordar que la fundación correría con los gastos de una hipotética reforma en el trastero para convertirlo en una vivienda habitable.

Josefa vive angustiada —asegura que ha perdido 30 kilos en los últimos años— y rodeada de centenares de papeles

Nada de ello figura en el contrato. La que representaba a Josefa en aquellos días, la letrada María José García, asegura que no recuerda nada, que "hace mucho tiempo de eso" (hace poco más de año y medio de eso). Ni el actual abogado de Josefa sabe lo que figura en ese contrato. Ni siquiera tiene copia del mismo (en cualquier caso, solo quiso, o pudo, facilitar a este medio una copia de la primera página). Josefa no tiene claro qué es lo que le hicieron firmar, sacada de su casa "precipitadamente", en sus palabras. Vive angustiada —dice que ha perdido cerca de 30 kilos en los últimos años— y rodeada, de montones de papeles y carpetas, que dice que no deja de hojear y ordenar. Herencias, certificados de nacimientos y defunciones, informes, sentencias, recursos, documentos del Registro de la Propiedad, actas notariales, contratos y demás. Por tener, tiene un certificado de defunción de un hombre nacido en el siglo XVIII, para demostrar que, a su vez, no pudo certificar la muerte de Francisco Balbastre en 1924. El caso de Josefa es complejo.

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José cuenta que, en el receso de uno de los numerosos juicios por los que ha pasado su madre, un abogado —uno de tantos que ha tenido— espetó a la mujer: "Josefa, mírate en el espejo y dime qué ves". "Una vieja", contestó ella. El letrado contestó. "Pues eso es lo único que ven los de la fundación en todo este jaleo".

Ella apela al arzobispo Cañizares para que tome cartas en el asunto. "Es una buena persona", valora. Si no, y aunque no sabe muy bien cómo, asegura que quiere llegar a Estrasburgo para que no tiren a su hijo y a su nieta —sobre los que pesa una orden de desahucio— de la que, durante 73 años, ha sido su casa.

La fundación retira la orden de desahucio ante la presión

Josefa convocó una rueda de prensa el pasado miércoles ante la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles de Mislata. Varios medios locales se hicieron eco de lo que allí se dijo. Este jueves, el Arzobispado de Valencia ha difundido un comunicado en nombre de la Fundación Francisco Balbastre, que comienza matizando (curiosamente) que esta es civil y no religiosa.

La fundación (o el Arzobispado) manifiestan de nuevo que "desde el primer momento, se ha evitado perjudicar a Doña Josefa Martí, y, al contrario, siempre se ha procurado mantenerla en la vivienda que ocupa en la finca, incluso a pesar de las varias sentencias favorables a la fundación", a pesar de que desde dicha institución se ha intentado desahuciarla en el pasado.

Al final, la fundación anuncia que "se va a pedir en las próximas horas otra vez la suspensión del desahucio de esos bajos".

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