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EMILIO PÉREZ TOURIÑO Expresidente de la Xunta

“Un acuerdo frágil de varios partidos no es la alternativa a Feijóo”

“Galicia es un país en declive, que se empequeñece”

Xosé Hermida
Emilio Pérez Touriño, en una entrada del Hostal dos Reis Católicos.
Emilio Pérez Touriño, en una entrada del Hostal dos Reis Católicos.ÓSCAR CORRAL

Cinco años después de dejar la presidencia de la Xunta, Emilio Pérez Touriño (A Coruña, 1948) no rehuye las cuestiones de pura actualidad, pero las sobrevuela con diplomacia. Prefiere entregarse a análisis de más alcance como los que aborda en su nuevo libro, Crise global e crise política. Unha ollada dende Galicia(Galaxia) , uno de los escasísimos intentos de diseccionar el terremoto económico con perspectiva gallega. “En Galicia vivimos un tiempo en que la reflexión compartida, el espacio analítico, es un desierto. Todo se queda en la urgencia del momento”, lamenta.

Pregunta. ¿Hay rasgos específicos de la crisis en Galicia?

Respuesta. Sin duda, aunque se trate de una crisis global y sistémica. En Galicia se le ha dado una respuesta desde una estrategia política del disenso, de la tensión, no con una visión de país sino del rédito electoral. Y convirtiéndonos en campeones de la austeridad, un campeonato en el que lo único que crece son el paro, la desigualdad, la pobreza, el envejecimiento y las deudas. Es un país en declive, que se empequeñece. El derrumbe demográfico, la desindustrialización, la fragilidad de nuestro modelo de crecimiento, por no hablar de la dilución del poder económico de base gallega: Fadesa, Fenosa, el sector financiero al completo, Pescanova, Barreras... Y en medio de esto, una gran contradicción de fondo: nuestra referencia es Europa, pero el ámbito de actuación política es estatal y autonómico. Manda lo global, los mercados. Triunfan los grandes poderes económicos sobre la soberanía de los ciudadanos, sobre la democracia.

P. Exculpa de la crisis a ciudadanos y sector público. ¿Quiénes son los culpables?

"La democracia on line, la asamblea de ciudadanos... Son quimeras"

R. Está más que demostrado: la economía financiera tras años de desregulación salvaje. Es un derrumbe del neoliberalismo, el fracaso más palmario de que no es verdad que cuanto menos Estado, menos regulación y menos tributación, mejor. Es una falacia porque asistimos a dos grandes intervenciones del Estado: para el rescate de los financieros, poniendo a su servicio la política, y para atacar a los ciudadanos, depauperando grandes sectores. Ahora bien, la habilidad de los conservadores es enorme. Sarkozy llegó a hablar de refundar el capitalismo. Ahora ya nadie se acuerda, y de nuevo la culpa es de los ciudadanos y de los sectores públicos. Así le traspasan el coste de la crisis al pensamiento socialdemócrata. Y acaban imponiendo sus tesis, mientras la economía vuelve a estancarse.

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P. Los socialdemócratas olvidan su programa al llegar al Gobierno.

R. La globalización y el espacio europeo debilitan el Estado, su capacidad de intervención y de regulación, sus bases sociales. Eso limita la capacidad de actuación de los socialdemócratas. Le pasó a Zapatero, tuvo que dar un giro por presión de los mercados. Le está pasando a Hollande. Las posibilidades de gobernar se reducen dramáticamente. O cambiamos la UE o los mecanismos de respuesta serán muy limitados.

P. ¿Ve síntomas de recuperación?

"Mientras hablábamos de austeridad cometimos un enorme despilfarro: 130.000 jóvenes en paro o emigrados"

R. Llevamos seis años en una situación durísima, que ha cambiado formas de vida y ha afectado a la política. Los efectos son tan fuertes que hay que plantear una política de largo alcance, recuperar bases propias de crecimiento. Nos falta el aliento de la política europea por ese control del déficit a cualquier precio y por la falta de una UE con instituciones plenamente democráticas y una política de verdad común. En ausencia de eso, resulta difícil ver una recuperación a corto plazo. Es una lucha de fondo, que debemos librar en Galicia, en España y, sobre todo, en el espacio europeo.

P. Feijóo lo fía todo a las exportaciones.

R. Tenemos que competir en la economía global con una estrategia de internacionalización, es obvio. Pero necesitamos generar demanda y capacidad internas. Y estamos abandonando lo que nos permitirá competir en el futuro: formación y conocimiento. Ya vemos lo que pasa con el sector exportador cuando entran en problemas las economías centrales. Necesitamos un tejido productivo propio. La crisis se ha llevado prácticamente el 30% de los sectores industriales. Y mientras hablábamos de austeridad, cometimos un enorme despilfarro: 130.000 jóvenes a la emigración o al paro.

P. Tal como está la imagen de los políticos, casi será un alivio ver ahora los toros desde la barrera.

R. No por estar alejado lo llevas mejor. Toda la vida he defendido la necesidad de la democracia, de los partidos, de instituciones que funcionen. En esta crisis interminable de corrupción que empieza a ser excesivamente generalizada uno puede tener la tentación de acomodarse, de esperar a que escampe, o de pensar que hay que arramblar con todo y empezar de cero planteándose quimeras inviables. Hay quimeras nacionalistas y esas otras que tienen que ver con la democracia on line o las asambleas ciudadanas. Eso es populismo en el sentido científico del término, algo que surge cuando entran en crisis las instituciones de representación. La alternativa es mejorar la democracia, que funcione bien. Ahí es central el papel del PSOE, aunque también del PP. Más transparencia, con una nueva ley electoral, una nueva ley de partidos, una reforma de la Constitución... El modelo exitoso que hemos tenido hasta hoy se ha desgastado. Y el inmovilismo del PP tampoco conduce a nada.

P. ¿Tienen el PSOE y el PP credibilidad para liderar esa regeneración?

R. La han perdido en buena medida, pero tienen que hallar el camino. En el PSOE pasa por hacer como en los años ochenta, cuando se unieron un proyecto, un liderazgo y una organización que conectó con la mayoría social. La respuesta tiene que venir desde la política. Fuera de eso solo hay movimientos de protesta, que pueden servir de catalizadores, pero que no son la respuesta.

P. ¿Y qué debe hacer el PSOE ante esos movimientos?

R. Reflexionar sobre lo que revelan del malestar ciudadano. Y actuar desde lo que debe seguir representando un partido socialista, capaz de resetearse, con un modelo más abierto y transparente, con primarias y listas electorales abiertas... Hay que restablecer los vínculos con la ciudadanía, dialogar con los movimientos sociales. Y recoger eso para orientar la acción institucional, pero con una hoja de ruta propia, sin intentar emular lo que hace tal o cual movimiento.

P. En Galicia, la alternativa al PP tendría que contar con ellos.

R. Los biempensantes lo verán como ejemplo de pluralidad, pero cuanta más fragmentación hay en la izquierda, menos posibilidades de alternativa de Gobierno, porque la ciudadanía no la visualiza como una opción confiable. Es la cruda realidad. Y lo sabe muy bien la derecha, que monta sobre eso su estrategia. De la suma de resistencias —y en la izquierda aún estamos mucho en eso— no sale una alternativa. El PSdeG debe entender esa pluralidad, pero con un modelo propio y creíble, no pensando en cómo vamos a juntar diputados para un acuerdo frágil que nos lleve a gobernar sin un verdadero proyecto de país. Eso sería engañar a los ciudadanos.

P. ¿Aguanta mejor aquí el PP?

R. La velocidad de desgaste del PP ha sido muy elevada, aunque quizás en Galicia, por una serie de factores, no sea tan acusada. Feijóo sacó sus mejores resultados después de estar gobernando la crisis. Eso debería preocupar mucho a la izquierda. Además, esa multiplicidad de ruidos en el Parlamento produce distanciamiento con los ciudadanos.

P. ¿Habla mucho con Besteiro? ¿Le consulta?

R. Tenemos buena relación. Ha aportado sosiego a una organización que es difícil. Ahora tiene que entrar en la fase de construir una oferta creíble. Para eso cuenta con el apoyo del partido y por supuesto, del mío. Y debe utilizarlo como mejor considere.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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