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Brindis con ‘La traviata’ por el Liceo

La obra de Verdi protagoniza el 15 aniversario de la reinauguración del coliseo

Inauguración de la temporada operística en el teatro del Liceo.
Inauguración de la temporada operística en el teatro del Liceo. consuelo bautista

Vuelve la ilusión al Liceo. La inauguración oficial de la temporada ha recuperado el esplendor de antaño, sin fastos trasnochados ni despilfarros, en una velada operística iluminada por el arrollador lirismo de Giuseppe Verdi, aunque marcada en el ambiente que se respiraba en el teatro por la actualidad política. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, que abrió esta mañana la jornada con un llamamiento a una consulta alternativa el 9-N – y ése fue, obviamente, el tema estrella en los pasillos- cerró la agenda del día acudiendo al coliseo lírico con ánimo de celebrar, con voluntarioso optimismo, los 15 años del nuevo Liceo al compás del famoso brindis de La traviata. Y el emblemático título verdiano, que regresa al teatro de la Rambla tras doce años de ausencia, aseguró la emoción de la velada en una notable producción firmada con finas armas teatrales por el cotizado director de escena escocés David McVicar y dirigida musicalmente con gran sentido verdiano por el director italiano Evelino Pidò.

Ambiente de los grandes días a la entrada del teatro, con muchos ciudadanos pendientes de las caras famosas del mundo del teatro, la televisión y la vida política que no quisieron perderse la inauguración. Pero fue Artur Mas quien concentró todas las miradas al llegar al teatro, donde fue recibido por el presidente de la Fundación del Liceo, Joaquim Molins, y el director general del teatro, Roger Guasch. Nada más sentarse en el palco del alfiteatro, rodeado por autoridades, junto al alcalde de Barcelona, Xavier Trias, Mas parecía relajado, intercambiando saludos y sonrisas. "Hay que ver, con el día que ha tenido, aún le quedan ganas de venir al Liceo", decía con un suspiro desde su butaca de platea una señora que no perdía detalle.

Artur Mas presidió el acto en el que no faltaron actores, músicos y políticos

Artísticamente el montaje verdiano rayó a gran altura. Estrenado en la Welsh National Opera de Cardiff -coproductor del montaje junto la Scottish Opera de Glasgow, el Liceo y el Teatro Real de Madrid, que lo presentará el próximo mes de abril-, la propuesta de McVicar llega a Barcelona sin grandes divos en el reparto, pero un sólido trabajo de equipo.

Las voces cumplieron, sin el delirio que provocan los cantantes más famosos del mundo, pero interpretando Verdi con calidad, sensibilidad y total entrega: la soprano italiana Patrizia Ciofi impuso su elegante línea de canto en una interpretación de Violetta Valéry llena de exquisitos matices, muy intimista y delicada, aunque algo ligera, sin la fuerza que piden las escenas de mayor calado dramático; el apuesto tenor estadounidense Charles Castronovo causó buena impresión en su debut en el teatro con una impulsiva interpretación de Alfredo, cantado con gusto y musicalidad, mientras que el barítono búlgaro Vladimir Stoyanov triunfó plenamente en el papel de Germont padre con medios rotundos y temperamento verdiano.

En su debut en el foso liceista, al frente de una orquesta disciplinada, pero de irregular rendimiento, Evelino Pidò cuidó especialmente las atmósferas y los matices intimistas, potenciando el valor del canto verdiano y su sentido dramático sin excesos dinámicos y arropando bien a las voces en el despliegue melódico. Una lectura musical muy acorde con el espíritu teatral de McVicar, que concentra su mirada en el dolor, la renuncia, el sacrificio y la muerte de Violetta Valéry.

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Clima de asfixiante angustia, oscuro, de lujo decadente, en una producción visualmente muy bonita, marcada por el uso de grandes cortinas y un magnífico vestuario de época diseñado por Tanya McCallin que evoca el París de La dama de las camelias, la novela original de Alexandre Dumas hijo en la que se basa la genial ópera de Verdi y su libretista, Francesco Maria Piave. La ambientación es de época, pero McVicar logra, a través de una dirección de actores cuidada al detalle, superar cualquier anacronismo en una lectura que potencia el drama vital de la gran heroína verdiana.

Tras el primer acto, corrió el cava con generosidad: durante los dos descansos de la función, se invitó a todo el público a brindar por el nuevo Liceo; al final de la representación, la invitación para acceder a un cóctel en el foyer del teatro se hizo más exclusiva.

La velada, que invitaba a mirar con moderado optimismo el futuro de un teatro que atraviesa aún una situación económica muy delicada, tuvo una amplia representación institucional en la lista de invitados, con la asistencia, entre otras personalidades, de Ferran Mascarell, Santi Vila y Germà Gordó, consejeros, respectivamente, de Cultura, Justicia y Territorio y Sostenibilidad; María de los Llanos de Luna, delegada del Gobierno, y Salvador Esteve, presidente de la Diputación de Barcelona.

Mientras que el mundo teatral estuvo bien representado –Mercedes Sampietro, Emma Vilarasau, Josep Maria Pou, Joan Font, Carlus Padrissa, de La Fura dels Baus, y Lluís Pasqual, entre otros- el mundo de la ópera y la música clásica tuvo menor protagonismo de lo que cabía esperar, destacando entre los asistentes la presencia de la soprano Ainhoa Arteta, el tenor Josep Bros, el director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer, y, naturalmente, el director artístico del coliseo madrileño, Joan Matabosch, artífice de la programación del nuevo Liceo que abrió sus puertas hace 15 años.

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