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El mundo en un pañuelo

La Troba Kung-Fú con la Unió Musical d’Alaquàs celebraron la música popular en Manresa

Una carpa. Olía a menta y aceitunas. En las barras de las casetas de comida situadas en el interior se mezclaba el sushi con el mondongo uruguayo. Había abuelos y abuelas, también chavales y algún crío. Fuera, pese a ser Manresa y octubre, hacía calor y dentro ese calor era ya desértico, aunque nadie se quejaba. En la puerta de la carpa una banda valenciana iniciaba los compases de una marcha de moros y cristianos y el público abría un pasillo para franquear su acceso al escenario. Instantes después, unos músicos accedían al mismo desde la pista instalando unas banderolas d’envelat. El escenario acogía ya una mezcla insólita: una banda musical valenciana, Unió Musical d'Alaquàs y un grupo que hace años busca una nueva ortodoxia en la heterodoxia, La Troba Kung Fú. Mejor inicio para la Fira de la Mediterrània de Manresa, que concluye el domingo, no se puede imaginar.

En su búsqueda del sustrato común de la música popular, el grupo de Joan Garriga ha dado otro salto lleno de coraje y atrevimiento al unir dos mundos sólo aparentemente distantes, insuflando metales valencianos a la rumba y cumbia que vertebran el sonido del grupo de La Garriga. Ya la primera pieza dio la pauta de la noche, “A ballar”, una celebración de la Festa Major idónea para abrir un espectáculo, una juerga descomunal con trompetas, tubas y trombones junto a guitarras, bajo y percusiones. ¿Dónde están las fronteras?, ¿qué son las fronteras?, ¿quién se atreve a parcelar el jolgorio?, ¿por qué no puede sonar un mambo, una pieza de raï –Abdelkader- una de Ovidi –M’aclame a tú-, una jota levantina, -Malaguenya de Barxeta y el Amarcord de Nino Rota sin tener la sensación de que se está en conciertos diferentes? La respuesta estuvo en Manresa, en un concierto de triple mortal sin red.

Como culminación de ese territorio de ida y vuelta en el que sólo permanecía la alegría y la fiesta, y dado que Peret, cuya participación estaba prevista, ya no rumbea por estos lares, una coral de ancianos y un coro de niños cantaron respectivamente El muerto vivo y Borriquito aportando participación y demoliendo más fronteras. A la salida, en plena calle, como si fuese San Juan en octubre, una improvisada hoguera quemó las últimas penas que pudiesen quedar tras una nueva pirueta de La Troba Kung-Fú.

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