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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cartas, excusas y dimisiones

Cualquiera con los problemas de Sonia Castedo sería incapaz de atender el gobierno de una ciudad. Y esto es lo que sucede: Alicante carece de dirección

Pocas horas después de que un millar de personas pidieran su dimisión en las calles de Alicante, Sonia Castedo defendía su inocencia en una extensa carta al diario Información. Un par de líneas hubieran sido suficientes para el propósito: bastaba con decir que no es ella quien aparece en las conversaciones con Enrique Ortiz. Con la publicación de la carta, concluía una semana en que la vida política de Alicante ha girado por completo en torno a la alcaldesa. Incluso la ausencia de Alberto Fabra en la inauguración de la Volvo Ocean se interpretó en ese sentido. Dos días antes, el martes, la policía había impedido el paso a 400 personas que deseaban llegar al salón de Plenos del Ayuntamiento para pedir la dimisión de Castedo. El jueves, el diario Información publicaba un escrito con 80 firmas que exigían la marcha de la alcaldesa.

Estos sucesos han llevado a muchas personas a pensar que la situación de Alicante se ha vuelto insostenible. La situación es difícil, sin duda, pero es probable que continúe de ese modo durante un tiempo. Cuál sea la duración de ese tiempo es más complicado de precisar porque depende de la conveniencia de los políticos. Es raro que el reloj del político y el del ciudadano marchen a la par. En cualquier caso, como la inercia de la máquina municipal es considerable, podría funcionar incluso sin gobierno. Esto no quiere decir que la parálisis que vive la ciudad no tenga un coste: lo tiene y es muy elevado. Pero como el gasto lo pagan los alicantinos, a las autoridades —siempre atentas a sus cálculos electorales— no les preocupa.

A la hora de denunciar el estado de Alicante, los comerciantes y los hoteleros insisten en la falta de limpieza que presenta la ciudad. En el mismo sentido se han manifestado las asociaciones de vecinos. Que Alicante está sucia y descuidada, nadie lo pone en duda porque es algo demasiado evidente. Pocas veces hemos visto la ciudad en un estado de abandono como el actual. Ahora, nos equivocaremos si nos empeñamos en convertir este asunto en el primer problema de Alicante. La falta de limpieza es una consecuencia de la apatía y el desorden que dominan el gobierno municipal. La causa de todo ello es la situación que vive Sonia Castedo, la alcaldesa. Cualquiera con sus problemas sería incapaz de atender el gobierno de una ciudad. Y esto es lo que sucede: Alicante carece de dirección. Como tantas personas que han hecho de la política una profesión, Castedo ignora la responsabilidad del poder, pues sólo se sirve a sí misma.

En el escrito que ha publicado en la prensa un grupo de ciudadanos —escrito al que me he referido más arriba—, estos le piden a Sonia Castedo que dimita por “dignidad política”. Se trata, claro está, de una petición retórica, pues nadie espera que tal cosa llegue a suceder. En todo caso, a quien le deberíamos exigir dignidad política es al Partido Popular. Tampoco creo que la petición tuviera efecto en este caso. La respuesta de María Dolores de Cospedal a una pregunta sobre la presencia de Castedo en las listas electorales —“debemos respetar la presunción de inocencia”— no sólo deja en evidencia a Fabra, como se ha dicho: muestra el estado real del problema. En el lenguaje de la política, esas palabras quieren decir que el Partido Popular actuará según lo que digan los sondeos. A quienes les preocupe la dignidad política, deben buscarla en las encuestas.

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