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Compostela se llena por un mes de música contemporárea

La Real Filharmonía de Galicia abre las III Xornadas con un estreno absoluto

Con un estreno absoluto del compositor italiano Mario Montalbetti, la Real Filharmonía de Galicia (RFG) protagonizó la apertura el viernes en el Auditorio de Galicia de las III Xornadas de Música Contemporánea, organizadas conjuntamente por el Centro Nacional de Difusión Musical, el Consorcio de Santiago y la Universidad compostelana. La obra estrenada, Cantos a los granos de arena, es fruto de un encargo de la propia RFG a Montalbetti en conmemoración del centenario de la peregrinación de San Francisco de Asís a Compostela.

Cantos a los granos de arena es la única obra realmente contemporánea del programa y no se entiende muy bien por qué se incluyen el Concierto Emperador de Beethoven e incluso la Sinfonía nº 1 de Elliot Carter -fechada en 1942- en el concierto que da el pistoletazo de salida a un mes el que esta música va a llenar todo tipo de espacios y ámbitos sonoros de Compostela. La obra de Montalbetti es una breve pieza que, según su autor, está “inspirada en la figura del peregrino y surge después de diferentes lecturas”. Formalmente, se escucha como una serie de pedales de las cuerdas que crean un ambiente tímbrico y armónico algo pesante con breves intervenciones solistas, desde la percusión y la flauta a la trompeta y el corno inglés. Más que la idea de avance a que alude el propio autor, la obra da una cierta sensación de quietud, como la de un río remansado sobre el que, como breves reflejos sobre sus aguas, surgen aquí y allá los solos instrumentales.

La introducción del Concierto para piano nº 5 de Beethoven que hizo Serguéi Yerokhin dio indicios de lo que habría de ser su versión, con un gran dominio técnico y una visión de la obra un tanto personal. Destacaron un poderío sonoro muchas veces rayano en la brusquedad, una elección de tempi que pudo parecer caprichosa a algunos aficionados –como en la excesiva morosidad del segundo, Adagio un poco mosso- y algún exceso retórico que llevó a más de un desajuste rítmico con la orquesta. Desajustes que sería deseable que se corrigieran cara a la gira de seis conciertos que solista y orquesta emprenderán estos días. Yerokhin premió con un bis los aplausos que recibió del público compostelano.

La Sinfonía nº 1 de Elliot Carter se alzó como la obra a recordar del concierto del viernes, por esa sencillez y transparencia de su escritura que tan bien refleja la influencia de Copland. La obra fue brillantemente interpretada por Jonathan Webb y la Filharmonía en una versión luminosa y llena de vitalidad, desde la serenidad del primer movimiento a la viveza rítmica del sincopado tercero. La calidez y empaste de sus cuerdas fue la sólida base para el lucimiento de todos sus solistas de viento: toda una demostración de calidad y estilo en la que, por el protagonismo que le da la partitura y por su magnífica interpretación, destacó el clarinete de Vicente López.

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