_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Guanyem, sí; ¿pero cómo?

El creciente peso de Podemos decantará posibles alianzas y hasta los resultados

Con lleno hasta la bandera y una concurrencia fervorosa se celebró el miércoles pasado en El Micalet la asamblea convocada por los promotores de Guanyem València. Se concentró gente procedente de distintos movimientos sociales, con impronta del 15-M y no pocos supervivientes con decenios de militancia, con justa mención de los tenaces iaioflautas. Un gran ambiente con muchos discursos —por fortuna breves— repartidos entre el panfleto, la soflama, la queja y alguna propuesta sensata que, a la hora de las conclusiones, mereció ser acogida en la hoja de ruta que se inicia. El propósito de esta movida, como es sabido, no es otro que desalojar al PP del ayuntamiento capitalino y a tal fin se evocó como precedente nada menos que el compromiso contraído en el Juramento del Juego de la Pelota, preludio parisino de la Revolución Francesa de 1789.

La primera lectura que sugiere este episodio es la voluntad de cambio que se está afirmando a modo de catarsis, en el sentido de ruptura, así como el interés más o menos explícito que ha suscitado en la izquierda de cualquier obediencia. Al parecer, se constató incluso la presencia de algún miembro relevante del PSPV, que sin duda debió armarse de paciencia para resistir las tarascadas que padeció su partido, tan renuente por ahora a tomar en consideración este universo político y social emergente con el que, quiérase que no, habrá que contar para barrer a la derecha. Désele tiempo a este viejo partido para que piense qué le conviene, si apuntarse a la alternativa o esperar su réquiem.

La segunda lectura alude al modo y manera de aunar en una única propuesta las inercias de los partidos y plataformas cívicas ideológicamente asimilables. Hasta hace unas pocas semanas la mentada alternativa municipal y autonómica se perfilaba como la conjunción de EU, Compromís y PSPV, el denominado tripartito, que el PP contemplaba como una fatalidad y se encomendaba únicamente a los posibles disensos entre las citadas fuerzas.

Hoy el panorama se ha complicado notoriamente con dos últimas novedades. De un lado, la comparecencia de Podemos, que pudo contribuir a un cuatripartito, si bien acaba de anunciar que no concurrirá como tal en los comicios municipales. Pero es indudable que su constatado y creciente peso electoral decantará en buena parte posibles alianzas y hasta los resultados. De otro lado, el comentado Guanyem, que tiene por delante el arduo desafío de demostrar que es la solución idónea, en virtud de la cual los partidos que han venido ejerciendo la oposición habrían de sacrificarse. En nuestra opinión, un justo castigo por haber participado durante tantos años en este paripé democrático que ha representado el PP. De haber roto pacíficamente la baraja, abandonando las instituciones, ahora tendrían el crédito político y moral que les niega este alud de novísimos redentores que, sin apenas muescas en su crédito, pretende ganar porque probablemente puede.

En cualquier caso estamos ante la gran oportunidad del cambio y sería prodigioso que la izquierda la afrontase sin problemas internos. Queremos creer que en esta ocasión, tras tan dura y larga travesía del desierto, Sísifo —decimos del colectivo progresista de este País Valenciano— escalará la montaña y no se le despeñará la victoria.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_