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La crisis duplica los ‘ni-nis’

El alza del paro y la precariedad laboral retrasan la emancipación juvenil pese al abaratamiento de los alquileres. Además, son ya el 9% los menores de 30 años que ni estudian ni trabajan

Estudiantes en Ciudad Universitaria.
Estudiantes en Ciudad Universitaria.CARLOS ROSILLO

Madrid es una de las regiones españolas que mejor está capeando una crisis que dura ya seis años, pero eso no significa que vaya bien, y en especial que vaya bien para todos. En realidad, para algunos, los jóvenes menores de 30 años, no va bien y, a tenor del último informe del Consejo de la Juventud de España (del primer trimestre del año aunque se conoció en verano), financiado con fondos de la Unión Europea, la situación ha empeorado gravemente en el último año. La tasa de paro ha crecido (más de la mitad de menores que buscan trabajo no lo encuentran, pese a llevar más de un año intentándolo), cuatro de cada diez empleados tiene un contrato temporal (y muy pocos superan el año de duración) y son mayoría los jóvenes con un trabajo inferior a su cualificación profesional. En el último año se ha duplicado además la cifra de jóvenes que ni estudian ni trabajan, que ya suman el 9% del total. España es el país de la UE con mayor porcentaje de jóvenes entre 15 y 29 años que ni estudian ni trabajan (25,79%) por delante de Italia (24,62%) según un reciente informe de la OCDE.

“La autonomía de los jóvenes puede definirse como aquella situación en la que tienen apoyo necesario, recursos y oportunidades para elegir vivir de forma independiente, conducir sus propias vidas, llevar a cabo una participación social y política completa en todos los sectores de la vida diaria y ser capaces de tomar decisiones de forma independiente”, asegura el informe Jóvenes, derechos y ciudadanía, dirigido por Lorenzo Navarrete, profesor de Sociología de la Universidad Complutense, para el Instituto de la Juventud (Injuve, dependiente del Ministerio de Sanidad).

Dicho estudio entiende esa autonomía (emanciparse es, según la Real Academia de la Lengua, “liberarse de cualquier clase de subordinación o dependencia”) “en una doble vertiente: independencia económica (acceso a un trabajo digno y a una renta básica, lo que facilita el acceso a la vivienda) y capacidad para definir un proyecto vital (por ejemplo, crear una familia)”.

El eje fundamental es pues el empleo, justo el cimiento podrido en esta pirámide personal. En el último año ha crecido en Madrid el porcentaje de jóvenes en paro, la precariedad de los que tienen empleo, el número de quienes abandonan el mercado laboral e incluso el de los que renuncian no sólo a hallar trabajo sino también a volver a estudiar para mejorar sus oportunidades futuras.

Estudiantes de Formación Profesional en una empresa de Getafe.
Estudiantes de Formación Profesional en una empresa de Getafe.SANTI BURGOS

Fruto fundamentalmente del envejecimiento, la región sigue perdiendo jóvenes. En el primer trimestre de 2014 había 915.464 personas de 16 a 29 años (un 4,4% menos que hace un año) y 492.627 de 30 a 34 años (un 7,7% menos). Sumados, son casi uno de cada cuatro madrileños.

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Siguen estando “mejor posicionados en el mercado laboral” que los jóvenes de otras regiones, pero su situación ha empeorado en el último año. Seis de cada diez menores de 30 años tiene trabajo o lo está buscando. La tasa del paro, pese a ser una de las más bajas del país, llega al 35,5%, y se eleva al 54,1% entre los jóvenes de 16 a 24 años. Hace un año era dos puntos inferior en el primer caso y casi seis puntos en el segundo. A su vez, la tasa de paro actual de los españoles menores de 25 años es 2,8 puntos inferior a la existente en el segundo trimestre del año pasado (55,97%).

El informe es “positivo” sin embargo en cuanto a las condiciones laborales de los que sí tienen empleo, y no sólo porque la situación en Madrid sea notablemente mejor al resto del país.

El porcentaje de empleados a jornada completa ha crecido (dos puntos, hasta el 74,6%), y ha aumentado el tiempo medio de permanencia en la empresa (de 31 a 32 meses). La tasa de temporalidad es la más baja del país, y en el último año la contratación temporal de jóvenes “ha disminuido de forma considerable”. Aun así, prácticamente cuatro de cada diez menores de 30 años tiene contrato temporal (y sólo el 19,3% de estos supera el año de duración). Ha crecido además un 8,6% la cifra de jóvenes que realizan un trabajo inferior a su cualificación profesional (son ya el 55,6%); y se han disparado un 59% los contratos de formación o prácticas. El 61,4% de los contratos a españoles de 15 a 24 años son temporales, según un estudio del Instituto de la Juventud.

Las chicas se van antes de casa por estudios o pareja

El último Informe de la Juventud en España elaborado por el Injuve ya advertía el año pasado sobre “el papel de sostenimiento económico de las familias respecto de la población joven, que se refleja en una reducción bastante limitada de la emancipación juvenil en estos años de crisis”. “Realmente, la situación de dependencia económica de sus padres ha empeorado, aunque no en la misma proporción del impacto de la crisis sobre la destrucción del empleo juvenil. La media de ingresos y salarios ha descendido entre los jóvenes y más entre las chicas”, decía.

Indicaba además que “los hombres retrasan la emancipación en tiempos de crisis hasta tener un trabajo, mientras que en el caso de las mujeres se resienten menos las tasas de emancipación porque, a pesar de las dificultades laborales se independizan para formar pareja y familia”.

Los datos en la Comunidad de Madrid respaldan la afirmación: la tasa de emancipación de los menores de 30 años era en el primer trimestre de 2014 muy superior entre mujeres (26,4%) que entre hombres (18,2%).

El informe del Injuve señalaba que, mientras que la mitad de los varones se va de casa de sus padres para “adquirir independencia” o por “haber conseguido autonomía económica”, esos motivos sólo son citados por cuatro de cada diez mujeres. Sin embargo, la formación de un hogar o familia es la explicación del 22,8% de chicas (frente al 13,5% de chicos), que también aventajaban a los varones en porcentaje achacable a los estudios (24,4% frente a 20,4%.

En cuanto a los jóvenes en paro, siete de cada diez cuenta con experiencia laboral, uno más que hace un año, lo que refleja dificultades crecientes para hallar el primer empleo. La mitad de menores de 30 años que buscan trabajo llevan más de un año haciéndolo; en el caso de los jóvenes entre 30 y 34 años, son casi seis de cada diez. En el último año, el paro ha disminuido entre los jóvenes con estudios primarios, fundamentalmente porque han abandonado la búsqueda; y ha aumentado en cambio entre los de estudios secundarios (del 43,2% al 51,3%) y superiores (del 19% al 24,4%).

De los 368.518 jóvenes menores de 30 años que ni tienen trabajo ni lo buscan, el 77,3% está estudiando. Sin embargo la cifra de aquellos que ni estudian ni trabajan (ni-nis) prácticamente se ha duplicado en el último año, pasando de 46.406 a 83.516, y constituyen ya el 9% de los jóvenes menores de 30 años de la región.

El salario medio de los jóvenes menores de 30 años asciende a 13.753 euros netos anuales. Ese sueldo mileurista ha aumentado un 1,3% en un año, y es el segundo más alto del país. Sin embargo, “el mercado inmobiliario es uno de los más restrictivos de España, y ese incremento de nivel adquisitivo no ha podido contrarrestar la ligera subida del precio de la vivienda”, asegura el estudio. De esta forma, “la emancipación residencial tan sólo sería viable en el caso del alquiler”, que ha bajado de precio con fuerza en el último año. Y ni aun así, puesto que esa viabilidad se circunscribe a los jóvenes de 30 a 34 años que,además, viven en pareja.

El estudio señala que el precio medio de la vivienda asciende a 201.000 euros (un 0,6% más que hace un año, según la estadística del Ministerio de Fomento), mientras que el máximo tolerable para un joven asalariado sería de 83.000 (106.000 en el caso de aquellos entre 30 y 34 años). Para una pareja, el máximo sería de 150.000 euros (182.000 entre 30 y 34 años). Y todo ello teniendo en cuenta que la entrada media a pagar asciende a 60.000 euros.

En cuanto al alquiler, la renta media es 700 euros, un 9,1% menos que hace un año; el máximo tolerable para un asalariado de menos de 30 años es 344 euros (444 para los jóvenes entre 30 y 34 años) y 625 para parejas (758 para aquellos entre 30 y 34).

Por todo ello, la tasa de emancipación residencial ha sufrido “un fuerte retroceso” entre los menores de 30 años, que “han visto truncados sus proyectos emancipatorios debido a una situación más desfavorable de los mercados laboral e inmobiliario”, concluye el estudio. La tasa ha bajado del 25,4% al 22,3% en ese segmento de edad. Entre los 16 y los 24 años, sólo el 7% de jóvenes vive por su cuenta (casi dos puntos menos que hace un año); entre los 25 y los 29 años, son el 43,8% (cinco puntos y medio menos).

Y no sólo resulta más difícil irse de casa, sino que muchos de los que lo lograron han tenido que volver: el número de hogares de menores de 30 años cayó un 16,7% en el último año, y un 5% entre aquellos de 30 a 34 años.

“La vivienda para los jóvenes es el principal problema ya que no permite el desarrollo personal del individuo y su independencia. Tiene consecuencias muy importantes a largo plazo ya que retrasa el ritmo de vida. Provoca no sólo una limitación o merma económica sino el hecho de hipotecar toda una vida para la obtención de una vivienda. Hoy en día, una pareja con un sueldo medio se mantiene sin ahorro y sin poder planificar a largo plazo su vida. Su desarrollo como pareja también se ve limitado dado que no se pueden abrir espacios de convivencia, de mayor relación porque es necesario trabajar muchas horas para hacer frente a los pagos”, aseguraba un diplomado de 24 años citado en el estudio Jóvenes, derechos y ciudadanía.

Quizá sirva de conclusión una de las afirmaciones contenidas en el estudio Bienestar y Felicidad de la Juventud Española, coordinado hace siete años por Federico Javaloy, catedrático de Psicologia Social de la Universidad de Barcelona: “Los jóvenes españoles se sienten bastante felices. Aquellos con mayores ingresos, de mayor nivel educativo, independientes económicamente y que viven en su propia casa no son más felices pero están más satisfechos con su vida afectiva y su libertad. Pero los jóvenes dependientes económicamente de la familia y viviendo en los hogares paternos no son menos felices, comprensible porque informaban de mayor frecuencia de actividades de ocio. Los que tienen independencia económica y viven independientes de la familia de origen, si bien no son más felices, muestran mayor satisfacción laboral, con sus relaciones afectivas y vida erótica, así como con la libertad”.

Emanciparse no da la felicidad pero sí libertad. Pero, en Madrid, cada día parece más complicado.

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