_
_
_
_
_
ROCK | Leon Russell
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El mito expeditivo

El ilustre genio del rock sureño debuta en España encadenando éxitos de forma tan fulminante que dejó al público sin respiración

Los acontecimientos históricos no solo se hacen de rogar; también pueden resultar medianamente accidentados. El hombre de luengas barbas que anoche pisaba por vez primera un escenario español, ¡a sus 72 años!, despertó una expectación avalada por sus tiempos como escudero de George Harrison, Joe Cocker o Elton John. Pero como el remolón Teatro Lara adelantó ayer los horarios, nos encontramos que el cuarteto de Russell hundía el pie en el acelerador mientras el público sufría por localizar su butaca en los misteriosos limbos del Entresuelo y el Principal. Así aconteció todo: al galope. La cita con el mito esquivo y su carácter expeditivo a la hora de suministrar veintitantos clásicos de estopa sureña con un segundo de intervalo entre uno y otro.

El de Oklahoma es capaz de incendiar la sala sin aparente inmutación, relegado a un lateral de las tablas y escondido tras el sombrerito blanco vaquero, las gafas oscuras y esas pelambreras níveas que le cubren media camisa estampada. Parece pulsar las teclas con el rictus imperturbable que inculcaban en las academias de secretariado, pero el fuego prende con cada arpegio bañado en gospel o blues. No hay ni aspavientos, tampoco reducción en el límite de velocidad. El cuarteto procede en tromba, como si afuera esperasen las calles de Nueva Orleans, y la voz rasposa y afilada del jefe se apropia de cuanto pasa por ella. Sobre todo en las versiones: lleva un rato identificar títulos tan célebres A hard rain’s a-gonna fall (Dylan), Wild horses (Rolling Stones) o I’ve just seen a face (Beatles) porque el bardo los envenena de ese vivaz pálpito del sur.

Tal vez solo sobrara la tanda con Leon en solitario, por la anacrónica reverberación de su teclado, pero como el ciclo acabó con A song for you poco podremos objetar. Y a las 23.30, inaudito, había terminado todo. Tan fulminante que no sabremos bien cómo contárselo a los nietos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_