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El juez confirma que los huesos hallados en A Veiga son del holandés desaparecido

La viuda recibe la notificación para decidir qué quiere hacer con los restos

Vehículo de Martin Verfondern junto al que se hallaron los huesos.
Vehículo de Martin Verfondern junto al que se hallaron los huesos.NACHO GÓMEZ

Los huesos hallados en un pinar del municipio ourensano de A Veiga días después de que dos agentes de la Guardia Civil avistasen en el mismo lugar recóndito, desde un helicóptero, el todoterreno desvencijado de Martin Verfondern, son los del holandés que vivía en una aldea de Petín. El juzgado mixto número 2 de O Barco ha comunicado esta semana la noticia a Margo Pool, la viuda del vecino desaparecido en enero de 2010. Las pruebas forenses realizadas durante este verano a los huesos recuperados permitieron confirmar la identidad a pesar de que eran escasos y se encontraban muy degradados. Una vez recibido el aviso, Pool, que sigue residiendo en esa aldea, Santoalla do Monte, adonde llegó con Verfondern hace 16 años, debe decidir qué quiere hacer con los restos de su marido, que esperan en dependencias del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga).

El cráneo encontrado, que conservaba varias piezas dentales, estaba prácticamente entero, pero el resto de la osamenta se hallaba bastante fragmentada. Las conclusiones del forense acerca de si detectó o no signos de violencia en el esqueleto no se conocen todavía: el juez encargado de las indagaciones, Roberto Barba, ha prorrogado un secreto de sumario que de momento no tiene fisuras. Se sabe que los investigadores regresaron este verano a Santoalla para empezar de cero unas pesquisas que ya habían abordado en 2010 (entonces sin un cuerpo que probase el delito) porque la propia viuda admite que a ella le han vuelto a pedir detalles de aquellos días. Según explicó, Pool no se encontraba en España cuando su esposo, alemán de nacimiento pero nacionalizado holandés, se esfumó sin dejar rastro.

Las personas involucradas en el homicidio que se encargaron de abandonar el cuerpo de la víctima en aquel lugar de clima extremo intentaron quemar el Chevrolet Blazer del extranjero para borrar pistas (un trabajo que no pudieron completar probablemente por la nieve, según fuentes de la Policía Judicial) pero no se preocuparon por enterrar el cadáver. Quizás, después del tiempo transcurrido, cuatro años y medio, fue una decisión certera si lo que se buscaba era eliminar pruebas. Las alimañas hicieron el trabajo por ellos. Cuando recogió los huesos la Guardia Civil, a simple vista ya se podía comprobar su estado de deterioro. Los restos de Verfondern se localizaron cerca de una fogata y junto a diversos objetos que pertenecían a este agricultor holandés de 52 años, como su ordenador portátil.

El hallazgo del coche y los huesos del vecino de Petín el pasado junio fue absolutamente fortuito. Varias campañas de búsqueda en las que se desplegaron los últimos medios tecnológicos, equipos de alta montaña, perros de rastreo y buzos no fueron capaces de localizar en el intrincado paisaje de Valdeorras la mancha metálica del automóvil verde y oxidado. Sin embargo, se encontraba abandonado por los autores de su muerte, desde la fecha en que faltó de casa Verfondern, a solo 12 kilómetros de Santoalla en línea recta y algo más de 20 por carreteras y pistas. Uno de estos últimos caminos lleva hasta Portela do Eixo, ya en el límite entre A Veiga y Carballeda de Valdeorras, un terreno acotado por cortafuegos que utilizan los vecinos para plantar pinos y que nadie pisa durante años, según explican agentes forestales de la zona, porque ni siquiera le gusta a los cazadores.

Martin Verfondern denunció pocos meses antes de su muerte la situación tensa que vivía en Petín. Estaba enfrentado a varias personas y pleiteaba en el juzgado reclamando sus derechos en el monte comunal. Aseguraba a la prensa que era víctima del “terrorismo rural”.

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