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Fallece la poetisa y traductora Montserrat Abelló

Vertió a Silvia Plath y Agatha Christie y a Espriu al inglés

Carles Geli
Montserrat Abelló, en 2008, tras recibir el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes.
Montserrat Abelló, en 2008, tras recibir el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes.EFE

Con la misma sencillez y generosidad de las pequeñas cosas que dan sentido a la vida —“tiendo a eso: una mirada, un pétalo...”— que salpicaron con ternura su poesía, Montserrat Abelló dedicó buena parte de su vida literaria a traducir de manera exquisita de y al inglés autores en beneficio de una comunidad literaria catalana que ayer por la noche supo que la había abandonado a los 96 años.

 La vida de Abelló es el paradigma de los jirones vitales que dejó la Guerra Civil en buena parte de una generación. Nacida en Tarragona en 1918, el oficio del padre, ingeniero naval, la llevó a vivir pronto a Cádiz y a Londres, primer contacto con la lengua inglesa. Jugaba ya a esa edad con las palabras (“cuando aprendía una no paraba de repetirla y repetirla, alargándola, cantándola”...). Le gustaba Machado y creía entonces que todo poema debía ser con rima. Con los años, esa musicalidad se revelaría un don que explicaría la calidad de su traducción, que le permitió dar un timbre distinto a cada poeta que versionaba.

Lo de traducir —para ella y para los demás— surgía de un punto de generosidad casi innato, como cuando durante la Guerra Civil se presentó a oposiciones para sustituir a los profesores de escuela movilizados por el conflicto. Empezaba esa trayectoria rasgada (y comprometida: “Soy feminista, a veces hay que serlo a la fuerza”), que la levó un año y medio por Francia e Inglaterra, donde la persiguió la Segunda Guerra Mundial.

Chile sería su último refugió. Allí se casaría y tendría tres hijos. El nacimiento del último, con síndrome de Down, la volcó a la poesía. “Las cosas que me duelen, o me hieren, son les que, a menudo, me han impulsado a escribir”, resumiría años después. La presencia cercana del exigente bardo Joan Oliver guiaría sus primeros pasos poéticos que a los 45 años darían con su primer poemario Vida diària (1963). Llevaba ya tres en Barcelona y pasó casi 18 sin publicar (“No son tan buenos como los primeros”, recordaba que le decía Oliver), pero arrancaba así con unos versos de corte social, desnudos de retórica, que irían ganando en introspección en la decena de títulos que acabó confeccionando, entre ellos Foc a les mans (1990) o Dins l’esfera del temps (1998), que le valió el premio Serra d’Or. En 2002 recogió toda su obra poética en Al cor de les paraules, que acumuló tres premios.

Aunque podría hacerlo, Abelló siempre decía: “De la poesía no presumo pero de la traducción, sí, porque estoy muy segura de ella”. Paradigmático de su vida: a los 57 años acabó los estudios de Filología Inglesa que la Guerra Civil le cercenó. Y así vertió del inglés desde Agatha Christie y Margaret Atwood a Sylvia Plath y, en esfuerzo inverso —reconocido con la Creu de Sant Jordi en 1998 y, al alimón con su obra, el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes—, a Maria Àngels Anglada, Maria Mercè Marçal y a Salvador Espriu. La generosidad, como la poesía, es siempre sencilla.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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