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Un casamiento hasta el verano que viene

40 parejas de España, Francia y Brasil se unen durante un año por el rito celta en Cedeira

Las parejas caminan agarradas de la mano por las calles de Cedeira (Galicia)
Las parejas caminan agarradas de la mano por las calles de Cedeira (Galicia) EFE

Casarse para toda la vida era demasiado tiempo para los celtas. Mucho más prácticos, los pueblos atlánticos tenían la costumbre de emparejarse al final de cada verano para compartir castro y lecho durante el frío invierno. Un matrimonio de prueba, en igualdad de condiciones entre el hombre y la mujer que podía renovarse o disolverse sin mayor complicación pasados unos meses. Si la cosa funcionaba, volvían a renovar sus votos al año siguiente para cohabitar otro invierno más.

Las bodas celtas solían oficiarse durante el Lugnasad, una de las cuatro fechas señaladas en el calendario gaélico, que coincidía con la luna nueva de agosto y la última cosecha del estío. Cedeira ha resucitado la tradición atlántica y ha hecho del ritual celta del casamiento un gancho turístico que cada año les funciona mejor y que combina con la tradición y las leyendas de la Galicia meiga. Unas 40 parejas contrajeron matrimonio la noche del sábado al domingo junto a la playa de A Magdalena con las gaitas soplando a modo de vals nupcial en esta esquina de la costa septentrional de A Coruña.

Coronas de flores, manos entrelazadas y antorchas encendidas para sellar, sin papeleos, una unión temporal regada con queimada y seguida de banquete nupcial de jabalí y corzo asado con bolla de manteca. “La caza toda de los montes de aquí y los postres con huevos de verdad, nada de huevina de esa”, explican sus promotores. Entre los ingredientes de este rito, la herba de namorar (hierba de enamorar) que crece en los escarpados acantilados de Teixido y que es, para los cedeireses -una localidad muy apegada a las leyendas- la mejor fórmula para embrujar al ser amado.

Entre los novios, disparidad de edades y procedencias desde los 20 años a los 65. Llegaron desde distintas localidades de Galicia, Castilla y León o Cataluña, pero también dos parejas de Francia y Brasil. Estaban anotadas 26 pero a última hora, el macrobodorrio céltico se disparó hasta los 80 contrayentes y la fiesta se estiró hasta bien entrada la madrugada del domingo. A esta boda temática, algunos se apuntaron de casualidad, los hay que repiten año tras año y otros llegaron a propósito seducidos por la originalidad de una propuesta matrimonial sin papeleo que no les obliga a nada.

El bodorrio estilo céltico, en el que valen las túnicas estilo medieval, los cuadros escoceses o los ribetes dorados de la Roma clásica, les ha durado prácticamente todo el fin de semana. La VI Fiesta del Lugnasad arrancó el viernes por la tarde con juegos para pequeños como la caza del jabalí o el lanzamiento de troncos. Las parejas comprometidas entraron en escena el sábado a mediodía con un desfile nupcial colectivo que los paseó por las calles de la villa y los puso a bailar cerca de la Plaza Roja, el epicentro de un pueblo de pescadores con 7.200 vecinos repartidos entre 8 parroquias que se abarrota de turistas cada agosto.

Detrás de Lugnasad está, desde 2009, Manuel Aneiros, autodenominado Druida Mayor del Reino de Galicia o Manolo dos Ártabros, bien conocido por oficiar una de las muchas bodas de la cantante Karina en los acantilados de San André de Teixido años atrás. Aneiros, vecino de Cedeira, es el principal artífice de haber popularizado el casamiento céltico aunque se quita importancia y lo resume todo a una buena fiesta. En el último lustro ha conseguido que el Ayuntamiento de Cedeira, la banda de gaitas A Robaleira, la sociedad de caza y pesca y los hosteleros se impliquen en un festejo que está dando muy resultados turísticos por la curiosidad que suscita.

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La fiesta del Luganasad se redondea con una acampada de fin de semana en el pinar de San Isidro, donde se instalan los 'clanes', grupos de amigos y familiares, en sus cabañas de plástico y madera para imitar, brevemente y con muchas más comodidades y placeres como la nevera repleta de cerveza fría, la vida en el poblado castrexo.

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