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Pozos, azoteas y alcachofas

Editor, historietista o cineasta, el lema de su web —“hace muchas cosas”— es fiel a la verdad

Manuel Bartual en el agujero del pasillo del metro de Embajadores.
Manuel Bartual en el agujero del pasillo del metro de Embajadores.JULIÁN ROJAS

1. El luminoso de Schweppes. Cuando llegué a Madrid hace 12 años, antes que La Cibeles o el Museo del Prado, quería ver el luminoso de Schweppes que corona la Gran Vía. Para mí Madrid era esto, tal y como para Nueva York es la Estatua de la Libertad. La culpa de que relacione la ciudad con un luminoso antes que con una fuente o con un puñado de lienzos la tienen un director y una película: Álex de la Iglesia y El día de la bestia.

2. Buen Gusto. Si ver comer a chinos en un restaurante chino suele ser garantía de calidad, imagínate uno en el que también celebren sus bodas. Es más conocido el chino del rey por la enorme foto del monarca con los dueños que te recibe en la entrada. Imprescindible fotografiarse con ella a tus espaldas y probar su arroz con verduras (Santa María de la Cabeza, 60).

3. Café Molar. Mi cafetería/librería favorita. Está en La Latina y no me pilla tan a mano de casa como me gustaría. Discos, camisetas, libros, una buena selección de cómics y una agenda de actividades que es un no parar. Cuando pases por allí, pídete una Salvaje (Calle de la Ruda, 19).

4. El pozo inverso de Acacias-Embajadores. Si caminas por el pasillo que conecta bajo tierra las estaciones de Acacias y Embajadores acabarás pasando bajo un gigantesco respiradero que parece la mismísima boca del infierno. Siempre oscuro, siempre interminable. No es un lugar bonito ni acogedor, pero si lo hubiera descubierto con 6 años todavía sería fuente de muchas de mis pesadillas.

5. La azotea del Círculo de Bellas Artes. Mi vista panorámica favorita de todas las que ofrece Madrid es la de esta azotea, situada en pleno centro de la ciudad. Hace tiempo que no subo a darme un paseo pero me chivan que ahora le han añadido un bar. Así que ahí dejo el dato.  (Alcalá, 42).

Encargos y proyectos propios

Manuel Bartual (Valencia, 1979) anda preparando el primer número de Orgullo y Satisfacción (los autores que dimitieron de El Jueves), el nuevo título para ¡Caramba! o rumiando una idea cinematográfica, tras concluir, 371 páginas después, su serie Sexorama.

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6. De Prado. Cuando pienso en lo castizo, en mi cabeza se forman imágenes que invocan a este restaurante. Trato cercano, una decoración de otro tiempo, buena comida casera y una bandeja de postres que no te la acabas ni aunque llegues con todo el hambre del mundo. Es un lugar tan maravilloso que obligó a Santiago Lorenzo a falsear la fecha de su inauguración para incluirlo en su novela Los millones

7. El Valle. Mi punto de encuentro con amigos y vecinos. Cerveza rica y tapas abundantes. Lo conocerás si has ido a ver algún concierto a la sala Caracol, porque es el bar donde seguramente habrás entrado a tomar algo esos minutos antes. Su tortilla de patatas es espectacular (Calle de Sebastián Herrera, 6).

8. Plaza del Campillo del Mundo Nuevo. En ella se cambian cromos y se venden revistas, libros, películas y tebeos todos los domingos de Rastro. Una fuente de ocio inagotable. No voy más a menudo porque en casa no me cabe un alfiler más.

9. Las alcachofas de El Pimiento Verde. Esto no es un lugar, de acuerdo, pero, cuidado, tampoco es un alimento. Es más bien una experiencia extrasensorial. Si no te gustan las alcachofas, cambiarás de opinión, y si te gustan, querrás pedirles matrimonio. Hay varios restaurantes de esta ilustre casa en Madrid, mi favorito es el de la calle Quintana (Quintana, 1).

10. Cineteca de Madrid. La sala Azcona ha sido prácticamente mi segunda casa estos últimos meses. Es bonita, cómoda, tiene buen sonido y una pantalla estupenda. Todo muy en sintonía con su programación. En febrero estrenamos allí mi película Todos tus secretos, lo que le añade (permitidme la ñoñez) un importante valor sentimental (Plaza de Legazpi, 8).

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