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Motín en el pueblo del presidente

Los vecinos de Os Peares obligan a que las obras de ampliación del embalse se hagan de noche para que no les corten el acceso al médico y al colegio

Vecinos de Os Peares protestan en el embalse
Vecinos de Os Peares protestan en el embalsenacho gómez

Estaría solucionado con la pasarela prometida por la Xunta en 2010, que habría permitido a los vecinos de Os Peares cruzar la calle sin dar el rodeo habitual de casi 10 minutos a pie por el embalse con el que Gas Natural Fenosa permite el acceso al pueblo separado por el río. Pero la austeridad de la que hizo bandera el Gobierno autónomo que preside el hijo más famoso del pueblo se llevó por delante la obra. Y la población se echó a primera hora de ayer alarmada a la calle: la eléctrica había anunciado el día anterior que cerraría ese único nexo entre las dos partes del pueblo natal de Alberto Núñez Feijóo —perteneciente a dos provincias y dividido en cuatro ayuntamientos— durante casi un mes para acometer las obras de arreglo de la turbina. La legítima decisión de la empresa abocaba al vecindario a atravesar la provincia de Ourense o a desviarse por Chantada —cerca de media hora de viaje— para ir al centro de salud, a la escuela, o a las bodegas, a un tiro de piedra de sus casas.

 Fueron necesarias dos horas de reunión entre representantes de la eléctrica, de la Diputación de Lugo, de los vecinos y del Consorcio de Os Peares —tras una negociación previa entre los técnicos de la institución provincial lucense y Gas Natural— para que la empresa accediera a media tarde de ayer a la solicitud inicial de la población: realizar de noche los trabajos para evitar un nuevo aislamiento que, además, ponía en jaque la ruta turística de la Ribeira Sacra realizada con grandes inversiones públicas. La contundencia vecinal en esta reivindicación y el compromiso de la eléctrica de no perjudicar la vida de la comarca desembocaron finalmente en el acuerdo.

Los vecinos dejaron claro desde primera hora de la mañana que no accederían a semejantes viajes en sus rutinas diarias. “Si la empresa tiene que hacer obras, tendrá que trabajar de noche. No puede aislar aún más a esta comarca, no pueden hacernos ahora esto", protestaban los paisanos al pie de la presa, en la parte de Ferreira de Pantón, mostrando su disposición a dar la batalla por impedir el nuevo trastorno. “No vamos a consentir que tengamos que hacer 50 kilómetros, pasando por Ourense, para ir desde aquí hasta el centro de salud, que está a cinco kilómetros”, mostraban su disgusto.

Tras la manifestación vecinal y la mediación de la Diputación lucense, Gas Natural accedió a abrir el paso en pequeñas franjas horarias diurnas que permitieran el tránsito indispensable: al colegio, al centro de salud y poco más. Pero al vecindario le pareció que la propuesta lo sumía en una especie de estado de sitio. Y la rechazó. “La empresa firmó un convenio con la Diputación de Lugo a finales de los años noventa en el que ya quedaba obligada a abrir el paso en franjas horarias en casos como este”, protestaba ayer con los vecinos el portavoz del PSdeG, Antonio González, por una contraoferta de la eléctrica que consideraba que no era tal: “Esa es su obligación”.

La Diputación lucense, aun reconociendo que Gas Natural había cumplido los trámites necesarios de aviso en tiempo y forma y que está “en su derecho” a realizar el mantenimiento periódico de la turbina, reconocía el “grave perjuicio” a la población. Los técnicos de la institución negociaron con los de empresa la posibilidad de realizar durante la noche, como exigían los vecinos, la mayor parte de los trabajos. Finalmente, Gas Natural accedió. Cerrará el paso, para trabajar, desde las 21 horas hasta las 22.30. Tras un periodo de media hora abierto al tráfico, volverá a cerrar el acceso para continuar trabajando hasta las 6,30 de la mañana. Vecinos y turistas podrán volver a circular hasta las siete. Desde ese momento se cerrará de nuevo el acceso durante una hora y media de forma que quedará abierto al tránsito desde las 8,30 hasta las 21.

La eléctrica no solo ha cedido con la distribución del horario de trabajo. Se ha comprometido también a agilizar la tarea para acortar el plazo de las obras a casi la mitad del tiempo inicialmente estipulado: lo solventará en apenas 15 días. “Estaba claro que no era necesario martirizarnos con esas rutas alternativas que nos proponían como única solución”, sostienen los vecinos visiblemente satisfechos. Aunque el trance ha reavivado su histórica demanda de la prometida y olvidada pasarela que evitaría conflictos como este. “Somos pocos y está claro que les parece un dispendio invertir aquí”, sostiene González. El portavoz socialista asegura que en todas las ocasiones en que ha preguntado por el viaducto en el Ayuntamiento le contestan lo mismo: “No están los tiempos para semejante inversión” por más que este hubiera sido el compromiso estrella de Feijóo, con sus paisanos y con su propia madre.

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Un compromiso olvidado

El 14 de mayo de 2010, apenas un año después de tomar posesión como presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo emocionó hasta las lágrimas a los paisanos de su pueblo natal de Os Peares, incluida su madre, al anunciar la construcción de una pasarela sobre el Miño que habría de colmar una histórica reivindicación vecinal. La infraestructura les ahorraría la molestia que suponía dar un rodeo de más de siete kilómetros a través del embalse para cruzar la calle. “Ya cuando fue conselleiro le pedí que construyese el puente, pero siempre me dijo que era muy costoso. Hoy me sorprendió porque presentó el proyecto y ni siquiera me lo comentó antes”, detalló entonces emocionada la madre del presidente, mientras el Consorcio de Os Peares se deshacía en elogios hacia él por su “valor al saldar una deuda histórica” con la comarca. Un año más tarde, el entonces conselleiro de Infraestructuras, Agustín Hernández, firmaba el convenio de colaboración con los alcaldes de A Peroxa y Nogueira de Ramuín y anunciaba que la infraestructura, presupuestada en 2,8 millones de euros, estaría lista en 2012.

Desde entonces nadie supo nada más del viaducto que habría de recompensar a esta zona turística enclavada entre las provincias de Ourense y Lugo por “los perjuicios causados desde la creación de la presa” —en la que trabajó el padre del presidente—, así como por el paso de las vías férreas y la N-120 hasta convertir la comarca en un laberinto de infraestructuras cruzadas por tres ríos y dividida en cuatro ayuntamientos —adscritos a dos obispados— que plantaron en el histórico aislamiento a sus vecinos.

El sueño del viaducto que habría de conectar el enlace de la N-120, a escasos metros de la antigua casa familiar de Feijóo, con la localidad y el entorno de la estación, se perdió entre los párrafos del DOG del 21 de diciembre de 2010. Con la pasarela se esfumó también la obra del paseo fluvial que espera paciente la construcción de unos pilares de los que aún no hay rastro.

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