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Fotos para viajar en el tiempo

Un blog, un libro y una exposición repasan el pasado y el presente del paisaje de Valencia La muestra estará en la galería Railowsky hasta el próximo 4 de septiembre

La calle Poeta Liern tras la riada del 57, en una de las comparativas de 'La Valencia desaparecida'.
La calle Poeta Liern tras la riada del 57, en una de las comparativas de 'La Valencia desaparecida'.Fondo A. Giménez/Á. Martínez

Es, desde su nacimiento en el primer tercio del siglo XIX, la principal vocación de la fotografía: trasladarnos de manera fidedigna a lugares que ya nunca más podremos visitar. Porque, aunque volvamos físicamente a ellos, algún elemento constitutivo de su paisaje habrá cambiado (por no hablar de que habremos cambiado nosotros). Sentimientos similares motivaron a Ángel Martínez a abrir el blog La Valencia desaparecida hace tres años y medio. Luego, el éxito de la bitácora le llevó a firmar junto al coleccionista Andrés Giménez un libro homónimo. Lo último es una exposición basada en las obras acumuladas en estos años, que permanecerá hasta el próximo 4 de septiembre en la valenciana galería Railowsky (Gravador Esteve, 34).

La factura siempre es la misma:  comparativas de instantáneas antiguas y actuales, siempre tomadas desde el mismo punto físico

La factura siempre es la misma: se trata de comparativas de fotos antiguas y actuales, siempre tomadas desde el mismo punto físico. Con el mismo plano, con el mismo ángulo. El autor cuenta que, aunque en sus imágenes hay, "evidentemente", una intencionalidad inherente e inevitable, él intenta despojarlas lo máximo posible de cualquier tipo de dirigismo, para que el espectador interprete a su aire.

Todo comenzó, como cuenta Ángel, jubilado de 63 años, en el foro de internet Remember Valencia —que, a su vez, ha servido de germen de una plataforma de nueva creación, desde la que se pretende movilizar a la ciudadanía para la defensa del patrimonio urbanístico—. En este sitio, los aficionados a la historia y la fotografía comentaban viejas imágenes de la ciudad, procedentes de diferentes fondos y archivos, públicos o privados. Ángel se dio cuenta de que había muchas instantáneas sin localizar. Por la procedencia se podía presuponer que fueron tomadas en Valencia, pero nadie sabía exactamente dónde. El hecho de que muchas tuvieran la friolera de 70, 100 o 150 años de actividad no facilitaba la tarea.

Ángel se dio cuenta de que, comparando con otras fotografías, tirando de planos y guías comerciales de la época y, sobre todo, con mucho trabajo, se podía deducir el sitio desde el que un fotógrafo hizo clic en otra época. Luego, con algo que no dan los archivos u otras herramientas, sino el buen ojo, Ángel se desplazaba hasta el mismo punto exacto y volvía a hacer clic.

Así, abrió su blog. Los coleccionistas no veían ningún problema en prestarle las fotos, ya que Ángel les hacía el favor de dilucidar qué es lo que aparecía en color sepia o blanco y negro.

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Del blog a un libro y una exposición

A Valencia se la ha agredido de dos maneras diferentes, pero relacionadas: abandonando el centro y ocupando salvajemente la huerta circundante Ángel Martínez, autor del blog

Un día, recibió la llamada de la editorial madrileña Temporae. Estaban interesados en su trabajo, y en editar un libro. Así, Ángel firmó junto al coleccionista Andrés Giménez, uno de sus principales colaboradores en el blog, el libro homónimo (La Valencia desaparecida, Temporae, 2014).

La última etapa de la nueva vocación de este exempleado de Telefónica es la muestra en la galería Railowsky, que repasa las obras acumuladas a lo largo de estos tres años y medio.

En este tiempo, y tras mirar miles de fotografías de la capital del Turia, Ángel ha sacado una conclusión: "A Valencia se la ha agredido de dos maneras diferentes, pero relacionadas: abandonando el centro y ocupando salvajemente la huerta circundante".

Hasta el 4 de septiembre hay una oportunidad más de, como se dice en la introducción del libro, mirar la cotidianidad de la imagen actual y en color del lado derecho, para, una vez imbuidos, pasar la vista al lado izquierdo. El resultado es un viaje en el tiempo que invita a diferentes reflexiones sobre cómo era nuestro pasado. Algunas felices, otras no tanto. En sentido contrario, situándonos en el pasado para luego viajar al presente (o futuro, según se mire), es sobre nosotros sobre quien reflexionamos. Sobre en qué nos hemos convertido. ¿Reflexión feliz, o no tanto?

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