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El conflicto del agua

Las fiebres tifoideas eran un mal endémico por el que morían unas 400 personas al año

Durante la epidemia de tifus de 1914 se creó un ambulatorio que se convirtió en el actual Hospital del Mar.
Durante la epidemia de tifus de 1914 se creó un ambulatorio que se convirtió en el actual Hospital del Mar.consuelo bautista

Jean Jaurés lo pronosticó en julio de 1914: “Cuando el tifus termine el trabajo que empezaron las balas, los hombres desilusionados se volverán contra sus líderes y exigirán una explicación por todos esos cadáveres”. La cita no era retórica, pues la epidemia de la que hablaba el líder socialista siempre acompañaba los combates. Al tifus se le atribuye el colapso del ejército serbio en 1915, o el contagio de numerosas tropas en el frente Oriental. No obstante, la Gran Guerra pasará a la historia por ser la primera en que la cifra de muertos por heridas en combate fue mucho mayor que la de víctimas por enfermedades.

Al detectarse el tifus en la fuente de la calle Aristóteles la guerra desapareció de las conversaciones familiares

En las trincheras se introdujeron estaciones de desparasitación, se favoreció el hervido del agua y elementales medidas de saneamiento que salvaron muchas vidas. Pero sanitariamente, Barcelona también era neutral. A pesar de contar con una gran tradición de manantiales, las fiebres tifoideas eran un mal endémico por el que anualmente morían unas cuatrocientas personas. Los periodistas describían la ciudad de aquella época como un lugar sucio y abarrotado de basuras, con azoteas llenas de palomas y ratas muertas, balcones atestados con jaulas de conejos y gallinas, cerdos criados en los patios, lecherías con establos de vacas. Aquel verano de 1914, los vecinos de la calle Alta de San Pedro llegaron a colgar unos carteles que decían: “Mil pesetas al que pruebe que existe una calle más sucia que esta”. La mayoría de las casas no disponían de agua corriente, tenían que ir a buscarla a la fuente pública. Un servicio por el que competían la empresa municipal Aguas de Montcada y la privada SGAB que se abastecía en el río Llobregat.

Los primeros en darse cuenta del incremento de fiebres tifoideas fueron los médicos de Sant Andreu, a finales de setiembre. La epidemia estalló poco después, cuando el director del Laboratorio Bacteriológico Municipal —el doctor Ramon Turró—, comunicó que había detectado el tifus en la fuente de la calle Aristóteles (hoy Ramon Batllé), así como en las de Gràcia, Eixample y Ciutat Vella. Las autoridades reaccionaron tarde, y no se clausuró ningún surtidor infectado hasta finales de octubre. Turró denunció a Aguas de Montcada como responsable del brote, lo cual le llevó a un enfrentamiento con el Colegio de Médicos. Los ataques fueron tan duros que se vio obligado a publicar una carta en la prensa titulada En defensa propia, recogida por Josep Pla en su libro Homenots. Por miedo a suspender el suministro, el ayuntamiento llegó a advertir que no se bebiese de la popular fuente del Canari —en la calle Caspe—, sin precintarla. Ante tal pasividad, Turró pintó cruces rojas en las fuentes contaminadas. La Campana de Gracia publicó una viñeta humorística en la que se veía a los epidemiólogos ante el presidente del gobierno, dispuestos a atacar la enfermedad. Y este les respondía: “No la ataquen demasiado, recuerden que somos neutrales”.

La mortandad se extendió más por los métodos curativos usados a base de zumo de limón y caldos

De pronto, el tema de la guerra desapareció de las conversaciones familiares, y sólo se hablaba del tifus. La epidemia atacó por igual hogares ricos y pobres. Fruto del miedo aparecieron toda clase de remedios, desde las inyecciones del doctor Boada al enigmático Sambar Mitja. Un vendedor de bañeras publicó: “Contra el tifus no hay mejor remedio que bañarse en tu propia bañera”. Aquel fue el gran momento para la industria de los polvos de litines: “¿Queréis evitar y curar el tifus? Bebed el agua Ozonizada”, “Contra el tifus, Blite Sifón”, o “Agua hervida fría mineralizada con lithines del doctor Gustin os preservará del tifus”. La Esquetlla de la Torratxa ironizaba sobre esta profusión de tratamientos con el siguiente anuncio: “Vacuna alemana, corta el tifus… el tifus, el cuello, las piernas, ¡y todo lo que se le ponga por delante!”.

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Aparte de la infección de los acuíferos, otra de las causas de mortalidad fueron los anticuados métodos curativos que se emplearon, basados en dar a los enfermos zumo de limón y caldos claros que les debilitaban hasta dejarlos literalmente en los huesos. El Hospital Clínico tuvo que desmentir públicamente las afirmaciones de que no daban de comer a sus pacientes. Con la excusa del tifus, muchos no bebían otra cosa que vino. La cervecera Moritz se apresuró a comunicar que ninguno de sus empleados se había contagiado.

A finales de noviembre hubo una manifestación de protesta que acabó a tiros. Sólo ante la presión popular se clausuraron las fuentes abastecidas por Aguas de Montcada y antes de acabar el mes la epidemia había cesado. Murieron unas dos mil personas y durante la epidemia se creó un ambulatorio provisional de barracones que se convertiría en el actual Hospital del Mar. A la larga, SGAB se quedó con el suministro y lo renovó con agua procedente del río Ter.

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