_
_
_
_
_

Control de carretera

Jiménez Fortes escuchó los tres avisos en el último toro de un buen encierro de Pedraza de Yeltes

Los primeros días de agosto son fechas de mucho tráfico, no sólo del taurino sino también en las carreteras. El comienzo de las vacaciones es lo que tiene, atascos, controles... y lo normal es que sean días complicados para quienes cogen el volante. A los toreros que actuaron en la última de la este sábado feria de Azpeitia también se les complicó el tráfico. Tuvieron delante una auténtica corrida de toros, con trapío y seriedad de plaza de primera, ejemplares con más de seiscientos kilos y con la vitola de corrida de Madrid. Un auténtico lujo que deja muy a las claras la categoría e un ciclo que año tras año sube un escalón en la importancia de los festejos.

Los numerosos aficionados franceses y bilbaínos desplazados a los tendidos de la centenaria bombonera no son más que un fiel reflejo del interés que despierta la feria azpeitiarra. Y ocurrió como en la carretera. Alberto Aguilar fue el primero en encontrar un control; sus dos toros le pidieron los papeles con exigencia. Terriblemente serios, más aún ante la diminuta figura del madrileño, fueron dos ejemplares exigentes a los que entendió bien el diestro siempre en su corte batallador. La oreja que paseó fue un justo premio a su esfuerzo y saber hacer sin perder nunca el sitio ni mostrar la más mínima duda.

Tercera de la Feria San Inazio

Seis toros de Pedraza de Yeltes, de excelente presentación y desigual juego; el quinto fue premiado con la vuelta al ruedo.

Alberto Aguilar: estocada (oreja) y media estocada (saludos tras aviso).

Juan del Álamo: media, pinchazo y estocada caída (saludos tras aviso) y estocada baja (oreja).

Jiménez Fortes: estocada contraria (silencio tras aviso) y pinchazo, media y cinco descabellos (pitos tras tres avisos).

Antes de comenzar el festejo, el ganadero de Pedraza, Luis Uranga, recibió el premio a la mejor ganadería del pasado año y también se entregó el de triunfador a David Mora, que fue recogido por el presidente de la Comisión taurina. Joxin Iriarte.

Dos tercios de entrada.

Juan del Álamo tuvo un lote más propicio para el éxito. Lidió al quinto, un toro premiado de forma benévola con la vuelta al ruedo, pues a su brillante pelea en el caballo -recibió tres puyazos- le siguió una faena en la que acabó buscando las tablas. Estuvo mal lidiado en banderillas, su imponente trapío causó cierto desconcierto y eso no ayudó. El salmantino recetó dos buenas series con la derecha, pero no acabó de ajustarse al natural y la labor se fue diluyendo antes de firmar un bajón año que emborronó su trasteo.

Con todo, se le vio cuajado, con las ideas claras y siempre muy dispuesto, aunque en su primero pecara de un toreo excesivamente recto. El alto se lo echaron los gendarmes a Jiménez Fortes, capaz de dilapidar sus buenas maneras, su entrega y su decisión con un absurdo relajo que le hizo escuchar los tres avisos en el que cerró la feria.

Nadie se merecía ese deslucido final, ni los organizadores de este soberbio ciclo ni los espectadores, que ayuntaron en los tendidos bajo la lluvia un buen tramo de la tarde, ni siquiera el malagueño, que pechó con un lote al que le faltó transmisión con la cabeza siempre a media altura. Escuchó el primer aviso antes de entrar a matar y después no supo reaccionar ante las urgencias. Un borrón no por ser mal torero sino por no saber resolver cuando llegan los problemas. Al final, la gente se decantó por el toro mientras entraba a los corrales y obligó a saludar al mayoral de forma un tanto desconcertante, porque la corrida fue buena, pero lejos de un encierro exitoso.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_