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Fallece la pintora Doris Malfeito

Era la esposa del exconsejero Macià Alavedra

Doris Malfeito
Doris Malfeito

“Era extraordinariamente sensible y con una conversación muy trascendente, arrolladora; no, no era la mujer de Macià Alavedra; en actos sociales era al revés, él era el marido de la Doris”, recuerdan amigos de la pintora Doris Malfeito, fallecida el miércoles en Barcelona, según trascendió ayer. Algo de cierto debe haber en ello porque en 1996, en la cena posterior al célebre pacto del Majestic entre CiU y PP, la cordialidad que acabó creando a su alrededor llegó incluso a incomodar a los representantes catalanes.

La sensibilidad venía de muy niña. Nacida en la Gran Via barcelonesa, a los tres años empezó a dibujar caras, que con los años serían retratos. “Al pintarlos dejo de ser yo, hago psicoanálisis: entro dentro del otro y descubro cosas íntimas”. Inquieta, estudiante de Virtèlia, quiso ser bailarina, gimnasta (hasta que se rompió un brazo) y finalmente pintora, vocación que sistematizó con Sáinz de la Maza, la escuela de Gallego Marquina y el Reial Cercle Artístic. Pero fue a través del Cercle Maillol del Instituto Francés de Barcelona que consiguió en 1957 una beca para estudiar en París. Ya entonces era la novia de Macià Alavedra, con el que se casaría en 1959.

Mostrando una diversidad de registros sorprendente, su primera exposición fue en 1974 en la Sala Rovira de Barcelona. A partir de allí, Malfeito fue creando un catálogo que comprendería desde el arte figurativo de reminiscencias de la pintura catalana tradicional a la abstracción, pasando por paisajes de su querido Empordà y saltando a una pintura de influencias cósmicas fruto de su gran pasión por la astrología.

Fue a finales de los 80 cuando experimentó un notable éxito, que en ciertos ámbitos se ligó, entonces sí, a que era la esposa de Alavedra, consejero de Economía de Pujol entre 1989 y 1997. Sus pinturas empezaron a tener gran demanda entre empresarios y personalidades, viéndose en despachos como el del presidente de Cirsa, Manuel Lao, o del empresario americano John Rosillo, vinculado a la recalificación de los terrenos de Ferroviaria Macosa, hoy Diagonal Mar. En 1991, Juan Antonio Samaranch le encargó un cuadro con trasunto olímpico. En su cénit, sus piezas, en la colección de La Caixa o en la Fundación Vila Casas, llegaron a cotizarse en decenas de miles de euros.

Las bodas de plata del matrimonio fueron tristes: en octubre de 2009 su marido fue imputado en el caso Pretoria, acusado de blanqueo de dinero y tráfico de influencias. Ella tuvo que declarar por el primero de los cargos, como titular de cuentas en Andorra y las islas Caimán. “Macià es un hombre que ha hecho tantos favores en la política que lo quieren mucho (...) Me tiene plena confianza y me hizo firmar y yo ¡pam!, firmo. Pero no sé lo que firmo (...). Mi marido estaba en política y yo estaba pintando”, declaró ante el juez Garzón. Un poco de razón tenía: amante del tenis, el golf, el esquí y la equitación, aseguraba que veía la vida “como una comedia y entre el espectador y el teatro existe un gran vacío; cuando pinto lleno ese vacío”.

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