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La confesión de Pujol agrieta el equilibrio de CiU aún más

La declaración llega tras la renuncia de su hijo Oriol como secretario general de CDC y la marcha de Duran de la dirección de la federación

El verano de 2014 no está siendo fácil para Convergència i Unió (CiU), la federación que gobierna en Cataluña. Y la confesión del expresidente Jordi Pujol puede mermar todavía más el ya frágil equilibrio entre ambas formaciones. En pocos días, el socio mayoritario de la federación, Convergència, ha visto cómo su secretario general, Oriol Pujol, tenía que renunciar definitivamente al cargo por sus problemas judiciales, imputado por cohecho y tráfico de influencias en el caso ITV, de trato de favor en la concesión de inspecciones técnicas de vehículos. Y Unió también ha removido las aguas de la federación con la renuncia de Josep Antoni Duran Lleida, crítico con la gestión del proceso soberanista, a la secretaria general de CiU.

En plena reorganización de los partidos y la federación, a las puertas de un otoño lleno de turbulencias políticas por la consulta soberanista del 9 de noviembre, su máximo referente, Jordi Pujol, ha confesado que durante 34 años ha tenido patrimonio escondido en el extranjero. La revelación ha sentado como una losa en la federación, especialmente en Convergència, donde consideran a Pujol su padre político.

Pujol ostenta los cargos de presidente fundador de CDC y de CiU, y el partido confía en que renuncie a ambos puestos. Pero más allá de su posición orgánica en la Ejecutiva, el papel de Pujol desde que dejó la presidencia de la Generalitat en 2003 ha sido el de pacificar las habituales trifulcas entre Duran y el presidente de la Generalitat, Artur Mas. La federación nació en 2001 por la batalla original de ambos líderes nacionalistas, que pugnaban por suceder a Pujol. El entonces presidente se decantó por Mas y contentó al democristiano convirtiendo una coalición electoral como CiU en una federación estable en la que amplió los poderes de Unió.

Desde entonces, Pujol se ha encargado de poner paz en cada conflicto entre ambas formaciones, siendo el dique que contenía las amenazas de ruptura que se producían en cada crisis interna. La federación ha funcionado con mala salud de hierro hasta el inicio del proceso soberanista, donde ambos partidos parten de una diferencia aparentemente irreconciliable: Unió apuesta por seguir en España, y Convergència por la independencia. Con el proceso soberanista tensando la relación entre ambos partidos y sin el referente de la federación, CiU pierde otro motivo para seguir unida.

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