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CANCIÓN El Kanka / El Puchero del Hortelano
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un canalla sentimental

El cantautor malagueño es lúcido, ocurrente y brillante, a falta de pulir algún exceso Lo de la banda granadina fue, en cambio, una indigestión de mestizaje malo

El cantautor Juan Gómez, conocido como El Kanka.
El cantautor Juan Gómez, conocido como El Kanka.

Entre Málaga y Granada se dirimió el viernes la última jornada en la esquelética programación de los Veranos de la Villa que ha acogido esta temporada el Circo Price. El Kanka y El Puchero del Hortelano configuraban un cartel más heterogéneo que uniforme, por más que a ambos se les presuponga un cierto gracejo sureño y esa querencia por la rumba que casi se les escapa a sus dedos en cuanto entran en contacto con el mástil de una guitarra. Planteado el menú en términos de extraña paridad, al final fue el septeto de Antonio Arco el que ejerció como (relativo) cabeza de cartel y el cantautor Juan Gómez Canca quien aportó los mejores fogonazos de ingenio en una noche francamente irregular.

El Kanka acaba de publicar un segundo disco muy disfrutable, El día de suerte de Juan Gómez, y tiene todo el desparpajo del mundo, humano y melódico, para convertirse en un tipo que cae bien y apetece encontrarse sobre el escenario. Es ocurrente, espontáneo, sagaz, a veces muy brillante. Y de todo punto creíble en su papel de muchacho a pie de calle que le guarda fidelidad a su guitarra y sus canciones aunque sude tinta china para liquidar las facturas a fin de mes.

El viernes era su primer concierto en escenario grande (más de 600 espectadores) y quizás empezara revolucionado y algo tosco, pese a la buena química con sus dos escuderos, el percusionista El Manín y el guitarrista Álvaro Ruiz. Pero al cabo de una hora de buenos argumentos trovadorescos, sonó muy convincente con su himno ‘A desobedecer’, estupenda versión perroflauta, canalla y casi manouche del consabido “estamos hasta las mismísimas narices” que el pop patrio, por fin, se ha lanzado a entonar.

Puede que Kanka sea lo mejor que le haya sucedido a nuestra canción canalla desde las más brillantes páginas de Lichis con La Cabra Mecánica. Hay inteligente guasa a raudales en No jodan la marrana o A dieta de dietas, hilarantes pero sustanciosas. Le sobran algún disperso ejercicio de estilo (nadie se cree el cubanismo de No te veo gozar) o su irrefrenable tendencia al chiste, incluso cuando se nos pone sentimental: el viernes estropeó su propia milonga, la preciosa Con el permiso de ustedes, imitando el acento argentino. Porque el Kanka lírico (Canela en rama, Vengas cuando vengas) es magnífico, aunque quizás le entre mala conciencia y catalogue esos ramalazos más poéticos como un signo de debilidad.

Mucho más tediosa fue la hora larga que nos endosaron los granadinos, una banda que quiere sonar étnica (batería y percusión, saxo y trompeta) y casi siempre se queda en anécdota festiva y verbenera. El Puchero también apela al ingenio y el buen rollo, pero no parece que argumentos como el de Hay días (a veces salen bien las cosas y a veces no, básicamente) coloquen a Arco como alter ego de Confucio. Su voz, que no es rasgada sino ruda, tampoco ayuda a pasar el trago ni la carraspera. Y menos aún los batiburrillos como Quiero saber, ajilimójilis de pasodoble, rumba calorra y cita, no sabemos si involuntaria, de More than a feeling (Boston). Se salva algún tema a lo Extremoduro, pero con guitarra acústica (‘Las pelusas’), o las notas pedales en los metales de Sábado, pero, en fin, no parece muy generoso el bagaje.

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