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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La penúltima embestida

"Ésta es una enconada lucha que se prolonga desde 1998 y a lo largo de la cual El Cabanyal ha estado sometido a un acoso implacable por parte de la autoridad municipal"

Con los votos del PP y la oposición de toda la izquierda consistorial el pleno del Ayuntamiento de Valencia aprobó ayer el nuevo plan para el Cabanyal, que se someterá a exposición pública durante 45 días en plena canícula para mermar las facilidades a los impugnantes. Lo que se pretende con esta penúltima embestida, a tenor de lo que los expertos denuncian, tan solo es una añagaza más de la alcaldesa Rita Barberá y su equipo, un ardid de trilero para maquillar el expolio urbanístico que tanto el Ministerio de Cultura como los tribunales han condenado. Una tomadura de pelo, en fin, una más, de esta contienda abusiva entre el arbitrario Goliat municipal, amparado por los dineros públicos, y el David del Salvemvecinal sostenido únicamente por sus recursos personales, pero también por su mejor derecho y muy cualificados apoyos sociales y culturales.

Como sin duda sabe el lector, ésta es una enconada lucha que se prolonga desde 1998 y a lo largo de la cual El Cabanyal ha estado sometido a un acoso implacable por parte de la autoridad municipal con el fin de provocar el desaliento y la rendición de los vecinos damnificados. La suspensión de licencias para emprender obras en ese poblado, la adquisición de inmuebles con el único fin de derribarlos y las andanadas legales a cargo de rábulas y dineros públicos, no han conseguido, sin embargo, abatir los ánimos y las protestas. Todo lo contrario, los ha enardecido, tanto como las declaraciones chulescas del edil y hombre fuerte de la alcaldesa, Alfonso Grau, cuando proclamó que “el plan seguirá pese a quien pese”. O esas otras de doña Rita, dispuesta —dice— a ir a la cárcel con tal de salvar su plan. No se lo deseamos, pero bien que se la ha merecido.

Lo tienen crudo. Esa “destrucción irracional” del poblado marítimo, partiéndolo por su mitad con el fin de que la Avenida Blasco Ibáñez desemboque en el mar, ya no convence siquiera a muchos de los devotos del partido que gobierna. Nunca fue una solución, que bien pudo deslumbrar en años de desmadre urbanístico y grandes eventos. Hoy es un anacronismo, además de ilegal y engañoso. El retoque del dichoso Pepri —Plan Especial de Protección (qué morro) y Reforma del Cabanyal— que se expone sigue contemplando la demolición de 637 edificios frente a los 674 del plan anterior.

En algún momento doña Rita ha sido víctima del complejo Haussmann —el padre decimonónico del nuevo Paris—, pero ya es hora de que baje de su nube y se limite a lo que más debe apremiarle: administrar deudas municipales y prepararse la jubilación, pues sería prodigioso —y desastroso— que revalidase el cargo en las próximas elecciones. No obstante, en gracia a sus méritos, sugerimos que su gestión en todo lo atinente a este proyecto que glosamos sea recordada en El Cabanyal mediante un monolito hendido por una monumental hacha, a modo de evocación y prevención aleccionadora ante semejantes delirios.

Y una nota más que, por imperativo de la oportunidad, no debe esperar a setiembre, cuando reemprendamos esta columna. La izquierda valenciana, decimos, que tan de la mano ha ido ante la comentada animalada urbanística, se ha dispersado a la hora de posicionarse frente a los bous al carrer. Solo EU ha apostado por su prohibición. PSPV y Compromís no están por la labor. Deben considerar que esta otra animalada, la tortura de las vaquillas, es una expresión de la cultura popular. ¡Valientes progresistas!

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