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ANTÓN COSTAS, presidente del Círculo de Economía

“Se debe desdramatizar el conflicto y encarar una reforma común”

El presidente del Círculo de Economía afirma que este es el momento de encarar

Àngels Piñol
Anton Costas, presidente del Círculo de Economía, el lunes en la sede la institución.
Anton Costas, presidente del Círculo de Economía, el lunes en la sede la institución.CONSUELO BAUTISTA

Antón Costas (Vigo, 1949), catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona y presidente del Círculo de Economía, es contrario a la consulta ciudadana, tal como está planteada, por no ser legal ni pactada. Defiende una reforma de la Constitución para resolver el conflicto de Cataluña y solucionar el problema institucional en España.

Pregunta. Usted invitó a Rajoy en junio a dialogar y tener el mismo coraje que cuando desoyó a quienes le empujaban a pedir el rescate. ¿Le ha hecho caso?

Respuesta. No digo que haya influido, pero semanas después reconoció por primera vez que en Cataluña había un problema. Es un gesto, y no sólo simbólico. Pedí a Rajoy y Mas que se dieran una segunda oportunidad. Hay que negar esa actitud fatalista de choque de trenes o de que el tiempo se ha agotado. Hay que dar margen a la razón y a la esperanza. Y desdramatizar la existencia del conflicto, que no es malo en sí. Lo bueno es ser consciente de que existe. Hay que mimarlo y atenderlo. Si no, se llega a las posiciones extremas, a la tragedia griega.

P. ¿No llega tarde?

R. No hace tanto que se plantea. El problema se presenta en diciembre de 2012, cuando con el pacto de gobernabilidad entre CiU y ERC se llegan a fijar una fecha y una pregunta para una consulta que no es pactada, lo que lleva a la otra parte a decir que es un trágala. No hablo del problema catalán: ese sí tiene una historia y un recorrido más dilatados en el tiempo. Año y medio no es demasiado.El tiempo político se crea con cada decisión. El problema se ha planteado como un enroque, en términos de una partida de ajedrez, y mientras no se saque una pieza la solución es difícil.

P. ¿Puede haber diálogo si Rajoy rechaza la consulta y Mas no renuncia a ella?

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R. Hay muy poco margen si sólo van a tratar de eso. Pero confío en que aborden más asuntos, como la financiación y el deseo de Cataluña de que le reconozcan competencias como la lengua, la cultura y la educación. Ya están cambiando cosas: ahora ya empieza a aceptarse la ordinalidad.

P. ¿Rechaza la consulta?

R. Tal y como está planteada, sí. No es legal ni acordada ni informada. Y quienes la han convocado acabarán renunciando. Son demócratas y pacíficos. Han explorado caminos, pero serán respetuosos con la legalidad.

P. ¿Cree que no es informada?

R. Es un ejercicio de fuegos artificiales. No se conocen las consecuencias. ¿Qué pasará al día siguiente de votar?

P. ¿Los ciudadanos no lo saben?

R. Creo que no. Pero el problema catalán no es un suflé ni el resultado de una manipulación. Hay un malestar de fondo que se alimenta de muchos factores históricos. Y a él se ha añadido una nueva corriente independentista funcional, oportunista, y lo digo sin ánimo despectivo. Se han generado muchas expectativas. Se piensa: ‘Si vamos solos, pues mejor’. Pero también hay malestar en el resto de España. La solución debería abordarse como un proyecto nuevo de futuro capaz de reconstruir el contrato social y político de España. Es más fácil buscar así el encaje catalán. No son privilegios, sino reconocimiento.

La consulta , tal y como se plantea, no es legal ni acordada ni informada

P. ¿Qué diría a la mayoría de ciudadanos que quieren votar?

R. Que la gente irá manifestándose en las elecciones. Lo hacemos de forma continuada. En el frontispicio de la Constitución hay dos principios: el Estado de derecho y el democrático de atender a los deseos de los ciudadanos. Si de manera reiterada en las elecciones un elevado número de electores manifiesta esa voluntad, habrá que atenderlo.

P. ¿Cuál es su propuesta?

R. No sé si mi función es concretarla, pero sí debería basarse en el reconocimiento del doble problema catalán y español e identificar las dimensiones de ambos. Primero está la necesidad de reconocer las especificidades de Cataluña y sus competencias. Por otro lado, está el problema de la financiación y recaudación de impuestos. Ahora los consejeros autonómicos elaboran presupuestos sin saber qué transferencias recibirán. No es solo un problema de Cataluña: aunque se fuera, el problema en España existiría igual. Sea una u otra fórmula, nos llevará a una reforma de la Constitución.

P.  ¿La ve agotada?

R. Querer avanzar no quiere decir fracasar. Nadie cuestiona el modelo del Estado autonómico. La Constitución diseñó el esqueleto del reparto político, pero no escribió el manual de instrucciones, y hay que hacerlo. Es un problema conjunto. Debe tener mecanismos que bloqueen la discrecionalidad del ministro de turno o de un organismo del Estado para interferir en las autonomías. Y hace falta también un Senado, que existe en todos los Estados federales, para decidir sobre las competencias. Eso dotaría a las autonomías de mayor seguridad jurídica y política. Es un camino que tiene más probabilidades de ser aceptado en el resto de España. Otra cosa puede ser vista como un privilegio.

P. ¿Imagina una secesión?

R. No, no imagino un proceso de ruptura e ilegal.

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