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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Escoger a tientas

El que el PSOE haya tenido que elegir entre candidatos poco o nada conocidos significa que algo estructural falla en los partidos

Francesc de Carreras

Las primarias del PSOE por el momento han constituido un éxito. No lo parecía, incluso en momentos daba la sensación que estaban abocadas al fracaso, pero el resultado final creo que ha sido muy positivo. Y no por el líder escogido, que aún debe demostrar su valía, sino por la alta participación registrada.

Efectivamente, en la recogida de firmas para presentar candidatos participó un 38% de los militantes que, para esta función y dado que dichos candidatos, por ser bastante desconocidos, no podían suscitar adhesiones previas entusiastas, no era una cifra baja. Sin embargo, ahora la participación ha sido del 67%, desbordando todas las previsiones. Ello significa que en el partido socialista hay militantes muy motivados, sin duda preocupados por la difícil situación de su partido pero, en todo caso, dispuestos a seguir confiando en él debido, probablemente, a que lo consideran indispensable para seguir vertebrando la sociedad española.

En cierta manera, esta alta participación puede ser una buena lección de las bases socialistas a sus dirigentes. A pesar de los errores cometidos por estos durante los últimos años —especialmente en la etapa del Gobierno Zapatero— los afiliados al partido son seguidores infatigables y, cuando les dejan participar, participan. Ahora bien, más allá de estas consideraciones optimistas, encontramos también el reverso de la medalla: los candidatos. No se trata de juzgar si son buenos o malos candidatos, porque esta resulta ser una tarea imposible al ser su personalidad prácticamente desconocida. Conocíamos a Eduardo Madina porque hace años, siendo él muy joven, fue objeto de un criminal atentado de ETA, pero poco más. Los otros dos, incluido el triunfador Pedro Sánchez, eran hasta hace pocas semanas unos perfectos desconocidos.

¿Es esto bueno y normal en un partido como el PSOE, que arrastra una larga tradición histórica, representa a una corriente ideológica tan potente como la socialdemócrata, obtiene la confianza de millones de votantes en todas las elecciones, sean del nivel que sean, y que ha encabezado el Gobierno de la nación durante 21 de los 34 años de democracia constitucional? Sin duda, no es ni bueno ni normal. Al contrario, significa que algo estructural muy grave falla en los partidos como organizaciones políticas.

No creo que ello suceda en las empresas, ni en las grandes ni en las medianas o pequeñas. Un cursus honorum interno, o unos fichajes externos, son capaces de ir cubriendo las bajas en los puestos de dirección sin grandes traumas y, en todo caso, quienes van ascendiendo hacia la cúpula del poder no son desconocidos sino personas que han ocupado ya importantes puestos de responsabilidad donde han demostrado sus capacidades. Esto ha sucedido también hasta ahora en los partidos.

Estamos en la generación de Pedro Sánchez y Susana Díaz, los que rondan los cuarenta y, en muchos casos, su experiencia vital más intensa ha consistido en la vida interna de partido
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Recordemos las anteriores primarias del PSOE, con Almunia y Borrell de candidatos. Ambos habían ocupado antes importantes cargos ministeriales por los que eran ya muy conocidos. Almunia fue ministro de Trabajo en el primer Gabinete González, después fue ministro de Administraciones Públicas y, en los últimos años, ha sido por dos veces comisario europeo. Borrell comenzó siendo concejal de Madrid, después alcanzó merecida fama como secretario de Estado de Hacienda y después fue presidente del Parlamento Europeo. Cosas parecidas pueden decirse de Aznar y Rajoy. Todos sabíamos pues de antemano quiénes eran y, más o menos, de qué pie calzaban: competían por el liderazgo con un acreditado bagaje previo.

Solo con Zapatero se truncó esta trayectoria. También era un perfecto desconocido hasta acceder a la secretaría general del PSOE. Fue la primera vez que se impuso la idea de que la renovación de un partido pasaba por un relevo generacional: se pasaba a valorar más la juventud que la experiencia. Zapatero quiso arrinconar a una vieja guardia socialista que, en muchos casos, rondaba los cincuenta años. Licenció a una generación que aún podía dar mucho de sí, aunque al final tuvo que echar mano de viejos de tanta valía como Ramón Jáuregui y Alfredo Rubalcaba. El triste balance de su Gobierno demostró que allí había faltado experiencia. Por tanto, Zapatero se cargó a la generación anterior y, de paso, a la suya.

Ahora estamos en la generación de Pedro Sánchez y Susana Díaz, los que rondan los cuarenta y, en muchos casos, su experiencia vital más intensa ha consistido en la vida interna de partido. Algo falla en la selección del personal político. Las razones son muy complejas y no hay espacio para abordarlas aunque es necesario hacerlo con amplitud y profundidad. Los partidos, cuando menos el PSOE, no sabe generar líderes políticos experimentados.

Pero hay que dar un margen de confianza a Pedro Sánchez. Tampoco Felipe González o Alfonso Guerra tenían gran experiencia profesional y resultaron ser un tándem de éxito. Quizás estamos ante un futuro gran político. Pero de momento no lo sabemos, es más, no tenemos ni siquiera elementos para juzgarlo. Escogemos a tientas. Este es el problema.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional

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