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Rapaces de ciudad

Las siete parejas de halcón peregrino que anidan en los edificios de Madrid han tenido este año 11 pollos La labor ciudadana es vital para tenerlas localizadas

Esther Sánchez
Un ejemplar de halcón peregrino en un edificio de Madrid.
Un ejemplar de halcón peregrino en un edificio de Madrid.

La abogada María José Siñeriz salió corriendo al oír el grito de su compañera de despacho, Carmen Castañeda, en el piso 20º de un edificio cercano al Bernabéu. Al llegar a la cocina se la encontró con cara de terror señalando un bulto que se adivinaba a través del cristal biselado de la cocina. “¿Qué es eso?”. “Pensamos que era un palomo, pero no, era un halcón peregrino precioso”. Pasada la sorpresa inicial, la pareja de rapaces, que había anidado en una terraza del piso de abajo, se convirtió en su acompañante habitual. Se instalaban en la ventana y desde allí vigilaban el nido y a ellas “sin asustarse lo más mínimo”.

“Es un verdadero privilegio y la verdad es que, aunque enseñes las fotos, nadie se cree que en pleno Madrid haya halcones”, comenta Siñeriz. Esta pareja ha sacado adelante este año tres pollos. No son las únicos ejemplares de la especie, calificada como vulnerable en el catálogo regional de especies amenazadas, que prefiere los cortados artificiales que les ofrecen los edificios altos de la capital a los del entorno natural. La Sociedad Española de Ornitología SEO/BirdLife, que realiza el seguimiento de la especie en Madrid desde 1997, tiene localizadas a siete parejas, que han tenido 11 pollos en 2014.

La especie está dentro del catálogo regional de especies amenazadas

La especie ha sufrido un gran declive en la región, sobre todo por el expolio de los nidos y por el uso de insecticidas. En Madrid viven en los cortados de los ríos Henares, Jarama, Tajuña y Tajo, donde la reducción ha llegado a ser superior al 50% y apenas queda población reproductora. En la Sierra del Guadarrama reside otro núcleo al que le va mejor. En 2011, la Consejería de Medio Ambiente censó 29 parejas reproductoras en el medio natural.

“Nos ocupamos de ellos como podemos, pero no tenemos los recursos suficientes”, explica Arantza Leal, encargada del área de Estudio y Seguimiento de Avifauna de SEO/BirdLife. Echan de menos una mayor implicación de la Comunidad. Desde la Consejería de Medio Ambiente informan de que en los últimos años han introducido hasta 32 ejemplares en la ciudad mediante la técnica del hacking (suelta de ejemplares criados en cautividad). En 2011 habían sobrevivido 23, pero ninguno de ellos se encuentra entre los que anidan en los edificios. ¿Dónde están en la actualidad? La Comunidad no tiene esos datos.

Fuente: SEO BirdLife
Fuente: SEO BirdLife
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La falta de recursos hace que la colaboración ciudadana sea fundamental para SEO/BirdLife. Gracias a ella han conseguido averiguar este año donde anidaba una de las parejas habituales “que se había despistado”. Jesús Sánchez García vive en la zona de Retiro. Un día observó un pájaro que se lanzaba desde la torre de una iglesia cercana. El halcón peregrino es una de las aves más veloces del mundo, en vuelo picado puede llegar a superar los 300 kilómetros por hora. “Freno en seco al llegar a un saliente y se posó, pensé ¿un halcón aquí?”. Llamó a SEO/BirdLife, que consiguió localizar a los padres y a sus tres pollos.

“Ya eran demasiado grandes para anillarlos, pero al menos sabemos que estaban ahí”, explica Leal. La hembra suele realizar la puesta hacia principios de abril y la incubación dura entre 31 y 33 días. Unos 45 días después de salir del huevo, hacia mediados de junio, los jóvenes halcones inician sus primeros vuelos.

¿Qué les gusta tanto de Madrid? “Tienen comida y encuentran atalayas en las que se sienten seguros”, informa uno de los agentes forestales, que colaboran con la sociedad ornitológica. Los profesionales recogen los restos cuando ha fracasado la puesta o muere algún ejemplar, para comprobar la causa del fallecimiento. Los halcones se alimentan sobre todo de palomas, estorninos, vencejos o cotorras.

El sobrante de esta completa dieta se amontona en la terraza que rodea el piso más alto del hospital Gómez Ulla: esqueletos, trozos de alas, picos de cotorra, alguna anilla de identificación... Allí cría desde hace años una de las parejas. Y allí han encontrado a una de sus mejores amigas y cuidadoras: Sor Águeda, exjefa de Enfermería del centro. Ataviada con su toca y su hábito, no se amedentra a la hora de recoger a algún pollo que, al lanzarse a volar, cae al suelo y no consigue remontar el vuelo. “Los coge mejor que nosotros, sin guantes, y ya tienen unas buenas garras y un pico potente”, comenta Arantza Leal.

“¿Dónde está nuestro viudo?”, pregunta sor Águeda. “Buscando novia”, sonríe la bióloga Aurora Langa, que trabaja en el hospital y que, a pesar de su fobia a los animales, se ha enamorado de las rapaces. Este año esta pareja no ha tenido suerte. La hembra —anillada en 2007 en Rivas— puso cuatro huevos, pero enfermó y murió. Cuando sor Águeda se dio cuenta de que algo pasaba ya era tarde. A pesar de que los trasladaron al centro de recuperación de aves, no los pudieron salvar. Ahora el macho necesita encontrar nueva pareja, para que la caja-nido se llene de vida la próxima temporada. Y allí estará sor Águeda, a la espera y ojo avizor.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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